ESPECTáCULOS › LOS PROGRAMAS DE ARACELI GONZALEZ Y VALERIA MAZZA
Dos modelos para los sábados
“Por ella” y los especiales de Mazza en Telefé construyeron un estilo que exaltó al familión, al “ser argentino” y al famoso de los de antes.
Por Julián Gorodischer
La modelo tiende a “armar living”: recibe en un ambiente decorado y promueve familias “sólidas”. Su ideal, en cualquier caso, es el familión, un poco extemporáneo pero con una justificación que vuelve: no hay nada más lindo que los “bebes” (dicho sin acento). Ella misma da el ejemplo: es mujer, madre, esposa y amiga. “No te quedes en un solo bebe”, pide Valeria Mazza a la entrevistada de “Esta noche invito yo”. Para Araceli González, en la misma línea, el mundo se reduce a un catálogo de “Más” y de “Pás”, hombres y mujeres sin nombre de pila, apenas invocados con vocal alargada y chillidos como latigazos. Si Araceli construye familias desde el título y razón de ser de su programa (“Por mamá” mutado en “Por ella”) y cada hombre o mujer son en tanto cumplen con su misión existencial (ser Más y Pás), Valeria se pone sus mejores trapos, se planta en el teatro-emblema de la ciudad y se limita a la pregunta light sobre la vida privada, ésa que consulta sobre el estado de niños, cónyuges y abuelos en una charla de vecinas (pero paquetas) y que termina siempre con lo que se espera de una flamante diva: que agradezca y halague. Si para armar living (o armar familia), Araceli apela a todos los vicios de lo barrial (entrar sin golpear, ser confianzuda...), Valeria prefiere el protocolo de la gala: que se anuncien antes y que estén a la altura con un número vivo.
La modelo está convencida de que, del otro lado, está mirando el hombre–bestia. El bestia mira a Araceli –se supone– para sentirse como en el barrio, y por eso las preguntas que se formulan (esto es una competencia, a no olvidar) apelan siempre al sentido común más básico. De hecho, las respuestas correctas son el resultado de una encuesta promedio que arroja supuestos hábitos o creencias mayoritarias. Las Más y los Pás no tienen que demostrar un saber sino más bien suponer qué es lo que quieren otras Más y otros Pás como ellos. Nunca deberán dar cuenta de un talento o destreza sino apenas acreditar su intuición para suponer qué le gusta al argentino (¡la media!). Entonces, una Má piensa y piensa y después adivina: “¿Qué le gusta ver a una mujer en la tele...? Mmhhh... ¡novelas!”. Es correcto, y se abraza a los chicos en actitud triunfal. Valeria, respingada y distante, abona a una creencia similar: el hombre-bestia quiere que se comporte como una aficionada en todo, que no se afirme en el rol de especialista, que pregunte y lo haga mal, que baile y lo haga mal, y siempre se justifique con esa afirmación que vuelve: “Estoy jugando”. El bestia tiene las cosas muy claras y sabe lo que se espera de una aprendiz de diva, que despliegue los tics de la farándula alla antigua: flores a las mujeres invitadas, numerito vivo (ser payaso en la 9 de Julio, nadar junto al campeón del mundo) y, sobre todo, que se vea esa construcción artificial del “somos todos amigos”. Valeria recibe a Tinelli, Guinzburg, Moria y Adrián Suar siempre con la misma performance en cinco actos: palmada, brindis, elogio, agradecimiento y souvenir.
En la noche de las modelos, Araceli es la “piba”: imposta el agudo, es chillona, lanzada y siempre, pero siempre, tira alguna bromita de tipo presexual. Lo suyo no es el doble sentido ni el golpe bajo; es una broma que esboza una media sonrisa, un chiste que pretende pero no llega a ser verde. Ella dice: “¿Cómo estamos de bolas?”. Pero, claro, está hablando de la acumulación de puntos representados por las bolas de bowling. El programa ayuda a que despliegue ese talento natural: un humor de tablón, pero para la platea; un repertorio de bromas de teatro de revista, pero en la función matiné. Araceli vuelve sobre el bufón, que es lo que más domina: “¿Y muchachos, les toco el pito?”. Claro que habla del silbato y su flamante condición de árbitro entre dos familias. La modelo es así: o se pasa de rosca o se mantiene detrás de la raya, como Valeria, que en su programa siempre dice lo que se espera: “Las mujeres soñamos con las plumas”, o “El argentino es...”, de cualidad intercambiable, un catálogo de posibilidades para el nuevo ser argentino devaluado (bufo, soberbio,mal educado), pero siempre dicho “con onda”, sonrisa y conclusión apresurada: “Pero yo amo a mi país, ¿eh? ¡Yo paseo por el mundo a mi bandera!”.