ESPECTáCULOS › “LET IT BE... NAKED”, EL DISCO DE THE BEATLES QUE ESPERO MAS DE TREINTA AÑOS
Canciones desnudas en la era del rock maquillado
El “nuevo” disco elimina todos los alardes de producción de Phil Spector y entrega aquello que caracterizó al grupo más influyente y creativo de la historia contemporánea: páginas que asombran por su sencillez y perfección, realzadas por una “limpieza” sonora que les da nuevo brillo.
Por Eduardo Fabregat
Al principio de todo, la clave estaba en el estribillo de la canción que titulaba el disco: “Get back, get back, get back to where you once belonged”. Después de dar cátedra en eso de convertir al estudio en un instrumento más, retorcer las convenciones y ampliar el universo de la grabación de música más allá de lo posible, a comienzos de 1969 The Beatles querían volver al lugar al que una vez habían pertenecido. Querían ser cuatro y sonar como una banda, “olvidarse de todos esos truquitos de George Martin” (John Lennon dixit) y tratar de encontrar el ojo del huracán que se estaba llevando por delante al grupo que cambió la historia de la música. La idea era aceitar la máquina Beatle, ponerse a tocar y registrar un documental para TV. Paul McCartney iba más allá: para él, la consecuencia de eso debía ser un regreso a la actividad en vivo abandonada tres años antes, cuando los Fab Four se cansaron del griterío que les impedía escuchar una mísera nota de lo que estaban tocando.
Esta vez, sin embargo, el griterío saldría de sus propias gargantas. La insistencia de McCartney en volver a escena, algo que exasperaba a George Harrison, fue sólo una de las muchas cuestiones por las que cada sesión en los estudios de filmación Twickenham se convirtió en una pesadilla. Girando sobre sí mismos, repitiendo trozos de canciones una y otra vez y atosigados por el equipo de técnicos y cámaras, los Beatles entraron en una espiral de frustración que contaminó a la música. Hartos de Twickenham, los músicos pararon la pelota, se trasladaron al bunker de su flamante compañía Apple y lograron recuperar algo del clima necesario para la tarea. Pero no hubo caso: el proyecto Get Back fue finalmente archivado, y los Beatles volvieron a su estudio preferido para darle forma al verdadero canto del cisne, una joya llamada Abbey Road, que cerraba apropiadamente con “The end”.
La historia, como (casi) todo el mundo sabe, no terminó allí. Con semejante material en los archivos, Phil Spector, creador de la pared de sonido y productor estrella del momento, fue convocado para darle forma definitiva a Get Back. Rebautizado Let it be, el disco apareció cuando los Beatles sólo se comunicaban vía abogados: entre varios hechos difíciles de tragar en la agria separación del grupo, resultó paradójico que hubiera sido el mismo Lennon quien llamara a Spector, que llenó el disco de truquitos, delays, orquestaciones, cambios de velocidad de cinta, coros y un largo etcétera.
Entonces, un dato central sobre el disco que acaba de aparecer en todo el mundo: Let it be... naked debería llamarse Get Back, pero el marketing pudo más, y se prefirió dejar bien identificada la fuente del asunto. Tal vez este “nuevo” disco de The Beatles no llegue a los 25 millones que lleva vendidos la recopilación 1 –anterior lanzamiento de un catálogo que parece inagotable, y que jamás aparece en la batea de “Ofertas”–, pero seguramente disparará una polémica curiosa: la discusión “¿Qué es mejor, los Beatles con Spector o los Beatles sin Spector?” no parece conducir a ninguna parte. En todo caso, el gran encanto de este Desnudo es el mismo de la serie An- thology o el remasterizado Yellow Submarine Songtrack, que es meterse en la cocina de semejante banda y acceder a una calidad de sonido que da nuevo brillo y presencia a dos elementos tan esenciales en The Beatles como las voces y las guitarras. Y que, por añadidura, rescata al gran Billy Preston del sótano en que la mezcla había confinado a su piano Rhodes.
Del resto se encargan las canciones, y Naked tiene con qué defenderse. Con respecto a Let it be, la lista presenta un nuevo orden y tres cambios: salen “Maggie Mae” y “Dig it”, ingresa “Don’t let me down”, a la vez que se agrega un segundo CD, Fly on the wall, con trozos de conversaciones y ensayos (aparece, por ejemplo, Lennon canturreando “Jealous guy” bajo el título de “Child of nature”), incluyendo charlas sobre el show que llegó a planificarse en Arabia, en un transatlántico y hasta en la Luna (!), para terminar en el célebre último concierto en la terraza de Saville Row. El núcleo de este band’s cut, de cualquier manera, pasa por tres canciones capitales. La primera en aparecer es “The long and winding road”, que bien podría servir de ejercicio para aspirantes a productores: con la versión 2003 a mano, las operaciones-Spector saltan al oído, y eso no tiene que ver sólo con violines y oboes que se pegotean al parlante, sino también con sutilezas que explican el tan mencionado enojo de McCartney con el resultado final. En aras de su visión del proyecto, el productor llegó al extremo de meter casi imperceptibles pausas en el fraseo de Paul (las más notables, en las líneas “Has left a pool of tears crying for the day” y “Many times I’ve been alone and many times I’ve cried”), afectando directamente la expresión del canto. La versión Naked resulta así más liviana, luminosa, límpida.
El otro gran tema de discusión para fans fue siempre “Across the universe”, que entre las invocaciones mántricas de Lennon (“Jai guru deva, ommmm...”), la pesada orquestación y arreglo de voces y un notable ralentado de la cinta, hoy parece la contracara de esta versión apoyada en la voz de John y una guitarra brillante, desempastada, tan simple como muchas de las ideas Beatle que hicieron escuela. Finalmente, “Let it be” elimina varias marcas registradas de Spector, que agregó al track original un amplio set de ecos en platillos y voces, una orquestación de tono épico y una serie de “rulos” de tambor en la estrofa final. Todo ello desaparece en Naked, así como el áspero solo de guitarra Telecaster: curiosamente, la toma elegida por los ingenieros/productores Paul Hicks, Guy Massey y Allan Rouse es un punteo de Harrison que parece de compromiso, un paseo por la escala para llenar los compases a la espera de la toma definitiva.
Liquidado el rubro “canciones con cambios notables”, lo demás es sutileza sonora para oídos más o menos entrenados. La era digital le da a este Naked una definición y calidad de sonido que es puro disfrute, sobre todo cuando el cuarteto se entrega a las tormentas rockeras de “I’ve got a feeling” y “I me mine”, o en las relecturas de las primeras influencias traducidas en “For you blue” y “One after 909”, o en las contracturas de “Dig a pony”, o cuando la dulzura infinita de “Two uf us” (“Vos y yo tenemos recuerdos más largos que el camino que se extiende ante nosotros”) alcanza niveles de luminosidad desconocidos. Todo ello hace a un disco conocido y a la vez nuevo, otra experiencia-Beatle para atesorar, otra gran excusa para renegar del silencio. Una tapa en negativo que viene a declarar que hoy, más de treinta años después, los Beatles al fin volvieron al lugar al que alguna vez pertenecieron.