ESPECTáCULOS › FRAGMENTOS DE ABRIL, PROMISORIO DEBUT DE PETER HEDGES
Una cena que podría ser la última
El guionista de ¿A quién ama Gilbert Grape? y Un gran chico se prueba como director en esta producción independiente que expone, no sin humor, la crisis de una familia disfuncional.
Por Horacio Bernades
Ya en la forma de preparar el pavo se nota que April Burns no es un as de la cocina. Podría asegurarse también que nunca antes la chica habrá dado una recepción de Día de Acción de Gracias y que esta primera vez la tiene bastante alterada. Reunión familiar por excelencia de la familia americana, en el pasado la cena del Thanksgiving Day le sirvió al cine estadounidense para exaltar los valores familiares. Desde hace un tiempo –con hitos como Hannah y sus hermanas y Feriados en familia– ese festejo se reconvirtió en punto nodal de la familia disfuncional. Es esta última vertiente la que Fragmentos de Abril viene a honrar y exacerbar, construyendo toda su ficción alrededor de ese único día, esa cena que para los Burns podría ser la última.
Típica producción del sello Indigent (productora especializada en la realización de pequeñas películas independientes, filmadas en el más granuloso de los sistemas digitales), Fragmentos de Abril es la opera prima de Peter Hedges, guionista de ¿A quién ama Gilbert Grape? y Un gran chico. Un movido viaje en auto y la complicada preparación del dichoso pavo le sirven a Hedges para su buen y muy conciso debut, cuyo sabor agridulce queda de manifiesto en el doble final, primero amargo y enseguida sacarinado. En este rincón, los anfitriones: April (Katie Holmes, la morocha de Dawson’s Creek) y su novio Bobby (el mucho más morocho Derek Luke). En el de enfrente, el resto de la familia, viajando desde el interior del estado de Nueva York a la ciudad capital, donde los esperan la hija y su más reciente candidato.
Los Burns se integran con papá Jim (Oliver Platt), mamá Joy (Patricia Clarkson, nueva reina madre del cine indie) y sus hijos Beth y Timmy. Confirmando que Estados Unidos es la patria del matriarcado, toda la dinámica familiar gira alrededor de Joy, cuya enfermedad terminal la tiene en un estado de debilidad que, paradójicamente, no hace más que fortalecerla. El nerviosismo de April, sumado al caótico estado en que se halla su oscuro departamentito –y combinado con su cabello teñido de granadina, sus tatuajes y sus piercings–, denota su carácter de hija descarriada de los Burns. La bilis que destilan mamá y Beth ante la sola mención de su nombre no hacen más que confirmar la condición de desterrada, mientras el componedor Jim y su hijo Timmy se desviven para que la reunión familiar no sea un desastre.
Lo que en manos de Todd Solondz hubiera sido una verdadera lluvia ácida –con un desfile de feísmo, abusos familiares y venenos varios– Mr. Hedges lo tamiza con mirada empática y divertida. En lugar de reírse de los personajes, comparte con ellos torpezas, metidas de pata y facturas pendientes, como quien parte de la base de que no hay familia sobre la tierra que no merezca una segunda oportunidad. En viaje hacia Manhattan, los Burns se atragantan de snacks y de donuts, previendo que el pavo de April estará quemado. Mientras, la chica no hace más que confirmar que hay fundamento para los recelos familiares. Su horno no funciona y la búsqueda de una cocina de emergencia a través de los departamentos de sus vecinos se convertirá en una odisea, entre kafkiana y seinfeldiana.
En el descenso de April a este Hades culinario, uno de los círculos más divertidos lo preside cierto vecino encarnado por Sean Hayes, “loca desatada” de la sitcom Will & Grace. Verdadero adorador del electrodoméstico, prestarle el horno a la chica no resulta la decisión más atinada de su vida. Pero ya aparecerán unos chinos, que no hablan una palabra de inglés, para salvar a April de la hoguera. Cuando todo parece a punto de cerrarse con la constitución de una familia alternativa sino-americana (y mientras en la calle apalean al bueno de Bobby, que quería congraciarse con su parentela política), un happy end caído del cielo le pondrá un broche de complacencia a una película hasta el momento dignísima.
Ese mismo término debería servir para referirse a todas las actuaciones, con especial destaque para una cada vez más madura Ms. Holmes. Ni qué hablar de la Sra. Clarkson, que había brillado ya en Lejos del paraíso, Dogville y La seguridad de los objetos. En un papel que le valió una nominación al Oscar, Clarkson se confirma como una de las más imponentes actrices de carácter del cine norteamericano actual.