ESPECTáCULOS › FERNANDO “PINO” SOLANAS FILMA LOS CACEROLAZOS Y LOS ESCRACHES
“Será como la nueva ‘Hora de los hornos’”
Estaba preparando una película por encargo, una coproducción con Europa sobre una novela de Isabel Allende. Pero al volver en diciembre a la Argentina, el director de “El exilio de Gardel” se chocó con una realidad que no pudo dejar de reflejar. “Quiero condensar lo que sucede”, afirma.
Por Mariano Blejman
“Esto es un suicidio producto de cabalgar encima de un modelo ajeno”, define Fernando “Pino” Solanas, el cineasta que desde La hora de los hornos hasta La nube no ha cesado de interrogar a la Argentina con su mirada crítica, intransferible. Tal vez por eso ahora salió a la calle, a mirar con sus propios ojos el derrumbe nacional. El director de Tango, El exilio de Gardel y Sur estaba en la etapa de preproducción de Afrodita, versión del libro de Isabel Allende. Llegó al país para filmar el 17 de diciembre, en pleno corralito. El colapso general que siguió a la caída del gobierno de De La Rúa interrumpió el proyecto y, ante la imposibilidad de seguir con Afrodita, decidió salir a filmar a la calle, sin un objetivo demasiado preciso. Ahora, confiesa Solanas a Página/12, se le han ido reorganizando esas imágenes truncas de un país que parece naufragar en todos los intentos.
–¿Por qué salió a filmar la calle en estos días?
–Filmo cuando hay acontecimientos interesantes, para no perderlos. Lo hice durante toda mi vida. Aunque ahora he comenzado la historia al revés. Porque estoy en los prólogos de un film que todavía no termina. Todo ha sido fuente de inspiración y acercamiento. Estoy desarrollando un guión mientras sucede. Quiero hacer una reseña histórica desde la dictadura hasta De la Rúa. Esta última década produjo las consecuencias más terribles del modelo neoliberal argentino. Vendieron todo, aumentaron la deuda externa al triple, nos dejaron una mancha de pobreza del 40%, para tener el exitoso panorama de crecimiento “cero”. La Argentina hizo servidumbre de recetas del Fondo. La clase empresarial contribuyó al suicidio colectivo, aplaudiendo los diez años de “pizza con champagne” y el endeudamiento progresivo, que terminó con U$S 100.000 millones en el exterior. Quiero hacer un fresco de este vaciamiento argentino.
–¿Cómo puede contribuir el cine en esta crisis?
–Un film documental es un testimonio vivo, un ensayo, una reflexión. En lugar de escribirlo con palabras lo hago con imágenes. El cine es una síntesis expresiva muy fuerte. Y si algo nos caracteriza a los argentinos es que tenemos una pérdida de memoria. Por eso es bueno recuperarla, aunque sea como síntesis. Porque eso da contundencia. Quiero condensar lo que sucede, atar hilos y cabos. Una película no podrá reemplazar a un gran ensayo escrito. Pero en la difusión masiva le gana por lejos.
–¿Pero qué quiere hacer?
–Inventar la película, que es lo más difícil. Ver donde otros no ven. Y meter a los protagonistas dentro del rectángulo. El cine da una realidad rectangular. Es que esta historia tiene un lado sensible. Si la cámara me permite conocer las historias de los responsables, los verdugos y las víctimas, es interesante. Quiero humanizar el relato. Estoy testimoniando los acontecimientos con un pequeño equipo digital, para no perderlos. Será la continuidad fílmica de La hora de los hornos: han pasado 25 años.
–¿Cómo le fue con Afrodita, la película que estaba haciendo en España?
–Afrodita me tuvo desde julio del año pasado en Europa. Está coproducido por España, Francia, Italia y Suiza, inspirado en el libro de Isabel Allende con un elenco europeo. Volví a Buenos Aires para filmar una sola semana, empezaba el 17 de diciembre. Cuando llegué estaba a pleno el corralito. Era imposible producir y sacar un peso del Instituto, donde teníamos un crédito por la parte local. La caída del gobierno dejó vacante el INCAA. No pudimos sacar la plata, ni estirar los plazos de actores y técnicos. Así que la película se murió. Fue otra gran tragedia.
–¿No puede reflotarse?
–Está suspendida. Ojalá que pueda hacerse algún día. Es mi primer proyecto profesional: me llamaron para hacerla. Aunque parece que vengo siguiendo una mala racha. Por ahora se paró.
–La producción, ¿no se favorece por la devaluación?
–Creo que sí. Los costos argentinos eran más caros que en España. Ahora eso puede cambiar.
–¿Cómo vivió esos días de diciembre?
–El “argentinazo” me sacó de casa. Hay que estar muy enajenado para no salir con lo que vive el país. El pueblo soportó una represión sin precedentes: en dos días 28 muertos. Sentí un campanazo como no lo había sentido en los años anteriores, tan deprimentes en los que coloqué mi energía fuera del país. Hace 40 años que participo de la política y del cine. Yo fui uno de los primeros en denunciar que el plan Cavallo traería una ola de desocupación, con fuga de capitales inédita. Estoy en contra de la corporación profesional de los políticos.
–¿Está a favor del “que se vayan todos”?
–Que se vayan los que traicionaron el mandato del voto. Pero creo que habrá que sacarlos con una buena avalancha de votos en contra. Los políticos tienen mañas difíciles de cambiar. En eso me puse sin especulación a registrar con el mayor rigor. Al salir a la calle recibí el estímulo de la gente. Quise testimoniar ese estado de asamblea espontáneo. La gente debatiendo en una esquina, un quiosco, una plaza. Y me di cuenta de que hacía falta hacer memoria y reflexión. Sobre todo de los diez años del menemato. Cuando osábamos criticarlo nos tomaban por tremendistas.
–¿Se quebró el proyecto neoliberal?
–No está muerto, pero ha sufrido una gran fisura. La Argentina después del “argentinazo” no es la misma. Sin embargo, se sigue insistiendo en la ayuda del FMI. Duhalde sabe que los préstamos del Fondo serán para que la Argentina pague la deuda. Aunque, la mayor preocupación de Estados Unidos es Brasil y el eje Brasil-Argentina. Son los años de ALCA versus Mercosur. No es una elección menor la de Brasil. Pero estamos frente a la derrota de salir de la convertibilidad. Eso es gravísimo. Argentina tiene dos destinos estratégicos posibles: el Alca, o la renuncia a ser un país soberano, la dolarización y la pérdida definitiva de la soberanía. O una nueva moneda única del Mercosur, que defienda la región.
–¿Tiene alguna idea de plazos con su nuevo proyecto?
–Me propongo hacerlo en un año. Más que un simple testimonio esto será la composición de una película de género libre que integre recreaciones, ficciones, citas de otras películas y un gran trabajo de montaje. Aspiro que no baje de dos horas.
–¿Y el nombre...?
–El nombre es lo más difícil de todo. Cuando hicimos La hora de los hornos se nos ocurrió cuando ya la teníamos terminada.