DISCOS › “HOME”, DE BENJAMIN BIOLAY Y CHIARA MASTROIANNI
En la ruta de Monsieur Serge
Señalado por la prensa de su país como “el nuevo Gainsbourg”, Biolay construyó junto a su mujer un disco deliciosamente austero.
Por Eduardo Fabregat
La pareja es una figurita más o menos conocida de la escena francesa. Las razones son poderosas: ella es hija de dos monstruos del cine como Marcello Mastroianni y Catherine Deneuve, y él es señalado una y otra vez como “el nuevo Serge Gainsbourg”. Esas caracterizaciones suelen ser demasiado engañosas, pero Benjamin Biolay tiene lo suyo para probarse semejante traje. Junto a su mujer Chiara Mastroianni, Biolay editó un disco deliciosamente austero llamado Home. Mejor aún: ese delicioso disco acaba de ser lanzado por EMI en Argentina. Lo cual, teniendo en cuenta las obligaciones que impone la crisis en cuanto a limitarse a las apuestas seguras, puede ser entendido como un pequeño milagro.
¿Y por qué Biolay, nacido en 1973 en la localidad francesa de Villefranche-sur-Sane, aparece frecuentemente en los medios de su país asociado a la derrengada figura de Monsieur Gainsbourg? Cultor de una chanson con ese necesario aire de decadencia, voces susurradas y temáticas de amor desesperado, Benjamin también tiene esa debilidad por la contraparte femenina que, por dar sólo un ejemplo, unió a Serge con Jane Birkin para el inoxidable Je t’aime... moi non plus. Lo hizo con su hermana menor Coralie Clèment (a quien le produjo el disco Salle des Pas Perdus), con Keren Ann Zeidel (con quien grabó Biographie de Luka Phillipsen en 2000 y La Disparition, de 2002) y con Françoise Hardy, Isabelle Boulay y la misma Birkin. En el camino grabó Rose Kennedy (un disco centrado en los años felices del clan de JFK) e incluso ayudó a la resurrección de un clásico galo produciendo Chambre Avec Vue, el disco regreso de Henri Salvador. Pero en 2002 se cruzó con Chiara, Cupido hizo su trabajo y Biolay encontró a su mejor coequiper para cautivar a público y crítica franceses con Négatif.
Ese disco nunca se acercó a estas costas, pero Home es un buen antídoto para la injusticia. Pensadas como la banda de sonido de una película aún no filmada, las canciones fueron surgiendo en un viaje en auto de la pareja a La Haya, y grabadas con un esquema limitado en su propia casa (de allí lo de Hogar). Y ambas cosas saltan al oído a la primera audición: desde el molesto zumbido de mosca que abre el camino a La ballade du mois de Juin, Biolay y Mastroianni invitan a un viaje por rutas tranquilas, con una instrumentación que evita cuidadosamente la grandilocuencia y el exceso, coloreando a la perfección la simbiosis de ambas voces.
Compositor, arreglador y multiinstrumentista (toca el violín, la tuba, el trombón, la guitarra y el piano), tan conocedor de los códigos del rock, el pop y la chanson como de las obras de Mozart y Beethoven, Biolay se mueve en el pentagrama como pez en el agua, y sabe encontrar el punto justo para jugar a Gainsbourg sin caer en la grasada.
Así, la balada de la apertura, La Plage, Tête á claques, Quelque part on m’attend o A house is not a home forman un cuerpo de canciones inmediatamente encantadoras, en las que instrumentos nobles como el piano Rhodes, el Hammond B3, el armonio o la guitarra acústica se balancean con programaciones electrónicas para darle un trasfondo de puro buen gusto a la sugerente voz de Chiara. Y aparecen, aquí y allá, referencias Gainsbourg como Folle de toi, con frases en rápido contrapunto, la melancólica Douce comme l’eau (que clausura el disco) o She’s my baby, donde Benjamin y Mastroianni mezclan sus colores para una melodía casi naïf, piano de cajita musical y aire general de epílogo de película de amor.
Eso no significa que la pareja esté permanentemente con el coñac junto al fuego. O, en todo caso, no sólo con el coñac: el tono onírico y sensual de L’apologie guarda directa relación con una letra que propone “fumate un poco de hierba, olvidate del castigo, fumá la tierna hierba”. Puesto en tópicos rockeros, Biolay entrega inmediatamente después Un probléme?, que abre el fuego con un potente arranque de rock setentoso. Del mismo modo, Mobil home no sólo apela al sonido de medio oeste americano que producen las cuerdas metálicas del dobro, sino que también distorsiona y pudre las voces de un modo que pocas veces puede hallarse en la canción francesa. El bloque “rocker” se cierra con Dance rock’n roll, donde el músico trasluce su pasión por los artistas pop de fines de los ’50, convenientemente refinado por el elegante sonido que campea en todo el disco.
Esas, al cabo, son las mejores armas de este milagrito llegado de la tierra de Astérix: elegancia y refinamiento, buen gusto y respeto por la melodía, de la mano de un hombre y una mujer que, más allá del fantasma de Gainsbourg, están escribiendo y musicalizando su propia película. Vale la pena abrirles la puerta del propio hogar.