ESPECTáCULOS › GABRIEL MESA Y ANIBAL LITVIN, GUIONISTA DE NO HAY DOS SIN TRES

“Al no haber capocómicos, el humor requiere de mucho trabajo en equipo”

Los latiguillos del sketch Ricos y mocosos terminaron de instalarlos en el chiste callejero... y sobre todo en las cifras de rating. ¿De qué se ríen los autores del ciclo?

 Por Emanuel Respighi

La TV es, desde que se convirtió en el medio audiovisual masivo por excelencia, una usina permanente de modelos sociales a copiar. Por estos días, no es extraño escuchar entre los adolescentes dos frases que, si bien tienen un anclaje en la realidad, se hicieron masivas gracias al alcance de la pantalla. Más específicamente debido a Ricos y mocosos, esa novela dentro del ciclo humorístico No hay dos sin tres que parodia a tiras teenagers como Rebelde way o Frecuencia 04. El “tipo na’...” para iniciar un discurso, o el “¿to’o bien?” para saber acerca del otro –ambos modismos dichos con inequívoca voz gangosa– se convirtieron en usos y costumbres entre los más jóvenes, ya vayan al college de San Isidro o a alguna escuela pública de Quilmes. “En Ricos y mocosos satirizamos los estilos de vida de los ricos. Exacerbar los rasgos para lograr un efecto cómico es el ABC del humor”, dispara Gabriel Mesa, uno de los guionistas del ciclo que combina bizarría y delirio en dosis justas, junto a Aníbal Litvin. “El humor es, básicamente, una caricatura”, dicen, a dúo.
Protagonizado por los ex VideoMatch Pablo Granados, Pachu Peña y Fredy Villarreal, No hay dos sin tres (lunes a viernes a las 21.30, por el 9) comenzó como una pequeña idea a la que pocos apostaban, pero que paulatinamente fue ganando audiencia a fuerza de un humor paródico que roza el delirio. El programa logró convertirse en el ciclo diario más visto del 9, promediando los 13 puntos de rating en una franja horaria que tiene como principales competidores a Los Roldán y Los secretos de papá. “No hay dos sin tres era el típico programa zappinguero, hasta que Ricos y mocosos ayudó a que la gente descubriera la totalidad del programa. Hacer un ciclo de humor diario es muy complicado, y más en un canal como el 9, en el que es muy difícil imponer un programa masivo”, detalla Litvin.
De una vasta experiencia como guionistas de humor televisivo, ambos autores se ufanan de haber incentivado a que los ciclos de humor vuelvan a resultar interesantes para los programadores. “No hay dos sin tres demostró que es posible hacer un programa de humor diario”, subraya Litvin. El ciclo, dicen, terminó con el monopolio del humor televisivo que tuvo hasta este año VideoMatch, ciclo por el que ambos pasaron en algún momento. “Durante mucho tiempo –explica–, la única usina de humoristas era VideoMatch. Marcelo (Tinelli) siempre amagaba con que Pablo y Pachu iban a tener un programa propio, pero nunca se cristalizaba. A la distancia, creo que no se plasmaba en la realidad a propósito, porque Marcelo sabía que podía pasar lo que ahora está pasando: tener una competencia fuerte dentro del humor televisivo”.
–¿Cómo es hacer humor delirante en un canal como el 9?
Aníbal Litvin: –Un tanto extraño. Pero hay total libertad para trabajar.
Gabriel Mesa: – Hay un mito respecto del 9. Yo trabajé en todos los canales. Ahora, el 9 está en manos de Hadad y Moneta, pero no encuentro diferencia a la hora de trabajar. Al menos en cuanto al humor. Más allá de la línea ideológica que tiene el canal. Si hasta tuvimos durante un buen tiempo un sketch sobre un preso, titulado “Las aventuras de Máximo Menem”, y salió al aire sin ningún tipo de problemas. A veces nosotros nos sorprendemos de lo que decimos.
–¿Los humoristas televisivos son una especie en extinción?
A. L.: –No hay tantos autores humorísticos porque no hubo muchos ciclos de humor en la última década. Antes, los programas como el de Olmedo no requerían de tanto material: eran cuatro sketches con un chiste estirado. Había un capocómico muy fuerte, con un elenco mínimo, en el que se sostenía todo un programa. Al no haber capocómicos, el humor requiere del trabajo en equipo.
G. M.: –Además, lo que canalizó el humor en TV de los últimos años fue VideoMatch, que tiene una fórmula de mucha autogestión de parte de los mismos humoristas. Pese a que había libretistas detrás, ese funcionamiento hizo que se desdibujara la figura de guionista humorista.
–El guionista siempre es opacado por el humorista en cámara...
A. L.: –El ego de los humoristas es grande. En el trabajo diario se le da valor a todo el que se mueve en las sombras, pero a nivel de honores los autores estamos relegados. Más allá de la relevancia de los humoristas, los ciclos de humor diario no se pueden hacer en la actualidad sin guionistas, seamos nosotros o Mongo. Los humoristas pueden mejorar o cambiar cosas en la improvisación, pero necesitan de los guiones.
–¿De qué material se abastecen para hacer humor diario?
G. M.: –Los guionistas de humor y los humoristas están en un estado de observación permanente, que se trasluce a estar medio colgados, como en otra dimensión de la realidad. Me acuerdo de que antes lo cargaba a mi viejo (Juan Carlos Mesa) cuando salíamos y se quedaba colgado. Ahora me doy cuenta de que no es que se tildaba, sino que estaba pensando el remate de algún sketch que le quedaba colgado. Somos una raza que estamos en searching permanente.
A. L.: –No hay que estar encerrados en el estudio: hay que salir a la calle, donde hay mucha materia prima. La cotidianidad se combina con el bagaje cultural de haber visto un montón de películas, chistes y series de TV.
–¿Cómo definen el humor de No hay dos sin tres?
G. M.: –Es un humor directo. Que nos digan que es ramplón no es algo malo.
A. L: –¿Por qué el humor te debe hacer reír y dejar “algo”? ¿Qué mejor que un programa de humor te haga reír? Para que algo me deje pensando voy al teatro o miro un unitario, pero no un ciclo de humor. El humor es siempre un género menoscabado. Es muy difícil que una película cómica o un humorista ganen el Oscar.
G. M.: –Pero no es un problema local, sino universal. Ha habido grandes iconos del humor, pero se los reconoce después que se mueren. Olmedo es un caso típico. Mientras estuvo en vida se lo criticó durísimo: que era un humor chabacano, frívolo. Y una vez que falleció, todos los medios idolatraron a Olmedo, con justa razón, pero tardíamente.
–Son los autores de la deformación: en No hay dos sin tres la realidad está parodiada hasta el extremo...
A. L.: –Es que la realidad en sí es una deformación... Uno sale a la calle y se encuentra con situaciones que ni al más creativo de los guionistas se le hubiera ocurrido para hacer un sketch.
G. M.: - El sketch de El almacén, donde se venden las cosas más extrañas, no es muy diferente a lo que ocurre en la realidad. Hay negocios muy extraños: como el habitante de Trelew que vende “aire de Patagonia”. O a la vuelta del canal hay un portón con un cartel que dice “madurarero de bananas”. La realidad da mucho material... por suerte.

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“Hubo grandes iconos del humor, pero se los reconoce después que mueren. Olmedo es un caso típico.”
 
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