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Los mexicanos lloran a “La generala” María Félix

A los 88 años, murió ayer la última gran diva del cine mexicano con proyección internacional, amada por Diego Rivera, Agustín Lara y Jean Gabin. Inspiró a artistas como Buñuel y Jean Renoir.

La muerte de María Félix, conocida popularmente como “La Doña” y “La Generala”, dejó ayer al cine mexicano sin su última gran diva, que trascendió largamente las fronteras de su país y sirvió de inspiración a artistas como el muralista Diego Rivera, el director español Luis Buñuel y el francés Jean Renoir. Con su ceja derecha arqueada hasta una altura imposible y una belleza impactante, María Félix, quien murió a los 88 años, se abrió paso en el cine y en la vida con una personalidad avasallante. Entre su medio centenar de películas se destacan Doña Bárbara (1943), basada en el libro homónimo del escritor venezolano Rómulo Gallegos, La mujer sin alma (1943), La devoradora (1946), French Can Can (1954, con Jean Gabin), Los ambiciosos (1959, con Gérard Philippe), Mesalina (1951), La cucaracha (1958) y La generala (1969).
María Félix era sólo una principiante y el actor Jorge Negrete una figura consagrada cuando se conocieron en la filmación de El peñón de las ánimas (1942), la primera película de la mujer que pronto sería el mayor icono del cine mexicano. El charro cantor, que estaba furioso con la elección de una jovencita debutante para secundarlo, le espetó: “Hablando a lo macho: no pienso servir de escalón a muchachas inexpertas que quieren hacer carrera en el cine a mi amparo”. Pero ella, que tenía 24 años y era medio tartamuda, ya gozaba de una buena dosis de ese carácter fuerte que iría perfeccionando con los años: “Señor Negrete –le respondió–, hablando a lo hembra: admito que usted es muy bueno como cantante, pero como actor es malísimo”.
María Félix tuvo a sus pies a hombres como el compositor Agustín Lara, que escribió para ella la célebre tonada “María Bonita”. Acaso esa canción terminó de seducir a la artista: “En el momento en que tocan eso, se te pone la cintura de 40 centímetros, te sientes inteligente, te sientes adorada, es una canción que dice todo”. Dicen que ella tenía 14 años cuando lo escuchó cantar por primera vez en la radio, y quedó tan impactada que le aseguró a uno de sus hermanos: “Algún día me casaré con él”. Cuentan que Lara era tan flaco y tan poco atractivo al lado de su mujer que una tarde, cuando llegaron a la plaza de toros, él vestido de negro y ella luciendo su belleza, alguien gritó: “María, viniste a los toros con paraguas”. En su lista de amores felices y contrariados, no debe excluirse al muralista Diego Rivera, que la cortejó en vano, al galán francés Jean Gabin y al propio Negrete, que después de los odios iniciales llegó a convertirse en su tercer marido. Luego se volvió a casar con el magnate francés Alex Berger, del que enviudó en 1976. En los últimos años se le conoció una relación con el pintor Antoine Tzapoff.
El rostro, el carácter y la voz de María Félix despuntaron en un cine mexicano que andaba necesitado de nuevas figuras, hasta que se convirtió en una leyenda. Autodefinida como una mujer con corazón de hombre, María Félix tuvo la oportunidad de conocer al filósofo francés Jean-Paul Sartre y a Eva Perón, así como a Ernesto “Che” Guevara y a Fidel Castro antes de que fueran revolucionarios famosos. Ganó numerosos premios en el cine mexicano y fue homenajeada en el festival internacional de films dirigidos por mujeres en Créteil, Francia, e invitada de honor en el Primer Festival de Cine de Madrid. El gobierno francés –vivía seis meses en París y otros seis en México– la distinguió con las órdenes de “Chevalier” y la ascendió con la de “Commandeur” en la Orden de las Artes y las Letras, colocándola en el mismo nivel que su compatriota y también fallecido escritor Premio Nobel Octavio Paz. El mismo Paz, y otros literatos mexicanos como Carlos Fuentes, Luis Spota, Carlos Monsivais, Salvador Novo y Elena Poniatowska hicieron de la vida de Félix un personaje de sus obras, acrecentando el mito. Jean Cocteau llegó a decir: “Es tan hermosa que duele”, pero ella replicó: “No basta con ser bella, hay que saber serlo”.
Una de las grandes pasiones de María Félix eran los caballos. Una vez un periodista le preguntó si los prefería antes que a los hombres, a lo cual respondió: “Me casé varias veces. Siempre con hombres. Con caballos nunca”. Y cuando el periodista le preguntó si sentía que al montar estaba por arriba de todo, María, con su proverbial estilo, le contestó: “Para estar encima del mundo, no necesito caballo”.

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María Félix, una artista de una personalidad avasallante.
 
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