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Política activa se necesita

Una gran porción de trabajadores está quedando al margen de la recuperación.

 Por Raúl Dellatorre

La apuesta del Gobierno en materia salarial consiste en “subir el piso” de remuneraciones a los trabajadores “formales” del sector privado y esperar que esa movida repercuta hacia el resto, incluso para los “no registrados”. Pero las propias estadísticas oficiales demuestran que este accionar ha tenido escasos efectos sobre los trabajadores en negro. Ayer, la convocatoria al Consejo del Salario Mínimo y la consagración de las paritarias como mecanismo exclusivo de ajuste de sueldos marcan la ratificación de esa política. Así, va a ser difícil que la política salarial del Gobierno logre modificar la de por sí injusta distribución del ingreso.
Observando la evolución salarial desde diciembre de 2001 en adelante, en términos reales (descontada la inflación) se observa (en base a datos del Indec) que, a junio de este año, mientras los trabajadores registrados del sector privado recuperaron el 97,4 por ciento de su capacidad adquisitiva de fines de la convertibilidad, los no registrados se quedaron en el 71,5 por ciento. Estos últimos, en una situación muy similar a la de los trabajadores del sector público hasta antes del reciente ajuste de 150 pesos.
Es decir que las asignaciones no remunerativas y los aumentos del salario mínimo vital no logran “el despegue” de los ingresos de los trabajadores no registrados, o sólo lo hacen en una mínima medida. Pero, por otra parte, tampoco hay una actitud de los empresarios de hacer partícipe de la recuperación del nivel de actividad a sus trabajadores. Muy por el contrario, sigue firmemente vigente la actitud de privilegiar el empleo en negro incluso en aquellas actividades en expansión, lo que se refleja en que casi el 60 por ciento de los empleos que se crearon en el último año no han sido registrados en la seguridad social ni, por lo tanto, gozan de los beneficios de los aportes sociales de sus empleadores.
La elevada cantidad de desocupados, la sobreocupación de los que trabajan y la precariedad de quienes lo hacen sin estar registrados actúa como un fuerte mecanismo de control de la demanda salarial. Tampoco han sido las paritarias un elemento dinamizador de la recuperación salarial en esta etapa, dadas las condiciones fuertemente desfavorables para los trabajadores en que se desarrollan estas negociaciones.
Y ni siquiera la necesidad de responder a una mayor demanda de producción “motiva” a los empleadores a mejorar las remuneraciones. Un especialista que se desempeña en la cartera laboral le contó a este diario su conversación con uno de los tantos empresarios manufactureros que se quejan de no conseguir operarios calificados. “¿Y cuánto ofrece de sueldo?”, lo consultó el especialista. “El salario que estoy pagando en promedio a mis empleados, es de 1000 a 1200 pesos”, respondió el empresario. “¿Y por qué no ofrece más?”, repreguntó. El empresario lo miró como diciendo “ustedes, los teóricos, no entienden nada”, y cambió de tema.
El especialista en temas laborales repitió ante este periodista la reflexión que planteó ante el empresario: “Si alguien con esa capacidad está hoy trabajando como taxista o en cualquier otra actividad, y tiene la suerte de tener un ingreso seguro de 800 o 1000 pesos, no se va a jugar a volver a su anterior trabajo por tan poca diferencia”. El empresario, sin embargo, prefirió seguir esperando que alguien acepte ocuparle la vacante por lo que ofrece.
La jornada de trabajo en la industria hoy promedia las once horas, mientras que la masa de subocupados prácticamente equipara a la de desocupados. Unos como otros cobran menos de lo que vale su trabajo, aun medido bajo las mezquinas reglas del mercado. La política económica postdevaluación cambió el paradigma que privilegiaba la rentabilidad financiera por otro que favorece la rentabilidad productiva, pero manteniendo los privilegios de sectores altamente concentrados y de exportadores de productos de muy baja elaboración. Estas condicionestambién bloquean una recuperación del salario y una redistribución progresiva del ingreso. No es bueno que la política salarial oficial se mantenga al margen.

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