ESPECTáCULOS
“Si quieren venderle un buzón, el público se da cuenta, casi siempre”
Amparado por sus canciones, pero consolidado por la exposición de su “Down with my baby”, Kevin Johansen llega esta noche al Gran Rex.
Por Karina Micheletto
“Me voy porque acá no se puede, me vuelvo porque allá tampoco / Me voy porque aquí se me debe, me vuelvo porque allá están locos / Sur o no Sur...” Podría ser el manifiesto del gran dilema nacional de la clase media (al menos, hasta hace un par de semanas, antes de esta primavera kirchnerista que parece provocar un florecimiento de patriotismo en ciertas almas argentinas). En boca de Kevin Johansen es una ironía autobiográfica, o una observación sociológica de aquello que el músico define como “síndrome del culo del mundo”. Así comienza “Sur o no Sur”, el tema que da nombre a su segundo disco local, después del sorprendente The Nada, en 2001. Esta noche a las 22, Johansen recalará en el Gran Rex con sus dos producciones, acompañado, como siempre, de una banda extensa y variopinta, además de dos invitados especiales: Daniel Buira, parte de La Chilinga, y Vicentico Fernández Capello.
Los múltiples orígenes de Johansen son, a esta altura, más o menos conocidos: es estadounidense, hijo de una argentina “socialista y feminista” y de un texano “muy Homero Simpson”, confinado a Alaska por negarse a combatir en la guerra de Vietnam. Allí vivió cinco años su hijo Kevin, que luego estuvo otros diez en Nueva York, y pasó también por San Francisco, Montevideo y la Argentina, donde formó parte de Instrucción Cívica, grupo pop que conoció las mieles con el hit “Obediencia debida”. De su paso por el mítico CBGB neoyorquino (de donde salieron Ramones y Talking Heads, entre otros célebres) quedaron cuatro discos grabados, el último de los cuales trajo a editar en su regreso a la Argentina, con un tema con destino radiable, “Guacamole”.
Sur o no Sur lleva vendidas más de 12.000 copias, toda una proeza de la industria independiente. Es más que probable que haya ayudado la explosión de “Down with my baby”, el tema que acompaña cada cachondeo de Pablo Echarri y Celeste Cid en la telenovela “Resistiré”. “Bienvenido sea”, acepta Johansen, y responde a las críticas de su supuesta “venta comercial” con un gesto de me ne frega. En la tapa del disco, y en un segmento de sus shows, Kevin aparece con un look “sudaca ejecutivo”, mitad coya y mitad yuppie, “coyuppie”. “Un homenaje-cargada a Manu Chao, con la aclaración de que sólo se puede cargar a quien se quiere”, explica. “Does humor belong in music?”, cita Johansen a Krank Zappa. “Yes it does, Frank”, le responde desde el arte del disco. También desde chicanas a poses varias en español, inglés o spanglish, en temas como “Puerto Madero”, “Cumbiera intelectual” o “La tangómana”, una “hija de la hija de la hija de la hija de alguien muy famoso”. O desde los “homenajes-cargada” a Charly García (“Me fui pal monte”), Barry White o Nirvana (“Down with my baby”).
–¿Dejaron de preguntarle para qué volvió?
–Sí, y me alegra. Realmente me causaba tristeza la frase que se repetía: “¡¿Cómo no te quedaste?!”. Lo sentía como una agresión. Me chocaba tanto menosprecio, esa autoflagelación argentina de “somos lo menos” todo el tiempo. Tenía que andar explicándole a todo el mundo que volví porque realmente necesitaba conectarme con lo que pasa acá.
–¿Y con el tema de “Resistiré” también tuvo que dar explicaciones?
–Más bien tuve que darme explicaciones a mí mismo, fue una enseñanza para mi propio prejuicio. Lo que pasó con la novela fue un accidente que acepté con gusto, me está permitiendo acceder a un público nuevo al que hubiera tardado mucho más en llegar. Me enteré por la tele, porque como el tema no es cortina no te avisan que lo van a usar. Como dice Luis Salinas, frente a estos accidentes uno tiene que ser un cínico o un agradecido. Yo soy un agradecínico.
–Para muchos, ser independiente y tener alcance masivo son estados que no se mezclan.
–Para muchos envidiosos. Acá hay mucho caretaje al revés. Esa cosa de “me pongo los harapos de grunge y tengo el BM estacionado en la puerta, pero que no se note”. Y a mí me dicen que me vendí porque sale mi música en una novela, algo por lo que ni siquiera voy a cobrar demasiada guita. Yo preferiría ser un artista popular a la brasileña: allá hay menos devaneo, sonar en una novela es un síntoma de que tu disco pegó. Acá hay más preocupación por el qué dirán, y eso no debería formar parte de la cuestión a la hora de hacer música. También hay cierto menosprecio por el gran público, como si por ser grande no fuera perceptivo. Y el público puede no estar informado, pero si quieren venderle un buzón se da cuenta, casi siempre. Después, hay un público más grasa, uno más fino, otro psicobolche, otro fierita... Pero también hay gente que está en el medio de todo eso, y ésa es la gente que escucha mi música.