ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A MIGUEL BOTAFOGO
“Busco una síntesis”
El guitarrista, uno de los referentes ineludibles del blues en la Argentina, festeja hoy en ND Ateneo sus 30 años con la música. Promete “una lista anárquica” y “dos o tres locuras”.
Por Cristian Vitale
La primera vez que Miguel Botafogo tocó profesionalmente fue en mayo de 1973. Ya era guitarrista, pero Norberto Napolitano lo había convocado para ejecutar el bajo en Pappo’s Blues luego de la partida de Machi Rufino y Pomo y con el Pappo’s Blues III recién sacado del horno. “Fue inolvidable –recuerda en la entrevista con Página/12–, tocamos en el cine Las Flores de Lanús cuando los cines todavía no eran de los pastores. En un momento se cortó la luz, hubo como un solo de batería eterno y metieron un Fiat 600 en la sala para que ilumine un poco el escenario. Muy cómico.” Entre aquella jocosa suerte de principiante y hoy pasaron 30 años. Tres décadas a las que uno de los guitarristas más relevantes de la historia del blues nacional rendirá homenaje hoy en el teatro ND Ateneo.
El “Bota”, como lo llama Dafne, su mujer, tiene previsto tirar el Ateneo por la ventana con un repertorio poco habitual. Ocurre que en los últimos años de su carrera, luego de coquetear con grandes del blues estadounidense, se le abrieron muchas puertas en el exterior, por lo que sus rutinarios sets requieren temas simples y universales para lograr una comunicación fluida con los músicos “de ocasión” que conoce en cada ciudad. Una táctica utilitaria que, sólo por esta vez, hará a un costado. “Como se trata de una fiesta, voy a incluir temas que nunca toco. Una lista anárquica, entre covers de Willy Dixon, canciones propias y dos o tres locuras inéditas”, anuncia.
–¿Qué tipo de locuras?
–Por ejemplo un mail que me llegó a la PC. Le puse “Con Quien” y dice (tararea) “Con quien tuviste tu primer celular/con quien viajaste y pudiste conocer Miami... eh... con quién/Pero además... con quién explotó la Amia/con quién voló Río Tercero/con quién uno a uno se fueron los hijos”. Y así, con ritmo de blues encima. Es una manera de poner de relieve que, pese a que soy feliz, no me olvido de que estoy en medio de una crisis política y económica gigantesca, provocada por ese Don Quien que ni siquiera hace falta nombrar.
–¿Por qué se refiere al repertorio como “una lista anárquica”?
–Por suerte o desgracia no tengo ningún éxito y por eso tampoco tengo obligaciones con el público. Soy muy cambiante. Una vez, en La Plata, tocamos un blues que duró una hora durante la prueba de sonido y el público se divirtió muchísimo. Eso lo podés hacer solamente si no sos prisionero de algún hit.
–¿Se le ocurre un concepto que defina sus 30 años de carrera?
–Quisiera que me pase lo que muchos dicen que pasa... llegar a una síntesis musical. Pero me siento tan principiante que veo muy lejos ese momento. Si llego a la próxima fiesta, que va a ser a los 60 años, así no rompo tanto las bolas, voy a contar que mi último objetivo con el blues fue que me depurara como ser humano.
Botafogo es meticuloso con su pasado. En su currículum hay un cuadro sinóptico que sistematiza su carrera etapa por etapa. En el rubro discografía aparecen tres períodos. Uno que abarca desde 1973 a 1976, en el que además de su paso por Pappo’s Blues aparece ligado a bandas extraviadas en los 70 como Avalancha, Engranaje, Tren Plateado, Carolina y Studebaker; otra entre 1977 y 1984 que recuerda su paso por la banda de Joaquín Sabina, Kevin Ayers y Ciro Fogliatta en Madrid y una última, de 1985 al presente, que a su vez se subdivide en dos proyectos: Durazno de Gala y su etapa solista, lejos la más prolífica de su carrera. De España, por ejemplo, cuenta que “Joaquín Sabina me vino a buscar para grabar en su primer disco eléctrico (Viceversa), porque no le gustaba el grupo que le habían prefabricado en Sony. Fue una etapa fundamental en mi vida”.
–¿Por qué, por ejemplo, Durazno de Gala, en pleno auge blusero, no logró la misma popularidad que Memphis o la Mississippi?
–Porque no teníamos temas gancheros ni una voz que se destacase como por ejemplo la tiene Memphis. Era una diferencia estructural que en realidad no nos importaba. Desde el vamos, el nombre aludía a un tema de Frank Zappa, que siempre propuso cagarse en las formas y estirar los límites hasta los no límites. Sigo pensando igual.