SOCIEDAD › ANTONIO CALO, SUCESOR DE LORENZO MIGUEL
“No sé de qué hablan cuando dicen burocracia sindical”
Defiende con entusiasmo toda la trayectoria del histórico líder de la UOM, pero reconoce el error cometido por los dirigentes sindicales al “no ocuparse de los que se quedaban sin trabajo”. Apoya a Kirchner y quiere hacer un gremio “moderno”.
Por Laura Vales
Antonio Caló siempre fue muy cercano a Lorenzo Miguel. Tanto que su historia no puede contarse separada de la del histórico líder de la UOM. Se conocieron a fines de los ’60 porque trabajaban en la misma fábrica, una planta de Pirelli en el barrio de Mataderos. Miguel era 23 años mayor que Caló. En 1972, después de ganar la conducción de la UOM, le ofreció un cargo de asesor en el gremio. Desde entonces, cada vez que Miguel ganó una elección, Caló ascendió en su carrera sindical. Fue jefe de Gremiales de la Capital Federal, estuvo de administrador en el Policlínico Central de los metalúrgicos, pasó después a la UOM nacional, se convirtió finalmente en secretario de Acción Social. A nadie sorprendió que tras la muerte del caudillo, Caló fuera considerado su sucesor natural.
Pues bien: el hombre asegura que ocupará el sillón de Miguel para “modernizar” al gremio, “transparentarlo”, “acercarlo a la sociedad”. Está harto de que los periodistas le pregunten por cosas que pasaron hace tres décadas. “Mucha gente piensa que ésta es la UOM de los ’70, pero nosotros nos hemos modernizado”, sostiene. “La mentalidad de los dirigentes que hay ahora se ha abierto a la modernización.”
El dirigente todavía no se mudó a su nuevo despacho. Por eso recibe a Página/12 en la sala de reuniones de Acción Social, su destino anterior. El lugar es una sala con persianas americanas y paredes claras, sin ningún cuadro, absolutamente impersonal. Una oficina que podría confundirse tranquilamente con la de cualquier consultora. Es el propio Caló quien pone en la escena, con su vestuario, un toque especial: lleva una pulsera de oro en la muñeca derecha, anillos de oro en las dos manos, reloj de oro en la muñeca izquierda.
–Decía que existe una nueva mentalidad en los dirigentes de la UOM. ¿Cómo sería?
–La mentalidad de que estamos en el año 2004. Hoy en día está la computadora, que antes no existía. Bueno, la UOM está modernizada en ese sentido. Hacemos cursos de capacitación, tenemos contratos con la Universidad de Buenos Aires, hay un montón de cosas que la gente no conoce y nos siguen preguntando por los ’70.
Con 57 años cumplidos, Caló vivió la época de oro de los metalúrgicos, cuando llegaron a ser 450 mil afiliados con un fuerte poder de movilización y una innegable incidencia política. Vio después el achicamiento y la crisis que los dejó, a comienzos del 2000, siendo apenas 100 mil metalúrgicos. Hoy la actividad está en un repunte. Según los datos del sector, en los últimos dos años se crearon 40 mil nuevos puestos de trabajo.
Al mismo tiempo, la UOM ha salido de un concurso de acreedores que la tuvo a mal traer desde 1998. “Por esos problemas no estuvimos participando casi nada en lo que fuera sindicalismo. No estuvimos, por ejemplo, en la CGT. Recién ahora estamos en condiciones de volver a insertarnos para recuperar nuestro lugar.”
–¿Se plantea darle a la UOM un rol de mayor peso también en lo político?
–Sí, también en lo político.
–Dentro del PJ.
–Claro, en el peronismo
–¿Qué cree que debe hacer para lograrlo?
–Acompañar al gobierno que elijan los afiliados. Nosotros ahora estamos apoyándolo a Kirchner
–¿Cómo se acompaña a un gobierno?
–Bueno, apoyándolo, diciéndole que lo que está haciendo está bien, no interfiriendo. No le hicimos ningún paro, no le hacemos ninguna queja, al contrario. Eso es acompañar.
Caló se define como un peronista de toda la vida. “En la época en que empecé como delegado de fábrica, antes que ser inteligente te pedían que fueras peronista.” Votó a Kirchner en las últimas elecciones, a Eduardo Duhalde en las anteriores y antes a Carlos Menem.
–¿Qué le gusta de Kirchner?
–Me gusta todo. Me gusta su forma de actuar, su forma de ser. Es un presidente que no gasta tiempo en reunirse con un gabinete multitudinario como hacía Menem. Es pragmático, se ha manejado bien con la deuda externa, está industrializando al país. Nosotros estamos acompañando a Kirchner.
–Una de las conductas reprochadas al sindicalismo es que abandonó a los trabajadores que iban perdiendo el trabajo. A punto tal que los desocupados tuvieron que crear sus propias organizaciones.
–Esa es una crítica que nos tenemos que hacer los gremialistas. Al menos, yo lo digo por la UOM: nos equivocamos. No hicimos contención de los que se quedaron sin trabajo. Nosotros los acompañábamos cuando empezaban los problemas y estábamos con ellos hasta lo último, que era a cobrar su indemnización, pero después nos olvidamos. Eso es una realidad, no lo podemos negar.
–¿No siente una responsabilidad especial en el tema? Porque usted era secretario de Acción Social del gremio.
–Uno está en Acción Social, pero cuando se resuelve, resuelve todo el conjunto de la UOM.
–Quiere decir que hubo una política decidida por todos.
–No una política, sino que no supimos interpretar qué es lo que venía más adelante, que fue que quedó mucha gente desocupada y nosotros no nos ocupamos de ellos. Bueno, nos equivocamos. Vamos a tratar de que no pase de nuevo.
El despacho que fue de Lorenzo Miguel está en el noveno piso. Ahora lo están pintando. Como muestra de la influencia que el dirigente tuvo en el lugar, en la UOM cuentan que nadie lo ocupa desde su muerte, ocurrida ya hace dos años.
–¿Cuán amigos fueron? ¿Se iban de vacaciones juntos?
–De vacaciones no porque la diferencia de edad era mucha, pero sí de ir a la quinta, a tomarnos un vermut y de ir a la cancha. Amigos de ir juntos al supermercado cuando estábamos en la quinta.
–Usted decía que le molesta que la UOM se asocie al pasado, pero eso ocurre por lo que significó Lorenzo Miguel, por su verticalismo.
–El hizo lo que se necesitaba en ese tiempo. Tuvo una gestión brillante. En la época del Proceso fue el único gremialista que estuvo detenido. Le investigaron sus bienes y él demostró que todo lo que tenía lo había ganado con su sueldo. El dignificó al sindicalismo.
–Sin embargo, su nombre es sinónimo de burocracia sindical.
–(Se enoja) ¿Y qué es la burocracia sindical?
–¿Usted qué cree?
–No sé. No lo entiendo, Lorenzo Miguel se murió siendo delegado de su empresa, recién en octubre vencía su mandato. Así que no sé de qué hablan cuando dicen lo de la burocracia sindical.
–¿No hay una camada de dirigentes sindicales que se enriqueció y miró para otro lado mientras la desocupación subía al 20 por ciento?
–Pero seamos justos. Si habla del gremialismo también hable de los periodistas que se hicieron dueños de radios o de canales de televisión y de los empresarios que se enriquecieron a costillas de la pobreza. Si hablamos de todos, lo acepto, pero que se hable sólo de los gremialistas no. Le repito: si alguien me puede explicar qué quieren decir con burocracia sindical, que me lo explique. Lo mismo con la transversalidad, porque más transversal que Perón no hubo nadie. Perón juntaba a todos, los metía a todos en una bolsa y armaba un partido, eso era ser transversal, si hasta puso a Solano Lima de vicepresidente. Además Lorenzo Miguel se modernizó, pero la enfermedad no lo dejó hacer mucho.
–Y ahora ¿qué sería lo moderno?
–Que la gente se capacite, que tenga cultura. Por eso vamos a ver si podemos poner en el sindicalismo esos programas de cultura que ponen los gobiernos, gratuitos. Porque por los diez años que tuvimos sin industria ahora falta mano de obra especializada. Bueno, nosotros estamos haciendo contratos para que se capaciten. Nos modernizamos, hemos progresado. Somos un gremio progresista.