ESPECTáCULOS
Open 24, el experimento funk con un apellido célebre del rock local
Sus integrantes son hijos de Carlos Cutaia, tecladista de Pescado Rabioso y La Máquina. Pero su música tiene raíz e influencia negras.
Por Cristian Vitale
Carlos, el padre, es un histórico del rock argentino. O al menos una figura relevante de los ‘70: fue parte de dos grandes bandas de la época –Pescado Rabioso y La Máquina de Hacer Pájaros– y de otras no tanto, como aquel fugaz intento junto a su mujer, Carola, llamado CC Cutaia, que apenas logró editar un disco en 1979 llamado Rota tierra rota. Ezequiel y Lucas, los hijos, fueron concebidos en tiempos en que papi explotaba a bordo de La serpiente viaja por la sal, tema clave de Desatormentándonos. “El caso de Lucas está asociado con aquella época..., lo gesté mientras vivía en un pueblito medio hippie de Córdoba llamado Rumipal”, dice Cutaia padre. Pero el motivo de la reunión no es nostálgico. Ocurre que Lucas y Ezequiel, transformados en Open 24, editaron un disco, cuyo nombre no acuerda con sus genes: 100 % Funk. Sin embargo, Lucas desactiva la suspicacia. “La influencia se nota porque es tu viejo y viviste toda tu vida con él. El primer test es el suyo. Yo nací en una casa donde todo el día se escuchaba Led Zeppelin, Bill Evans o Hendrix, que mis compañeros de primaria no conocían.” Dos datos más confirman que la info genética existe. El primero es que Cutaia padre toca el órgano en la canción más atractiva del disco, One more. El segundo, que uno de los covers que Open 24 despliega en sus shows –el otro es Satisfaction, de The Rolling Stones– es Despiértate nena, el clásico de Pescado Rabioso grabado en 1972. “Si hay un concepto rítmico se simplifica todo. El fundamento de este estilo es el groove..., solo hace falta sentirlo. Me siento respaldado por ellos”, apunta Carlos.
Open 24 se formó en 1998, cuando los hermanos Cutaia se juntaron luego de intentar suerte por caminos separados. Ezequiel pasó de ser un fanático de Black Sabbath a tocar el contrabajo en la Orquesta Académica del Colón. “En un momento me dije ‘tengo que cortar con esto’, me parecía una deformidad”, apunta. Lucas, en cambio, deambuló un tiempo por bandas de rock hasta que las mujeres le cortaron la inspiración. “O tocaba rock o salía con mujeres”, comenta, derribando dos placeres a priori inseparables. Mujeres y excentricidades de lado, los Cutaia Brothers encararon un grupo que suena excesivamente negro, decididamente cool, cuyas canciones están cantadas en inglés por Flor Ciarlo. “Estamos en el cambio”, admite Ezequiel. “La idea es empezar a trabajar letras en castellano.” La razón que los llevó a cantar en inglés está asociada a Walt Whitman. Ezequiel tomó varios poemas de Hojas de hierba y los musicalizó a puro funk. “Preferimos cantarlas en su idioma original, coincidían con la sonoridad del grupo”, justifica. La pequeña historia de los Cutaia permite asociarlos a otro clan, el de los Spinetta. Diferencias al margen, la síntesis sería: dos históricos del rock nacional con hijos que miran demasiado al norte. Lucas y Ezequiel dicen que la comparación con Illya Kuryaki no tiene demasiado sentido. “Ellos usaban mucho rap o hip hop, nosotros somos más melódicos. Nos identificaría más que nos asocien con el disco solista de Dante.”
–Conforman un grupo bastante alejado del espíritu del rock argentino. ¿Qué piensa Carlos al respecto?
Carlos Cutaia: Lo mismo que podría pensar Spinetta de su hijo. Creo que etiquetar “rock nacional” es complicado. La música que hacen mis hijos conforma de alguna manera parte del rock nacional porque, en definitiva, ¿a qué se llama rock nacional?
–Eso, ¿a qué?
C. C.: Es como un espíritu que tiene que ver con el rock en un principio, pero que después se transforma. En el caso de Open 24, tal vez sea distinto el esquema que se toma para componer. Pero creo que el espíritu lo tienen.
L. C.: No comparto del todo. Me parece que la sonoridad del grupo está bastante lejos del rock nacional.
E. C.: Para mí lo que hacemos es música negra hecha por italoargentinos. Nuestra cuna es Africa. Yo muero por la música negra.
L. C.: Es el lugar musical donde estamos parados, más allá del barrio o el país en que vivamos.
–¿Son conscientes de que el género que desarrollan, al menos en Argentina, tiene un mercado limitado?
E. C.: Lo sabemos. De hecho a Illya Kuryaki le fue mejor afuera que acá. El disco de Dante es todavía más hermético, lo toca acá porque quiere. Igual, no tenemos ningún plan económico o comercial. Nuestra inquietud es íntima, pasional.
–El mercado está copado por las bandas promocionadas como de rock barrial que, además de la música en sí, generan un sentimiento de pertenencia poco probable para lo que ustedes hacen...
E. C.: Es real, como también lo es la máquina comercial que te impone Coca-Cola. Pienso que si pusieran todo el tiempo canciones de nosotros en TV la gente las terminaría consumiendo.
L. C.: Igual, la cantidad de seguidores que tengas no explica si lo que hacés está bueno o no. Siempre define la subjetividad.