ESPECTáCULOS › EUROPA EUROPA ESTRENA HOY UN ESPECIAL SOBRE FELLINI
Vuelve Federico el Grande
El especial Soy un gran mentiroso combina recuerdos y reflexiones del director de 8 y 1/2 con algunas escenas de sus películas.
Por Horacio Bernades
“No suelo ver mis películas. A veces, cuando de casualidad me enfrento con alguna de ellas, me pregunto quién hizo eso. Es como si las hubiera hecho otro. Otro con el que convivo y que es el que toma todas las decisiones en el set, sin consultarme.” Federico Fellini: Soy un gran mentiroso se llama el documental que hoy a las 22 estrenará el Canal Europa Europa (30 de Cablevisión y Multicanal, 34 de Telecentro), y que corona el ciclo que esa señal dedicó, a lo largo de todo el mes, al más célebre de los cineastas italianos. Realizado por el británico Damian Pettigrew y producido por dos de las más prestigiosas cadenas de televisión del mundo entero (Canal Arte de Francia y el Film Four inglés), la televisión francesa emitió por primera vez Soy un gran mentiroso a mediados de 2002. Con lo cual la película de Pettigrew representa el más reciente aporte al rubro “documentales sobre Fellini”, bastante grueso a esta altura.
El cuerpo central de Sono un gran bugiardo es una larga entrevista que el realizador le hizo a Fellini en 1992, un año antes de su muerte. Con 72 años y cargando casi medio siglo de cine encima, al maestro se lo nota cansado, ligeramente melancólico. Igual, se presta a la entrevista con su habitual cortesía, su voz frágil, su fraseo pausado y respuestas sopesadas. Cortesía que en algún momento del documental Donald Sutherland pone seriamente en cuestión, cuando recuerda el rodaje de Casanova (1976). “Era un déspota, un tirano, un dictador, un demonio”, dice Sutherland, sin más adjetivos a mano, y algún otro testimonio parece corroborar sus palabras. Como cuando alguien asegura que si su actor fetiche fue Mastroianni, fue porque Marcello jamás preguntaba nada. “Hacía todo lo que Federico le pedía, y entre toma y toma dormía.” “Fellini tenía reacciones infantiles, podía llegar a gritar y ponerse histérico, como un chico”, apunta alguien por allí, y el propio Sutherland busca explicar esas neurosis apelando al choque entre las fantasías del artista y la necesidad de concretarlas físicamente, como lo exige el cine.
Con testimoniantes como Giuseppe Rotunno (director de fotografía de Fellini desde fines de los ‘60), Tullio Pinelli (coguionista de sus principales capolavoros) y Dante Ferretti (su director de arte, desde Ensayo de orquesta en adelante), un locuaz y siempre elegantísimo Terence Stamp (que recuerda anécdotas del rodaje de Toby Dammitt, el famoso episodio de Historias extraordinarias) y hasta Italo Calvino (que generaliza brevemente sobre la creación artística), Soy un gran mentiroso contrapuntea recuerdos y reflexiones de Fellini con escenas de algunas de sus películas (sobre todo esa suerte de confesión-apenas-en-clave que fue 8 y 1/2), alguna que otra imagen del realizador en rodaje y rincones de su ciudad natal de Rimini. Sin Rimini, películas como Los inútiles o Amarcord jamás hubieran existido. A lo largo de 100 minutos, los temas sobre los que más abunda Federico el Grande son, como era de esperar, todos los relacionados con la creación (“en cine, una operación de alta matemática”), la memoria (“todo lo que recuerdo es inventado”), la realidad (“cuando no estoy en un set de filmación me siento en el exilio”) y la invención (“crear mundos es, para mí, un ritual de autoprotección”).
De particular interés resulta la escena de Casanova en la que el protagonista se besa con un morochón (no quedó en el montaje final), así como ciertos fragmentos de la eternamente postergada Il viaggio di Mastorna. Y, claro, las escenas en las que se ve a Fellini en acción, dirigiendo con traje, corbata, sombrero y manipulando a sus actores como títeres. Es precioso el instante en que los técnicos instalan y luego sacuden el célebre mar de celofán de Y la nave va (para dar “efecto olita”) y resultan más rechinantes que nunca los gritos y gesticulaciones del inefable Roberto Benigni, que actuó para él en Las voces de la luna y cuyas estrepitosas intervenciones (en inglés, para peor) son como cañonazos, que bombardean el arrullo de la voz de Fellini.