ESPECTáCULOS › SE INAUGURA HOY UNA EXPOSICIÓN CON FOTOGRAFIAS DE JUAN RULFO
“Cada foto es un cuento no escrito”
La muestra que se puede ver en el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco incluye 175 imágenes tomadas por el escritor en sus viajes por México, y expresan su intuición para captar esencias.
Por Mariano Blejman
Se sabe que Juan Rulfo sacaba fotos con sus palabras. Pero casi nadie supo que sus fotos también hablaban. Porque los textos de Juan Rulfo están repletos de imágenes. Y sus fotos se parecen a cuentos relatados por él mismo. Entonces, o bien Rulfo mantenía en su cabeza esas imágenes que captaba con la cámara, o de algún modo esas historias visuales son los cuentos que Rulfo nunca escribió. “Antes que ser escritor era fotógrafo. En los lugares donde vivió sucedieron momentos bastante fuertes de la Revolución de México, con muchos movimientos de la gente, de la tierra, del país. El aprendió a ver antes que a escribir”, cuenta desde México Juan Carlos Rulfo, hijo del escritor y realizador de la película Del olvido al no me acuerdo. A fuerza de no tener mucho más para leer que El llano en llamas y la novela Pedro Páramo, sus fotos se hicieron conocidas y han despertado un inmenso interés alrededor del mundo. El escritor mexicano dejó un legado de 6000 negativos. Algunos estarán disponibles desde hoy hasta fines de noviembre en el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco (Suipacha 1422) con el nombre Juan Rulfo fotógrafo.
El mismo Carlos Fuentes dijo alguna vez sobre sus fotos: “Era como si Rulfo se asomase fuera de las tumbas de Comala para descubrir la luminosidad de las sombras”. Rulfo tenía capacidad, queda claro, para captar esencias. El tiempo, el desamparo, la muerte –que son los temas centrales en sus libros– son también motivo de estas imágenes que recrean el denso ambiente del México rural. “Buscó trabajos distintos y uno de ellos fue agente viajero. Tuvo la oportunidad de viajar mucho, y sus jefes le pedían que hiciera mapas de algunas regiones. Entonces agarraba cualquier brecha, se metía en lugares alejados y muy diversos y muchas de sus fotos fueron tomadas en esos lugares”, cuenta su hijo. La primera exposición importante de sus fotografías sucedió en 1980, durante un homenaje al escritor. Una de las últimas –que ahora llega a la Argentina- se inauguró en abril de 2001 en el Palau de la Virreina de Barcelona (Espai Xavier Miserachs). Es la muestra más completa hasta el momento. Sus fotos muestran un México agreste y entrañable, de atmósferas asfixiantes, de pobreza material y dignidad humana, que Rulfo elevó a un plano mítico para convertirse en uno de los mayores escritores de habla hispana.
“Cada foto es un cuento que no está escrito. Expresa paz y acción: la mayoría de las fotos son de gente, contemplando, mirando hacia afuera de cuadro, hacia un extremo”, dice Juan Carlos Rulfo. Existe un puñado de revistas, catálogos y libros que han publicado fotografías de Juan Rulfo, entre ellos Arquitectura de México (1994) y México: Juan Rulfo fotógrafo (2001) y otro puñado de libros críticos que analizó sus fotos como Béatrice Tatard Juan Rulfo photographe (París, 1994) y Eduardo Rivero Juan Rulfo, el escritor-fotógrafo (Venezuela 1999). La muestra tiene 175 fotografías retratadas en sus viajes por México. Rulfo tenía una mirada artística, aunque le interesaba la historia, la arquitectura y el arte mexicano. El escritor realizó más de 400 monografías sobre edificios y zonas arqueológicas, algunas con mapas y dibujos. Rulfo tiene textos sobre arquitectura. La carrera del Rulfo-fotógrafo es tan poderosa como la del Rulfo-escritor o la del Rulfo-publicista. Aunque, tal vez, la de Rulfofotógrafo sea la menos conocida. Sin embargo, las obras literarias y audiovisuales parecen indivisibles.
El mexicano Alberto Ruy Sánchez editor, escritor y director de la revista Artes de México, amigo de Rulfo, explicó para la presentación de uno de sus libros que lo que más le llamó la atención era “el carácter íntimo” de la obra: “En todos los encuentros personales que tuve con Juan Rulfo, la gran mayoría en la librería que estaba a la vuelta de su casa, El Juglar, nuestra conversación terminaba siempre en la fotografía. Hablábamos de literatura mucho tiempo, de rincones de México que pocosescritores conocían, y de fotografía”, dijo Ruy Sánchez. Según Ruy Sánchez, Rulfo admitía “las palabras como superficie recta, plana, que no gritan pero que si uno ve con cuidado son superficie rota, llena de texturas. Y su rotura es su valor estético”. Y ese valor estético es el que impera sobre su obra fotográfica.
Rulfo sabía que la realidad, cuando era transportada al mundo del arte, se alejaba de la verdad. “Cuando uno lee, tiene que fijarse en otra cosa”, dijo alguna vez. Según Ruy Sánchez, Rulfo solía enmarcarse en hondas discusiones sobre la técnica fotográfica y los tipos de papeles que se usaban para buscar esa imagen tan precisa, que Rulfo alcanzaba también (también y tan bien) con las palabras. Realizaba explicaciones técnicas sobre qué cámara y qué película lograba encontrar los intensos efectos para los sentidos. Como decía Ruy Sánchez “en la literatura se despierta al tacto entrándole por el oído, en la fotografía se le despierta llegando a él por los ojos. Pero tocar, oler, saborear, es parte de la composición”.
Juan Carlos Rulfo recuerda a su madre decir que “esas imágenes le daban mucha paz”. Pero esa escenas de paisajes y arquitectura se fueron transformando en fotos familiares, cuando la vida del escritor se convirtió en sedentaria. “La mayoría de las fotos son de los años ‘40 o ‘50. A partir de los ‘60 comienza a tener más estabilidad económica, trabaja en oficina, se volvió más urbano”, cuenta su hijo. La mayoría de las fotos que se verán aquí son de esa primera etapa.
Rulfo hablaba también de manera lapidaria. Viendo una foto dijo una vez: “La sombra es una cosa que se toca”. Podría haber sido una foto de Luvina, uno de sus cuentos, uno de sus pueblos, donde las pequeñas personas estaban más ausentes que las sombras. Rulfo era un hombre del llano en llamas, en un paisaje seco. Víctor Jiménez, impulsor y prologuista de algunos de sus libros fotográficos escribió alguna vez sobre sus fotos: “Palabras e imágenes de una desgarradura quieta, estable como una ruina o un templo olvidado. Todos los dioses han muerto en estas imágenes”.