ESPECTáCULOS
“Se nos abrieron puertas, pero el camino es difícil”
Las parejas que obtuvieron el título mundial en el campeonato de baile de tango de 2003 cuentan de qué manera ese logro cambió sus vidas. Unos se “profesionalizaron”, otros debieron separarse.
Por Karina Micheletto
¿En cuánto puede cambiar las vidas de los bailarines la obtención del título de Campeones Mundiales, en el Festival de la meca del tango? Para Gisella Galeassi y Gaspar Godoy, dos cordobeses de 21 y 20 años que el año pasado resultaron los primeros Campeones Mundiales de Tango Escenario, el cambio fue grande: se mudaron juntos a Buenos Aires y empezaron a vivir, finalmente, de la danza. “Empezaron a considerarnos profesionales”, sintetizan ellos. “Hacía tiempo que queríamos venir a Buenos Aires, pero no era fácil. Desde alquilar (te piden una garantía de Capital), hasta conocer gente del ambiente y ofrecer tu trabajo. Este fue el empujón que nos faltaba”, cuentan. Como Campeones Mundiales de Tango, Gisella y Gastón representaron a la Argentina en Festivales de París, Málaga, Chicago, Japón, Chile y Uruguay. El GCBA les dio un contrato que vence este mes y les facilitó los trámites para el alquiler de un departamento en el que viven desde noviembre del año pasado. Desde entonces, cuentan, se abrieron muchas puertas profesionales que antes veían lejanas. Ahora, en el II Campeonato Mundial de Baile que se disputa en Buenos Aires, los que se ilusionan son otros, pero a ellos nadie les quita lo bailado.
“Al principio estábamos muy solos, todavía no conocíamos a nadie y viajábamos a Córdoba cada día libre que teníamos”, cuenta Gisella. “Pero las ventajas fueron muchas más. Si hay una posibilidad de trabajo, en Córdoba te enterás una semana después. Si necesitás un zapato de baile, tenés que hacer todo un trámite para mandarlo a pedir, y encima comprar sin ver. Acá vas y lo comprás. Siempre y cuando tengas la plata, claro.”
Entre todos los premios asociados al nuevo título, hay uno que aseguran que no van a olvidar jamás: bailar en el Colón. “Fuimos a hacer una visita guiada y al día siguiente estábamos arriba del escenario”, cuentan.
También valoran el premio de haber compartido escenarios con ídolos que un mes atrás admiraban por televisión: “El Sexteto Mayor, Rubén Juárez, Enrique Dumas, tantos... Nosotros somos del campo, pero a veces nos sentíamos todavía más del campo. Cuando bajábamos de compartir el escenario con ellos, íbamos a pedirles una foto. No entendían nada”, se ríe Gastón. En el balance, dicen que sienten el crecimiento profesional: “Miramos los videos del año pasado y nos queremos matar. Es un buen síntoma. El premio nos abrió muchas puertas, pero no es un camino fácil. Lo que antes era imposible, ahora puede llegar a darse; no significa que no tengamos que trabajar como perros para lograrlo. Lo más importante que nos pasó es haber crecido como bailarines”, dicen ellos.
El caso de los Campeones Mundiales de Tango Salón fue distinto. La pareja que se había formado en noches de milonga en Besos Brujos, fuera de las pistas, no era pareja. Al parecer, esta situación es más complicada de llevar cuando hay maridos celosos de por medio. Lo cierto es que Enrique Usales y Gabriela Sanguinetti, los últimos Campeones Mundiales de Tango Salón, no pudieron representar a la Argentina en Alemania, Francia e Italia, entre otros países a los que fueron invitados. “Mucho cambio no hubo porque Gabriela no pudo viajar. Hicimos dos o tres pavadas, una grabación para la RAI, bailamos en la Casa de Gobierno, en el Congreso. Pero después no hicimos nada más”, se lamenta el campeón.
Usales vive en Tapiales, tiene 57 años y es dueño de una ferretería industrial. “Ganamos casi sin querer, nos habíamos anotado porque funcionábamos bien en la pista, pisábamos igual, sentíamos lo mismo. Pero ninguno de los dos vive de esto”, explica. Ahora el bailarín tiene una nueva oportunidad: en el transcurso del año se hizo de una novia que conoció en otra milonga, Adriana Filadoro, y este año se anotó con ella. Cuando tiene que definir las armas con las que cuenta, Usales es claro: “Bailo para mi pareja, no para los que están mirando. Un bailarín de tango tiene que tener elegancia, actitud, pararse, caminar bien”. Por lo pronto, Usales sigue puliendo su estilo al ritmo de las noches de milongas.