EL PAíS › EL SENADO APROBO POR 42 A 17 LA
INCORPORACION DE CARMEN ARGIBAY COMO MINISTRA DE LA CORTE
Final laico para un debate más que teológico
A pesar de los prejuicios que inundaron los discursos de peronistas como Eduardo Menem, Ramón Saadi y Antonio Cafiero, el oficialismo consiguió los dos tercios con el voto favorable de gran parte de los radicales y Carmen Argibay entrará así a la Corte Suprema.
Por Eduardo Tagliaferro
El debate no estuvo a la altura del resultado. El ingreso de Carmen Argibay a la Corte Suprema de Justicia no es solamente la incorporación de una segunda mujer al máximo tribunal de la Nación. Una ex presa política de la dictadura, soltera, que no tiene reparos en reconocer públicamente su ateísmo o sus opiniones sobre el aborto, logró sortear los tradicionales prejuicios de la clase política y las presiones del establishment eclesiástico. El riojano Eduardo Menem le criticó su condición de atea; el catamarqueño Ramón Saadi, su bajo nivel intelectual; Ricardo Bussi habló del respeto a la vida. Lo que a priori parece paradojas del país del no me acuerdo tiene su explicación: “Acá siempre se discute otra cosa, que no siempre se blanquea”, comentó a este diario un avezado legislador para explicar la sesión de ayer. Cuarenta y dos senadores la respaldaron. Diecisiete votaron en contra. El oficialismo consiguió los dos tercios necesarios.
Los números fueron casi idénticos a la votación en la que se nombró a Eugenio Zaffaroni. Claro que para ello el oficialismo tuvo que transpirar más de la cuenta. Lo que no se blanqueó en la discusión, a decir del senador que habló con Página/12, fue: la velada crítica al Gobierno, la búsqueda de algunos beneficios económicos para sus provincias en un año de recaudación record y los aprietes que muchos legisladores recibieron de algunos de sus obispos. Por ello se habló tantas veces de Dios para criticar a Argibay.
De tan racional, los dichos de la santacruceña Cristina Fernández de Kirchner enmudecieron a muchos de los críticos. Fueron casi al final de siete horas de discursos. Comenzó diciendo que no era médica, ni teóloga, ni cínica, sino legisladora. Les recordó a sus pares que habían violado “casi con alevosía” la ley de antidiscriminación votada en 1988. “No hago oposición desde la fe. Cuando me tocó hacer oposición lo hice desde la política”, sinceró Kirchner. Por elevación le respondió a Menem. Lo hizo defendiendo la Constitución de 1853.
El riojano había recurrido a la lectura del Preámbulo para criticar a Argibay. Se detuvo en el párrafo en el que dice: “Invocando a Dios como toda fuente de razón y justicia”. Para la santacruceña la lectura confesional de la Constitución es ahistórica, ya que olvidan que la Constitución de 1853 “es un canto a la libertad, a la apertura y a la no discriminación. Es el triunfo de los salvajes unitarios contra la Santa Federación”.
A esa altura el oficialismo respiraba tranquilo. Había conseguido que el kirchnerista mendocino, Celso Jaque, que había anunciado su voto en contra de Argibay, abandonara el recinto antes de la votación. También logró que se fueran el sanjuanino Luis Martinazzo y los santiagueños Elisa Castro y Rubén Mera. Anteayer los tres habían anunciado que acompañarían a su bloque. Antes de comenzar la sesión se dieron vuelta y admitieron que por presiones de sus obispos votarían en contra. Finalmente y luego de fuertes discusiones, el oficialismo logró que dejaran el recinto. Cuando se necesitan los dos tercios de los presentes, cada senador que se ausenta es un virtual voto para la mayoría.
Algunos ni siquiera estuvieron presentes en el Palacio. Tal el caso del formoseño Miguel Mayans, que había adelantado que votaba en contra. No estuvo por causa justificada, participaba de las reuniones del Mercosur en Iguazú.
“A quién se encomienda Argibay si no cree en Dios”, dijo Menem para criticar a la candidata. Luego de defender el Preámbulo con más énfasis que el que hubiera empleado el propio Raúl Alfonsín, quien hizo del recitado de ese texto el leitmotiv de la campaña electoral que lo llevó a la Rosada en 1983. El riojano dijo que al proclamarse atea, Argibay no está habilitada para ir a la Corte Suprema. No fue el único que la criticó por sus creencias o por la falta de ellas. También la criticaron la puntana Liliana Negre de Alonso, el salteño Ricardo Gómez Diez, la sanjuanina Nancy Avelín, que discurrió en una larga y tediosa explicación médica sobre el comienzo de la vida, el pampeano Rubén Marín, el catamarqueño Ramón Saadi, que para fundamentar lo que calificó como bajo nivel intelectual de la candidata, dijo: “Jamás nadie estudiará a la doctora Argibay o citará sus fallos”.
El bonaerense Antonio Cafiero le cuestionó su condición de atea. “Esto del ateísmo militante está en la Constitución soviética de 1936 que dio pie a la represión del stalinismo”, dijo Cafiero. A esta altura ya habían hablado casi todos los críticos al pliego.
Los radicales mayoritariamente acompañaron el pliego de Argibay. En contra lo hicieron: Jorge Agúndez, de San Luis, y Carlos Prades, de Santa Cruz, y la formoseña Marcela Lescano. El resto de la bancada de la UCR acompañó el pliego de la candidata. Fue precisamente el radical jujeño Gerardo Morales quien subrayó que la magistrada “había roto reglas. La regla de la hipocresía y eso no la descalifica sino que la califica. Lo que pasa que no nos bancamos al que piensa diferente”, dijo.
Cuando lo dijo, la mayoría de las bancas estaban vacías. El despacho de Pichetto era uno de los lugares en donde se punteaban los votos favorables. Las bandejas estaban vacías. Unas pocas opositoras a Argibay rezaban frente a la misma virgen a la que se encomendó el ex cortesano Eduardo Moliné O’Connor. Los gritos de las colegialas que manifestaban en la calle habían finalizado.
Cuando se llamó para la votación, unas pocas frases habían sobrevivido a las siete horas de debate. “No podemos pensar que el conflicto social se resuelve mirando para otro lado, hablando desde los púlpitos o penalizando algunas conductas”, había dicho Jorge Yoma, defensor del pliego en su condición de presidente de la Comisión de Acuerdos. Algunos se vieron obligados a recordar que “el Estado es laico” y que la obligación constitucional para con el credo católico es “sostenerlo económicamente”. No por casualidad la senadora Kirchner había dicho “Torquemada me cae mal, es un personaje histórico que siempre me cayó mal”.