ESPECTáCULOS › MURIO LUCHO BENDER, EL DIRECTOR DE LA NOTABLE “FELICIDADES”

La tristeza de una carrera truncada

Realizador de publicidades premiadas y viajero incansable, Bender sorprendió hace cuatro años con un film que cruzaba raras historias en una larga noche de Navidad. Murió en España, de un infarto.

 Por Mariano Blejman

Podría ser uno de esos futbolistas que tienen todo para triunfar y se retiran antes de tiempo. El gran cineasta rosarino Lucho Bender tenía toda una carrera por delante, pero se retiró antes de tiempo: murió el martes a las 2 de la mañana por un infarto en Barcelona, lejos de su mujer Micaela y sus hijas Lola de 2 años y Catalina de 4. Catalina, decía él, era melliza de su opera prima Felicidades, que fue seleccionada para representar al cine argentino en el Oscar del 2000. Tenía una larga carrera en la publicidad, donde había ganado decenas de premios. Su próxima película iba a ser Chon y había escrito el guión junto a Pablo Cedrón (también coguionista de Felicidades). La trama era la relación entre un padre, guía de turistas de El Calafate, y su hijo. Iba a tener coproducción con España, con Norma Aleandro, Pepe Soriano o Hugo Arana, probablemente. “Estoy muy apenado por su muerte, me impactó porque tenía todo por hacer. Teníamos una historia de trabajo en conjunto. Le tenía un enorme aprecio, era un cineasta de muchísimo talento. Tenía deseos de hacer cosas, muchas películas por delante”, dijo ayer Fabián Bielinsky, que estrenó Nueve reinas con una semana de diferencia en el 2000.
Martín Larumbe, socio de Bender, contó a Página/12 que “Lucho estaba de viaje en Barcelona, se sintió mal, llamó a la ambulancia y cuando llegó, ya había fallecido. Un recepcionista del hotel intentó reavivarlo, pero era tarde”. Dos motivos lo habían llevado a España: la posibilidad de filmar una publicidad y cerrar acuerdos de coproducción para su film. Bender no tenía antecedentes que premeditaran este desenlace. En España buscaba cerrar la coproducción para rodar en septiembre. “Era muy sano, sólo fumaba, pero cero noche, cero joda”, dice Larumbe.
Chon iba a ser “una especie de western”, según sus palabras, donde un grupo de gauchos eran tomados por delincuentes debido al auge del turismo en los glaciares. Había fantaseado con tener a Robert Duvall en uno de sus papeles y no era la primera vez. Unos años antes, Bender había intentado hacer un film con M4 film, una sociedad de Cuatro Cabezas con Metrovisión, llamada La fuga de Beresford. Su guión es, a la distancia, curioso: comenzaba después del suicidio de un director, quien permanece ahorcado 14 horas en un bosque, ya que los peritos tienen que constatar los pormenores de una muerte dudosa. Era “una tragicomedia, de humor cáustico, a veces negro”, definió Bender. Para entonces aspiraba conseguir actores como Anthony Hopkins, Duvall o Gene Hackman. El proyecto no anduvo.
Había una lista de cosas que a Bender no le gustaban del cine nacional. Por ejemplo, el sonido: “Odio las películas en las que no se entiende nada”. O la forma en que habla la gente: “Estoy cansado de la 9 de Julio con un tango de Piazzolla”, dijo. Para Felicidades aportó el 70 por ciento del capital, los ahorros de 15 años de trabajo. En 1976 había llegado a Buenos Aires con la idea de estudiar cine. Durante la dictadura se fue a vivir unos años a Los Angeles, donde fue mozo, y después emprendió un viaje por América en ómnibus y tren. Volvió a la Argentina con planes de irse, pero estalló la guerra de Malvinas y se fue quedando. En la primavera alfonsinista realizó cortos y documentales y se metió en la publicidad. Ganó tres premios en Cannes, tres veces el Clío de Plata, un oro en el Festival de Londres y otro en Nueva York, 17 lápices de platino y tres Martín Fierro. Entre las publicidades que se recuerdan están Hermanos para las galletitas Oreo, la campaña de Telefónica Walter con Daniel Hendler, Promesas –donde Marcelo Mazzarello y José Luis Oliver se peleaban en una estación de servicio, para YPF– y Llamada para Telecom.
En 1991 armó su productora Bendercine: estaba cansado de hacer películas de 30 segundos y empezó a buscar guiones. Puso avisos buscando ideas y leyó al menos setenta historias. Nada lo convenció. Entonces Cedrón le contó una historia que le había pasado un amigo, una requisa que devino en saqueo de un departamento, orquestado por la policía y un vecino. Tiempo después, Cedrón, Bender y Pedro Loeb comenzaron a trabajar en Felicidades, tres historias cruzadas en un 24 de diciembre con Gastón Pauls, Alfredo Casero, Cacho Castaña y la española Silke. “Felicidades me permite limpiarme de las miserias que tuve que escuchar”, dijo entonces a Página/12.
Bender decía que la publicidad se veía sin darse cuenta, mientras que para el cine “uno tenía que elegir verlo, comprar una entrada”. Intentaba mantener una ética, no hacía publicidades de cigarrillos ni de política. “Lo hice en los ‘80 y me arrepentí”, dijo. A pesar de eso, fumaba y mucho. Su hermano mayor es ingeniero agrónomo, y su hermana es médica pediatra: “Va a pueblitos y trabaja por trueques”, contó. “Yo todavía no hice nada para ayudar a la gente, por eso invertí todo en esta película”. Disfrutaba del cine de Fellini de los ‘50, sentía que estaba volviéndose viejo. Alguna vez confesó que pretendía ser humilde, aunque era difícil: “Humildes son los sabios, yo no soy ni seguro de mí mismo ni sabio”.

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“Yo no soy ni seguro de mí mismo ni sabio”, decía el director.
 
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