ESPECTáCULOS › “EL INFORME DEL DR. KRUPP”, DESDE HOY EN EL TEATRO CERVANTES
Un científico perdido en el laberinto
La pieza escrita por Pedro Sedlinsky y dirigida por Francisco Javier apela a los mitos bíblicos, el arte y la magia, para una fábula que contrasta al pensamiento analítico con el caos de la naturaleza.
Por Hilda Cabrera
El científico Krupp dice saberlo todo de los demás. Su intención es hallar al culpable de un crimen dentro de una historia que descubre casi por casualidad, que parece ser la de otros pero es también suya. Lo extraño es que arroja las supuestas “pruebas” a un fuego que él mismo encendió, guardando lo que en esta fábula se constituye en utilería de nuevos mitos: el baúl de un mago y una piel de lobo. Este científico es el que anuda o desata “sucedidos” en El informe del Dr. Krupp, obra de Pedro Sedlinsky que se estrena hoy en la Sala Orestes Caviglia del Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815), dirigida por Francisco Javier. No es la primera vez que trabajan juntos. En anteriores temporadas presentaron, cada uno en su oficio, Dibujo sobre un vidrio empañado y Sangre huesos piel alma, pieza breve que integró un ciclo de Teatro por la Identidad. Autor, entre otras obras, de la destacada La mano en el frasco en la caja en el tren, Sedlinsky retrata en El informe... (finalista del Premio Tirso de Molina) a un entomólogo que se interna en una selva y descubre el cuerpo de una joven mujer estrangulada. La obra es interpretada por Edgardo Moreira, Ana Yovino, Paulina Torres, Diego Mariani y Claudio Messinas. La escenografía y vestuario pertenecen a Carlos Di Pasquo, la iluminación a Luchy Kogan y la música es de Sergio Vainicoff. Sedlinsky acostumbra trabajar con mitos, con elementos extraídos de otras disciplinas como la música y la pintura, con los que conforma un “caos inicial”. Los materiales, diversos, y algunos de naturaleza “selvática”, como en este caso, alientan ese caos que, sin embargo, resulta armónico. En cuanto a los mitos, la inspiración parte de las historias de Teseo y Ariadna en el laberinto del Minotauro, y de los hermanos Caín y Abel.
–¿La tarea de Krupp sería hallarle una salida a ese laberinto?
P.S.: –El laberinto puede ser un lugar de iniciación y símbolo de la búsqueda del conocimiento. La intención es que el espectador ingrese sensorialmente a esos espacios del laberinto, que es como la selva, inabarcable.
–¿Este es además un ingreso al mundo del teatro? Krupp afirma conocer a los personajes que se desempeñan a modo de “cómicos”, como si los disecara como a insectos. ¿Esto implica idear una “puesta” para su informe?
F.J.: –El lenguaje literario de Pedro es conceptualmente sólido y muy rico en expresiones poéticas. El hace apreciaciones sobre distintos aspectos de la vida con un idioma teatral. Esto es muy interesante. Para mí, el caos al que se refiere es el de la vida que ingresa al fenómeno del teatro. Lo que yo traté de hacer como director fue lo inverso: ir del orden hacia el caos. Por eso, el espectador se va a encontrar primero con una puesta ordenada. Recién después, y a medida que transcurran las acciones, comienzan las mezclas. Lo mismo que en la vida, los personajes van a la deriva, evolucionan o involucionan. Para darle fluidez a esos cambios necesité que los intérpretes tuvieran su cuota de improvisación. Los objetos escénicos, por ejemplo, no están fijos en un lugar. Los actores se ocupan de moverlos.
P.S.: –Esos cambios se relacionan con la incertidumbre, que es un elemento importante en mi escritura. Para mí es buena señal cuando no sé exactamente qué material tengo entre manos. La incertidumbre es una buena compañera para un escritor. Y no le tengo miedo. Trabajé durante tres años en El informe... El problema aparece cuando no se soporta una situación de ese tipo.
–¿A qué se deben las inserciones entre lo humano y lo animal?
P.S.: –Las transformaciones están siempre muy presentes. Krupp, por ejemplo, deviene en otra cosa. El elixir que beben los personajes los relaciona con la trasmutación, la ceremonia y el peligro, simbolizado en esta obra por una selva donde es fácil perderse.
–Y donde la pasión amorosa se volatiliza...
F.J.: –Amelia, el personaje que hace Ana Yovino, es dos veces abandonada, y el amor de los jovencitos, en principio virginal, se corrompe rápidamente. Algunas de estas escenas son cantadas, lo que las hace más fuertes. En Sangre huesos piel alma también trabajamos con formas musicales. En aquella obra, integrada por cuatro monólogos, la protagonista me pidió cantar el último. Aquel texto que evocaba el horror con lenguaje poético se convirtió en algo todavía más punzante.
–¿Por qué se introducen números teatrales y de magia?
F.J.: –Yo no introduje nada. Todo está en el texto de Pedro. Conseguimos un muñeco como los que usan los ventrílocuos. El actor que hace esas escenas, Diego Mariani, posee un don histriónico formidable. Apenas mueve los labios, y su muñeco habla.
P.S.: –Me interesó crear esos números, como los de magia, para contrastarlos con el mundo analítico de un doctor Krupp que se impone clasificar lo inclasificable y hasta indagar en misterios de los que no podrá extraer respuestas.
F.J.: –Y en mitos bíblicos. ¿Quién podría responder a la pregunta de por qué Dios recibía los sacrificios de Abel y rechazaba los de Caín? ¿O por qué el padre de Krupp absolvía del castigo a su otro hijo, sabiéndolo culpable, y no a Teodoro, inocente?
P.S.: –Ese es otro tema, el de la arbitrariedad, que aparece en la decisión de Krupp. La arbitrariedad está inserta en los informes falsos y en las acciones que se llevan a cabo basándose en éstos. ¿Acaso no hay pruebas sobre lo que producen este tipo de informes? La guerra de Estados Unidos contra Irak es un ejemplo. Aparece el tema del castigo al inocente, que es algo que infunde gran terror y puede conducir a la parálisis social. En El informe..., Krupp quiere, luego de su delirante investigación, imponer su veredicto, medir el mundo con su vara (como lo hizo su padre y el bíblico de Caín y Abel) y dar su nombre a un río de sangre.