ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A LEONOR WATLING

Una chica Almodóvar de primero inferior

Así se define la actriz de Hable con ella, ahora protagonista de Inconscientes.

 Por Julián Gorodischer

Llegan nuevas noticias sobre el perfil de “una chica Almodóvar”: es más austera, algo aniñada, menos exótica. Se la vio, primero, como una cuadripléjica en Hable con ella y, luego, como el affaire ocasional de Gael García Bernal en La mala educación. Leonor Watling, la del protagónico absoluto de Inconscientes, de Joaquín Oristrell (que se estrenó ayer en Buenos Aires), dice que su carrera es una gran paradoja. Toda su vida soñó con ponerse a trabajar para el director manchego para –al ser convocada– recibir el elogio por su capacidad para permanecer inmóvil. ¡Injusticia! “Pedro escribe maravillosamente bien esos originales hermosos”, cuenta desde Madrid, en medio del rodaje de una superproducción de época, Tirán Le Blanc: novela de caballería, de Vicente Aranda. “Pero cuando terminé de leer el de Hable con ella no era muy consciente de qué querían de mí. ¿Qué haría esta Alicia, accidentada, inmóvil? Qué ironía estar esperando toda la vida que me llamara Almodóvar para conseguirlo y no hacer nada”.
Extraño debut para las masas el de Leonor Watling, también “chica de tapa” para la Rolling Stone de España, que decretó el nacimiento de un flamante objeto de deseo. Rubicunda y pálida, ella seduce haciéndose la desentendida. Ocurrió en Hable con ella, elogiada por neutra y por el extraño don de “expresar con los ojos cerrados”. ¿Era un piropo? Se lo dijo Almodóvar para justificar el casting exitoso, y dio origen a una seguidilla de minusválidas. La última, en el film español Malas temporadas, fue una paralítica en silla de ruedas. “No me preocupa encasillarme”, dice la actriz. “Ni femme fatale ni sólo lisiada. Cuando hice Son de mar, de Bigas Luna, era apasionada, sexual, al modo de las películas de Bigas, muy de los cinco sentidos, enseñando la piel. Pero eso sigue sólo un rato hasta que llega un drama y, de pronto, eres una actriz densa y con mundo interior”.
–¿Encarna a la nueva chica Almodóvar, algo trágica, más reposada?
–Yo, con sólo una película, estoy en la preparatoria para “chica Almodóvar”: no entro en la misma categoría que Victoria Abril o Cecilia Roth. Estoy en primero inferior. Es cierto que fui de las más trágicas, pero creo que la ruptura empieza antes de Hable con ella, ya en Todo sobre mi madre. Ahí arranca algo distinto. Pero lo que más me cuesta de Hable con ella es hacer promoción: fue un trabajo demasiado íntimo.
–¿Era la economía absoluta de gestos y palabras?
–El me explicó que yo le daba una sensación de tranquilidad, que yo podía expresar cosas con los ojos cerrados, sólo con mi piel. Me tuvo dos meses haciendo clases de yoga para lograr esa calma y esa inmovilidad. Sabía que no quería a alguien tumbado con los ojos cerrados sino un cuerpo que contara algo. Yo sentía que cosía sin hilo: ella está ahí, es el objeto sobre el que pasa la trama, pero no hace nada. Y ese no hacer nada me costó muchísimo.
–¿Tuvo una pequeña revancha en La mala educación?
–Un papel pequeñísimo: sólo hice de una chica que pasaba y le daba un beso a Gael García Bernal. Pero bueno, a no quejarse: ¡que Gael es muy bonito! Como actriz, he aprendido estando con los ojos cerrados o haciendo un mínimo personaje, viendo y escuchando todo lo que pasa alrededor.
En Inconscientes, Leonor Watling (Alma) cultiva un tono ligeramente aniñado, como de desentendida. Ella, que comienza como una enamorada devota de su marido prófugo, va encontrándose atraída por su cuñado (Luis Tosar), y junto a él empieza una búsqueda que sigue pistas de teoría freudiana. Alma se topa con ex pacientes de su marido (histéricas, obsesivos...) y reconstruye el paradero de él y las razones de la fuga. “Al que domine elementos de Freud y Jung le dará un tipo de gracia erudita; pero al que no también se le brindan claves de acceso”, promociona. Como buena heroína de masas, dedicada al gran público, la Watling es la única algo ajena a las sexualidades alternativas que la rodean en el film de Oristrell: típica chica hétero, casadera y fiel al mandato que le reclama perfección y méritos propios. La Watling es la seductora por naturaleza, poco producida aun en “una de época”, con expresión de recién levantada (ojeras leves, cara de cansada), actuando como si viviera, sin subrayados ni intermitencias. Su más reciente chica aventurera no corre, en lo formal, demasiados riesgos.
–En Inconscientes, ¿a usted le toca la típica chica heterosexual con pareja estable, mientras la rodea “un mundo de síntomas”?
–Me gusta que la red que arma la película intente demostrar los traumas de los que habla Freud. Y que la solución que propone Oristrell sea no pensarlos demasiado porque eso paraliza. Lo ideal es un punto medio: saber nombrar las cosas no significa que las puedas arreglar, pero por lo menos sabes cómo se llaman. Alma podrá ser algo típica, pero es tan esquizofrénica, obsesionada con ser la más culta, inteligente, valiente... El desafío era hacerla y no querer matarla. El director me dijo: si la haces de verdad, la quieres.
–Por lo caótico, el relato se parece a los del primer Almodóvar...
–Tiene algo muy arrítmico: momentos muy rápidos y remansos muy lentos, y con mucha verdad. Gracioso o no, lo que queríamos lograr es abrirle las puertas a la diversidad: Inconscientes es muy libre, muy progresista, y planteado todo de una manera muy poco agresiva.
–Fue actriz de dos mitos vivientes, Bigas Luna y Almodóvar, ¿cómo los diferenciaría?
–No hay rivalidad entre Bigas y Almodóvar: se respetan, se admiran y son muy distintos. Los dos son muy apasionados, pero Bigas Luna pinta, cultiva comida, cocina y es un hombre de vivir los pequeños momentos del día y las cosas que involucran a los cinco sentidos. Y Pedro dedica su pasión a la imagen. Pero Pedro cuenta cómo viven personas diferentes a la mayoría, y Bigas se ocupa de personas normales viviendo con sus cinco sentidos a pleno.
–Parecen preferirla para figuras cómicas con trasfondo trágico.
–Es un extraño tono que prevé que los personajes de comedia sufran un drama terrible. La clave me la dio Joaquín Oristrell en Inconscientes. Me dijo: “Estos personajes saben, en el fondo de su alma, que hay una luz al final del túnel y eso es lo único que los separa de la tragedia; pero también les permite caer aún más profundo”. Si eso no ocurre, no son graciosos.

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En Inconscientes, Watling aparece en el centro de una trama con mucho de psicoanálisis.
 
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