ESPECTáCULOS › EMPIEZA HOY EL FESTIVAL DE BERLIN

La primera cita en el juego de los grandes festivales

Más de 300 películas, procedentes de 52 países, le darán vida durante diez días a la Berlinale, una muestra que suele lucir una gran diversidad temática y maravillosas retrospectivas.

 Por Luciano Monteagudo

La nave está por despegar. Son 343 películas procedentes de 52 países, en diez días que comienzan hoy y que pretenden conmover al mundo. Por lo menos al mundo del cine, que considera a la Berlinale como la inauguración de la temporada internacional de festivales de primera línea, una ronda que continúa luego con las cumbres de Cannes (en mayo) y Venecia (en septiembre). A la sofisticación de sus dos principales rivales europeos, que suelen reunir nombres más prestigiosos y venerados por la crítica (aunque Cannes perdió unos cuantos en la edición del año pasado en favor de la mostra veneciana), Berlín siempre opuso sus enormes dimensiones, su diversidad temática, sus maravillosas retrospectivas y su eficacia a toda prueba.
Todas esas cualidades parecen, a priori, ser una vez más los puntos fuertes de la Berlinale, que en rigor de verdad son muchos festivales en uno. Además de la sección oficial competitiva, que reúne 21 títulos en la carrera por el Oso de Oro (que dirime un jurado presidido por el director Roland Emmerich e integrado por la actriz alemana Franka Potente, entre otros), Berlín suma innumerables módulos a su gigantesca estructura. Están las funciones especiales fuera de concurso (entre ellas la exhibición de la flamante versión restaurada de El acorazado Potemkin, con acompañamiento de orquesta sinfónica); el inmenso Panorama que dirige Wieland Speck y que reúne tanto ficciones como documentales en estreno mundial; el Forum del Cine Joven, con las propuestas más radicales; la Perspectiva del Cine Alemán, con un pantallazo de lo mejor que tiene para ofrecer la producción local; el Kinderfilmfest, dedicado exclusivamente a los chicos; el Mercado del Cine para distribuidores y exhibidores; y las retrospectivas, que este año son dos, una dedicada al más importante cineasta coreano, Im Kwon-taek, y otra, curada por la Deutsche Kinemathek, consagrada a una faceta poco atendida por el público, pero esencial en la imagen final de una película: la escenografía o dirección artística.
Este año la Argentina no estará presente en la competencia oficial, en cuya última edición El abrazo partido, de Daniel Burman, se llevó el Oso de Plata al mejor film y el premio al mejor actor (para Daniel Hendler). Pero Burman y su socio Diego Duvcobsky vuelven ahora a la Berlinale como productores de Un año sin amor, el primer largometraje de Anahí Berneri, basado en la novela autobiográfica homónima de Pablo Pérez, sobre un muchacho gay que a mediados de los ’90 busca no sólo una cura contra el sida sino también un afecto que le es cada vez más esquivo. La película se exhibe en el Panorama, que es la sección oficial no competitiva, y compartirá cartel, entre otros, con films del canadiense Guy Maddin, del alemán Rosa von Praunheim, del catalán Ventura Pons y del turco Yesim Ustaoglu, que en 1999 fue descubierto por Berlín con su Viaje hacia el sol.
Por su parte, en el Forum del Cine Joven, la Argentina se anota con otro film dirigido por una mujer: Cómo pasan las horas, segundo largometraje dirigido por Inés de Oliveira Cézar, en este caso producido por Marcelo Schapces y con una colaboración en la dramaturgia de Daniel Veronese. La película de Oliveira Cézar tendrá en el Forum la compañía de los films más recientes de la francesa Claire Denis, del finlandés Miika Kaurismäki, del chino Ning Hao y del gran maestro del documental francés, Raymond Depardon.
La competencia oficial se abre hoy con Man to Man, una superproducción franco-británica dirigida por Régis Wargnier y protagonizada por Kristin Scott-Thomas y Joseph Fiennes como dos antropólogos que en el siglo XIX se internan en la selva africana en busca del famoso eslabón perdido entre el mono y el homo sapiens. Si en los papeles, al menos, no se puede esperar mucho del director de Indochina, el concurso berlinés tiene eventualmente la oportunidad de resarcirse más adelante con algunos grandes nombres del cine mundial. El ruso Alexander Sokurov, por ejemplo, que a comienzos de la década del ’90 se había dado a conocer en la Berlinale, y una vez alcanzado el pico de su prestigio se pasó a Cannes (de donde salió El arca rusa) y que ahora vuelve a la capital alemana con Solnze (El sol), la conclusión de la llamada Trilogía del Poder, que inició con un capítulo dedicado a Hitler, siguió con otro consagrado a Lenin y que ahora clausura con un retrato en la intimidad del emperador japonés Hiro-Hito.
Por su parte, el taiwanés Tsai Ming-Liang, otro nombre esencial del cine contemporáneo que en 1997 se llevó uno de los premios principales de la Berlinale con la devastadora El río, regresa con otra meditación sobre la alineación y la soledad, Tian bian yi duo yun (La nube errante), que promete números musicales como los de The Hole (otra obra maestra de Tsai) y también algunos momentos de sexo explícito. Otro realizador de peso en la competencia será el francés André Téchiné, que presenta Les temps qui changent, protagonizada por las dos principales estrellas del cine francés, Catherine Deneuve y Gerard Dépardieu, que se presume pasarán por la alfombra roja del festival. Y si de nombres rutilantes se trata, La vida acuática, la nueva comedia delirante de Wes Anderson (The Royal Tenembauns), trae a la competencia de Berlín nada menos que los de Bill Murray, Anjelica Huston, Cate Blanchett, Jeff Goldblum, Owen Wilson y Willem Dafoe, todos a bordo de un barco oceanográfico a la manera del famoso Calypso del capitán Costeau, pero aquí al mando de un marino en decadencia, decidido a recuperar su amor propio con la caza de un legendario tiburón-tigre. En fin, que si no consigue el escualo bien se puede llevar un Oso, de oro o de plata, qué más da.

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Bill Murray encabeza el elenco de La vida acuática.
 
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