EL PAíS › SONIA CAVALLO SE HIZO CARGO DE LA DEFENSA POLITICA DE SU MARIDO
El rey está preso; viva la reina
Se puso al frente de la estrategia para defender a Cavallo. Desde que llegó, acicateó a sus abogados y se reunió con los dirigentes de AR. Ve una conspiración detrás de la detención y se queja de que su amiga, Chiche Duhalde, no la ha llamado.
Por José Natanson
Con tanto enojo, Sonia Cavallo ni siquiera se hizo un tiempo para las lágrimas. Apenas llegó de los Estados Unidos, la temperamental esposa asumió el control de la delicada situación que atraviesa su marido: se reunió con los abogados, a los que les exigió una serie de precisiones que no tenían, dio instrucciones a los pocos políticos que aún lo respaldan y decidió hacerse cargo en forma personal de una contraofensiva comunicacional que comenzará hoy, cuando se presente en el programa Hora Clave, que conduce Mariano Grondona. Indignada, Sonia sospecha que un sector del Gobierno podría estar detrás de la decisión de Julio Speroni y está furiosa con su antigua amiga, Hilda “Chiche” Duhalde, de quien no recibió un solo llamado desde que detuvieron a su esposo.
Acostumbrados a la férrea conducción de Cavallo, es natural que su entorno (reducido últimamente a un puñado de dirigentes de segunda línea, algunos economistas y un nutrido equipo de abogados), haya reaccionado con cierta lentitud luego de la sorpresiva detención del jefe máximo. Hasta ahora, todo se limitó a las visitas, un pálido comunicado de respaldo partidario y el desconcierto de los abogados.
El jueves, a las nueve de la mañana, Sonia llegó a Buenos Aires en un vuelo de American Airlines procedente de Miami. Un rato después ingresaba al escuadrón de Gendarmería en un camión para reunirse durante 45 minutos con su marido preso. Salió golpeada, pero convencida de que su rol no se limitará a conseguirle ropa más grande que la que le dieron en la prisión, mejorarle la comida o enseñarle a usar el calentador para hacer mate. Cree que, ante la ausencia de Cavallo, ella es la encargada natural de la situación. “Si no está él, estoy yo”, explicó a un legislador cavallista.
El jueves y el viernes, Sonia se reunió con los abogados de Cavallo, Rafael O’Gormann y Eduardo Oderigo, para profundizar en los aspectos técnico-jurídicos de la causa. Descubrió, sorprendida, que los dos defensores –en realidad, cabezas visibles de un estudio integrado por decenas de letrados– saben tanto sobre la causa como ella.
Le explicaron que la detención fue una medida que nadie esperaba, que el expediente es gigantesco y que recién ahora se habían puesto a estudiarlo en detalle. Le adelantaron, también, que no creen que prosperen los pedidos de excarcelación y que el procesamiento es casi seguro. “Esto es un disparate”, fue la definición de Sonia.
Pero las cuestiones judiciales son sólo un costado de un asunto mucho más complejo. Como eterna acompañante de Cavallo, Sonia sabe que las causas estridentes se ganan en los juzgados, pero también en los medios.
Notó, preocupada, que los cavallistas más conocidos –como Armando Caro Figueroa– no han dicho ni mu sobre la detención. Y que, ante la ausencia de figuras conocidas, la defensa pública de su esposo quedó en manos de un puñado de leales, hombres esforzados aunque no muy conocidos y, por lo tanto, poco atractivos a las cámaras de televisión.
Para saldar aquel déficit, Sonia ha decidido retomar el contacto con los medios, que antes sólo aceptaba en vísperas de elecciones. Empezará hoy por la noche, con una entrevista con Mariano Grondona, para la cual se preparó ayer por la tarde en su departamento de Libertador junto a algunos asesores de su esposo.
El último capítulo de la historia, el más delicado, es el político. A diferencia de otros integrantes del entorno de su esposo, Sonia sospecha que el Gobierno –o al menos un sector– está relacionado oscuramente con la decisión del juez Speroni. Algo de esto conversó con Cavallo ayer, en una visita a la prisión de Gendarmería junto a sus hijos Eduardo y Alberto.
Desde luego, Cavallo también tiene dudas, pero no está del todo convencido con la hipótesis conspirativa: conserva algunos amigos en la estructura duhaldista que le han jurado, una y otra vez, que el Gobierno no tuvo nada que ver con su detención. Por eso Sonia aún no ha decidido sihoy, cuando empiece su contraofensiva comunicacional, hará públicas sus sospechas.
En cualquier caso, está indignada con la actitud de muchos funcionarios que creía amigos de su marido y que –salvo excepciones, como el ministro de Economía, Jorge Remes Lenicov– optaron por el silencio.
Pero su enojo se concentró especialmente en Chiche, con la que compartió más de un té con macitas allá por 1999, cuando Cavallo era candidato presidencial y Duhalde buscaba su apoyo en caso de ballottage. Con el tiempo, el Mingo ingresó al gobierno de la Alianza y las dos mujeres se fueron distanciando. Aunque admite que no se veían desde hace algún tiempo, cree que su antigua amiga podría haber hecho más por su situación actual. “No puede ser que no se dé cuenta de que todo esto es ridículo”, se queja Sonia ante quien quiera escucharla.