ESPECTáCULOS › MONICA GIRAN EN LA GALERIA RUTH BENZACAR
Contraste entre arte y vida
Después de tres años, la artista nacida en la Patagonia y formada en Suiza, vuelve con una muestra individual de dibujos y pinturas donde la clave está en los contrastes.
Por Fabián Lebenglik
Como en su anterior exposición (Obrador-Corner Pieces, 1999, galería Ruth Benzacar), Mónica Girón (1959) vuelve a presentar una muestra que se define de entrada por un fuerte contraste visual entre dos partes que finalmente deben considerarse como totalidad.
La noción de contraste puede tomarse como un principio constructivo de la obra de esta artista, no solo entre los componentes de una misma muestra sino también entre una muestra y otra. Girón desde hace veinte años se mueve cómodamente a través de las más diversas técnicas y materiales: pintura, dibujo, uso de fotografías, esculturas, tejido, escultura, cerámica, instalaciones, luz, sonido...
La artista nació y vivió en la Patagonia hasta los veinte años. Hizo su formación artística en la Escuela Superior de Artes Visuales de Ginebra (Suiza), entre 1979 y 1984. Desde 1985 vive en Buenos Aires. En 1994 fue seleccionada para participar del Taller de Barracas, organizado por la Fundación Antorchas. Participó en exposiciones en la Argentinas y cuenta con una importante carrera internacional: integró la exposición antológica itinerante “Arte de Argentina”, organizada por el Museo de Arte Moderno de Oxford (que sirvió como muestra inaugural del Centro Borges, en 1994); participó de la V Bienal de La Habana (1994), así como de importantes exposiciones en México, Venezuela, Brasil (Bienal del Mercosur en Porto Alegre), EE.UU., Alemania, Suecia, Chile y en la Feria ARCO de Madrid. En los últimos años ha presentado varias muestras en Ecuador, donde además dictó seminarios y fue curadora de un proyecto para la Bienal de Cuenca. Trabajó en un programa de artista visitante en Bergen, Noruega. Actualmente da seminarios y clases en su taller de Buenos Aires.
Hace tres años, en su exhibición anterior, la artista subdividió la sala en dos espacios contiguos. Por una parte una sala aparentemente vacía, pero en la que, a medida que el espectador se desplazaba, se activaban dispositivos sonoros y de iluminación que le permitían descubrir al visitante las pistas para seguir un recorrido e intuir un sentido. Por una parte en las paredes iban apareciendo textos poéticos escritos con pintura fluorescente blanca a los que sólo se podía acceder en determinadas posiciones y condiciones de luminosidad y sombra. Al mismo tiempo, una serie de sonidos modulaban, entre gemidos y cantos, las cinco vocales del alfabeto.
En ese supuesto espacio vacío la artista lograba poner en escena –con luz, sonidos y textos semiocultos– la articulación del lenguaje, desde el origen hasta el punto de mayor desarrollo y refinamiento: la constitución del lenguaje poético, donde se expresarían todas las potencialidades, todo lo que es posible de ser dicho y también lo no dicho. Esta sección de la muestra también evocaba de manera compleja el fenómeno de la lectura, desde la fisiología hasta la comprensión (en una escala evolutiva: cómo y qué ver, cómo y qué mirar, cómo y qué leer, cómo y qué interpretar).
En la sala contigua, las “Corner Pieces” funcionaban como un nuevo sistema de contrastes. Allí se combinaban y distribuían, por una parte, recortes circulares de frazadas, reunidos en pilas de alturas variables y, por la otra, piezas de cerámica bellas y extrañas, de colores, texturas y formas diferentes. Las diferencias se jugaban en todos los niveles de percepción: no sólo en los materiales y texturas, sino también en los colores, volúmenes y en la disposición de los mismos en el espacio. Todo estaba estructurado a partir de lógicas aparentemente opuestas.
Precisamente, en ese juego de oposiciones, relaciones y contrastes, también se organiza la nueva muestra de Girón, Nacer igual.
Desde el título, Nacer igual supone varios sentidos, según la función que se le otorgue a “igual”. Entre otros puede adquirir el sentido de “nacer a pesar de todo”. También puede pensarse como “nacer iguales”. Según seelija uno u otro sentido, la interpretación será más o menos política, utópica o sólo fisiológica, suponiendo que la vida se abre camino, tozudamente.
“La serie Nacer igual –explica Girón en el catálogo– es un conjunto de dibujos/pinturas. En líneas generales tiene que ver con dejar aparecer una forma nueva, y esa forma nueva construye su propia memoria. Se trata de dibujos muy simples sobre papel, y pinturas abstractas realizadas en acrílico sobre tela. En ambos casos traté de utilizar recursos mínimos que, situados en paralelo, obligan a un ejercicio de búsqueda del centro de la composición o de la concentración, cuestión que no parece poder resolverse sino en una fluctuación muy rápida de conciencia y mirada que recomponen el lugar de la comprensión.”
La exposición se compone de pinturas y dibujos contrastantes y complementarios, colocados como dípticos: una pintura con un dibujo. Por una parte los dibujos a lápiz muestran imágenes de bebés con un detalle de color en los ojos. Varios de esos bebés están como sumergidos hasta la cintura en un sistema de círculos concéntricos que podrían pensarse como la evocación de un medio acuoso, o como la simbolización de un nacimiento, en el momento mismo en que se produce.
En los dibujos, la artista fija su atención en la mirada de esos personajes con ojos bien abiertos y de colores, como expresando una repentina madurez y una conciencia plena. Son bebés que sugieren un estado de vigilia, que todo lo preguntan, lo padecen y lo saben.
Junto con los dibujos, el contraste se da (como en su muestra anterior) por contigüidad: una serie de pinturas geométricas y abstractas, presentan pautas y compartimentaciones de estructuras similares, con patrones de variación de colores, valores, escalas, luminosidad. Es una gradación, a veces armónica, a veces chirriante, que impacta en la retina por la diferencia estilística radical respecto de los dibujos. Como si se tratara de dos artistas diferentes.
La mudez de las grillas, su “superficialidad”, toma en el conjunto de la obra el lugar de la pura autorreferencia, de la “liviandad”, remitiendo todo a nociones técnicas como la textura, la percepción de la forma, la luz y el color.
En conjunto, conforman una reflexión sobre lo real, sobre la posibilidad de representación, sobre la relación siempre posible entre vida y obra, no sólo como categorías de análisis sino también como señales autobiográficas y como interrogación del lugar del artista ante la mirada del espectador. (Mónica Girón, Nacer igual, en la Galería Ruth Benzacar, Florida 1000, hasta el 20 de abril)