ESPECTáCULOS

Un ritmo de tambores que no para de hacer escuela

La Chilinga empezó como proyecto didáctico. Se amplió y fue teniendo un color más local. El grupo del ex baterista de Los Piojos actúa esta noche.

 Por Cristian Vitale

Entre fiesta y fiesta, en medio de la agitación propia de esta época del año, La Chilinga aportará su ecléctico repertorio de sambas, candombes, murgas y malambos en un recital hoy a la noche en el ND Ateneo (Paraguay 918). “Vamos a salir afuera y hacer batucada –promete su fundador, Daniel Buira–. Siempre terminamos tocando en la calle y más a esta altura del año. Queremos recuperar la tradición callejera, luego de tanta prohibición por parte de militares y partidos políticos.” La autodenominada “agrupación de percusión popular” planea presentar varios bloques en escena –unas 70 personas en total– no sólo para inundar calle y teatro con sus repiques, timbales y redoblantes sino también para mostrar algunos temas que serán parte de su tercer disco Desembarque sureño de tambores. “Está pensado con ritmos de percusión nuestros, que están perdidos en el tiempo... en la desaparición de la raza negra y en el miedo. Acá hace más de cien años había una fuerte actividad rítmica negra. Queremos ir a ese punto”, agrega Buira, sobre el perfil estilístico del nuevo trabajo.
–Eso explica la historia de La Chilinga...
–Por un lado sí. Es una búsqueda de años, pero que recién hoy tomó un rumbo definido. Al principio, la actividad era traer información de afuera, ejecutar ritmos brasileños o cubanos. Hoy la cosa es quedarse acá y escuchar lo que pasa.
–Una búsqueda de identidad propia o rioplatense.
–Sí. Pero cuando se habla del Río de la Plata hay que tener cuidado porque se genera una discusión insólita entre lo uruguayo y lo argentino. Lo nuestro tiene que ver con Buenos Aires y su historia negra. La Chilinga hace música argentina, mirando el mapa al revés.
La figura que utiliza Buira conecta con aquella vieja idea de Arturo Jauretche de ubicar en el centro a los países denominados periféricos por las naciones poderosas, como una búsqueda de identidad cultural desligada de los dictados estéticos e ideológicos del primer mundo. Si bien el concepto no estaba tan claro en el primer trabajo editado en 1998 (Percusión), donde la agrupación sólo imitaba a las escolas do samba brasileñas o las murgas uruguayas del tipo de Falta y Resto, se tornó habitual con el paso del tiempo. Los trabajos con Peteco Carabajal en Andando (1998), Jaime Roos –invitado en el segundo disco Viejos dioses (2002)– o las colaboraciones con Egle Martin y Pedro Aznar, en su prodigiosa versión de Dicen que Dicen, le aportaron al grupo un aprendizaje capital y sobre todo una senda conceptual definida que recién hoy pueden mostrar como propia. “Estas experiencias nos enseñaron mucho... nos marcaron un rumbo”, admite el ex baterista de Los Piojos
–¿Qué lugar ocupa la ideología en el universo creativo de La Chilinga?
–No podríamos haber llegado nunca al estilo que tocamos si no nos moviéramos de cierta manera. Nuestra búsqueda tiene que ver con el golpe que tiene encima Argentina y, sobre todo, la raza negra argentina. Los tambores de La Chilinga reflejan lo que pasa. Son nuestra guía. No queremos hacer música copiando estilos de otro país y esto implica una ideología. No nos queremos mover para encontrar nuestra música, sino encontrarla donde está y, para lograrlo, tenés que tener una forma de pensar, una línea... si no te perdés.
La Chilinga nació como escuela de percusión en 1995, en una pequeña sala de ensayo de Martín Coronado. En aquel momento representaba una especie de proyecto paralelo de Buira, que aún ni pensaba en abandonar Los Piojos. Con el tiempo, el colectivo fue creciendo, incorporando bloques, profesores y ritmos –rumba, abakuá, marcha camión, iyesá–. Y participando en trabajos de muy reconocidas figuras de la música popular. Primero abrieron una filial en Florencio Varela, luego los llamaron para abrir otra en el Teatro San Martín y, dada la envergadura de la escuela –que hoy incluye 15 profesores y más de 300 alumnos– terminaron abriendo tres más. “Estamos llevando la escuela a un lugar muy popular. A un lugar en donde, más allá de la diferencia del color de la piel, los latinoamericanos estamos hermanados por la historia.”

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La Chilinga tocará en el ND Ateneo su repertorio de sambas, candombes, murgas y malambos.
“Son ritmos de percusión nuestros, que están perdidos en el tiempo”, explica Daniel Buira.
 
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