ESPECTáCULOS
“En Argentina los ciclos se abortan o se acortan”
Alejandro Tantanian y Luciano Suardi presentan hoy “Temperley”, una obra que, partiendo de la historia de una mujer, se mete en los meandros la vida social de la Argentina, vista con ojos de inmigrante.
Por Hilda Cabrera
En la ficción se la llama Amparo y vive en Temperley, pero en la realidad su nombre es otro, escondido bajo las siglas T. C. Nació en España, llegó a la Argentina cuando era una adolescente, y se quedó. Sus experiencias de vida atraparon a Luciano Suardi, actor, director y dramaturgista, que cumple esta última tarea en colaboración con Alejandro Tantanian (también actor) en Temperley, la pieza que los une en su interés por T. C. y que estrenan hoy en el Teatro Sarmiento (Av. Sarmiento 2715, pegado al Zoo). Esta es la segunda apuesta del proyecto Biodrama que coordina la directora Vivi Tellas. Entre las reglas del ciclo figura la de elegir a una persona argentina viva y convertir su historia en eje de una obra, propiciando “el retorno de lo real al campo de la representación”.
Lo llamativo es que Suardi y Tantanian comenzaron por quebrar esa norma. T. C. vio la luz en España, tiene hoy “80 años largos” pero se siente una connacional. En este caso, la transgresión está indicando lo complejo y laberíntico de ser argentino. “La mayoría de nosotros tiene abuelos o parientes inmigrantes, y esa es una marca muy nuestra. Es parte de nuestra identidad”, sostiene Suardi en diálogo con Página/12 junto a Tantanian. A él le tocó descubrir a T. C.: “Me contó toda su vida de un tirón”, apunta este artista que en octubre inicia un ciclo de semimontado en el Instituto Goethe con textos de autores alemanes contemporáneos, y en enero de 2003 reanuda su trabajo en la Akademie Schloss Solitude de Stuttgart. Esa entidad le otorgó una nueva beca de residencia. Tantanian, por su lado, comenzó a ensayar Dedos, del español Borja de Gondra, en la Sala Cunill Cabanellas (una obra que se ofreció como semimontado en el Centro Cultural de España), y prepara un espectáculo de canciones, De Lágrimas, que podrá verse a partir del 8 de setiembre en el Club del Vino.
–Por una cuestión generacional, los argentinos más jóvenes tienen otra visión de la última emigración europea. ¿Cómo es esa mirada en Temperley?
A. T.: –T. C. dejó España cuando estalló la Guerra Civil, y si bien los más jóvenes no conocieron en la vida diaria a esos inmigrantes y otros europeos de los ‘30, algo quedó. Ahora la historia se invirtió y nosotros queremos irnos. Esto lo experimentamos con fuerza a partir de los sucesos de diciembre de 2001. El material que fuimos armando con Luciano es un intento por reflexionar sobre esas huidas que se reiteran (antes fue por la dictadura) y el hecho de que en la Argentina, apenas se pone en marcha un proyecto, es abortado. Mi impresión es la de un eterno retorno.
–¿De qué manera aparece este quiebre en la obra?
A. T.: –No es igual en el plano individual que a nivel macro. En lo particular los ciclos se cumplen, y esta posibilidad de poner el foco en una historia de vida nos permite reflexionar más profundamente sobre las emociones, y resguardarlas.
L. S.: –Cuando me convocaron para el ciclo Biodrama me orienté en la búsqueda de una historia que tuviera como particularidad las emociones, lo genuino.
T. C. es una mujer anónima, que quiere seguir siéndolo. Por eso no damos a conocer su nombre. Trabajó de mucama y portera, y poco después de llegar al país pudo mandar cosas a los padres. Ella era como toda esa otra gente que, si bien llevaba una vida de privaciones, podía comprarse un terreno y construir una casa.
A. T. –La protagonista llega a la Argentina con unas coordenadas históricas diferentes a las de este país. Sin embargo, sobrevive. Los sucesos de la época atraviesan su historia, pero nosotros no los nombramos. Se producen saltos en el tiempo y en el paisaje social. Esta, creo, es otra forma de pulsar algunas particularidades del ser argentino. A partir del 19 de diciembre de 2001, de lo que pasó y pasa, hay algo de la especificidad del teatro que a mí me puso en crisis. No solamente me pregunto qué hacer sino para qué. Hay en mí una idea mucho más quebrada respecto del motivo por el cual uno debería seguir haciendo lo que hace.
–Es probable que eso esté preocupando a muchos...
A. T.: –Sí, pero no quiero generalizar, porque algunos siguen adelante con lo suyo y no se lo preguntan. No condeno esa actitud, pero no es la mía. Me siento intelectualmente forzado a reflexionar respecto de lo que está sucediendo. No tengo respuestas, tampoco creo que soy un iluminado y el público está a oscuras.
L. S.: –Las cartas que escribió y recibió T. C. van completando y aclarando en algunos aspectos la situación que hoy vivimos. En una de 1989 que le envía un hermano desde España se habla de los saqueos en la Argentina, y uno cree que esa carta pudo haber sido escrita en 2001. Los ciclos históricos aquí no sólo abortan: también se van acortando.
–Cuando se trata el tema de la inmigración es frecuente recurrir a la nostalgia. ¿Es así en esta obra?
A. T.: –Lo que es evidente aquí es la situación de enojo respecto de lo que cuentan los personajes (por Marta Lubos, Stella Galazzi y Fabiana Falcón). Apuntamos a trabajar sobre la idea del porqué de ese enojo en estas vidas atravesadas por sentimientos de todo tipo, por cierta nostalgia, resignación y resistencia pasiva.
L. S.: –Pero no por la nostalgia habitual, sino la que se relaciona con el dolor de no haber podido despedirse de los padres como hubieran querido. T. C. me contó haber sido muy feliz paseando por Avenida de Mayo.
–¿Por qué eligieron sólo mujeres para contar esta historia?
L. S.: –Decidimos que, además de la protagonista, debía aparecer una hermana con la que ella mantuvo un vínculo muy fuerte, y también su nuera. Esto nos permitía cruzar su historia con otras, reales e inventadas.
A. T.: –No queríamos quedar muy pegados a la protagonista. Ella era el punto de partida, el elemento disparador.
–¿Qué papel juega la música?
L. S.: –La melodía de este villancico que canta el contratenor Daniel Gloger es original de Oscar Strasnoy y la utilizamos como fondo. Recuerda a la Navidad y al mes de diciembre.
T. C. sufrió un accidente terrible en un diciembre. Pero esa época del año tiene también otro sentido en la obra y en nosotros: Es tiempo de balance, de pensar en lo que vendrá y uno de los momentos en que se percibe con mayor fuerza a los que ya no están. Es inevitable no pensar en los muertos.