ESPECTáCULOS › MARLENE DIETRICH, EN UN DOCUMENTAL REVELADOR
De las caricias al latigazo
La señal A&E Mundo emitirá hoy un programa especial sobre la diva alemana, en que amigos, colegas y amantes buscan desentrañar el mito.
Por Emanuel Respighi
La relación del cine con las mujeres fatales es tan larga como la historia de la propia industria. La sensualidad de Greta Garbo o el sex appeal de Marilyn Monroe posiblemente darán que hablar aún durante varios siglos. Pero ninguna diva, concuerdan los expertos en el tema, permanece rodeada de tanto misterio glamoroso como la alemana Marlene Dietrich. Más allá de su famosa mirada y sus portentosas piernas, esta actriz acaso haya sido la diva del siglo pasado por su inocultable carga de ambigüedad. A pocos días de haberse celebrado el centenario de su nacimiento, la señal A&E Mundo emitirá hoy un programa que intenta convertirse en un aporte para desentrañar algunos de los misterios que aún hoy flotan en torno a su figura. El especial, que se emitirá esta noche a las 21, fue realizado por la señal de documentales perteneciente a la cadena televisiva HBO, como parte del ciclo “Biografías”. Con testimonios de compañeros, amigos e imágenes de sus principales films, el documental intenta responder a las preguntas básicas sobre que tenía de particular esta mujer que llegó a la fama mundial, vía Hollywood, después de haber bailado y cantado en varios cabarets y clubes de mala muerte en Alemania.
Una biografía oficial afirma que, nacida el 27 de diciembre de 1901 en Berlín, desde muy pequeña Dietrich mostró su interés por el arte, tomando clases de violín y piano durante varios años. Sin embargo, debido a una lesión muscular en una de sus manos, cambió el violín por el teatro de revistas y papeles secundarios en el cine. Su carrera artística tomaría un radical giro en 1929, cuando el director de cine Josef von Sternberg la eligió para protagonizar El ángel azul, la película que después le daría fama a nivel mundial. El mundo estaba cambiando aceleradamente: se venía el cine sonoro y, en Alemania, un tal Adolfo Hitler pensaba que debía haber un modo de devolver al país su supuesta grandeza perdida.
Fue en ese marco que la dupla decidió emigrar hacia la floreciente industria hollywoodense, donde realizó otras seis películas, entre las que se destacan Marruecos (1930), La venus rubia (1931) y El expreso de Shangai (1932). Dietrich dijo por entonces que despreciaba a su país, hablando del acceso de Hitler al poder. Hasta hoy, el inconsciente colectivo alemán parece no haberle perdonado aquella sinceridad. El documental resalta que, guiada por Von Sternberg, Marlene empezó a pensarse así misma como un fetiche, rodeándose de un aire enigmático del que no pudieron abstraerse directores de la talla de Billy Wilder, Alfred Hitchcock, Fritz Lang y Orson Welles. La obsesión de la actriz por su cara era tan grande que le pidió a un dentista que le sacara algunas muelas, con el fin de enfatizar sus pómulos y perder su aspecto de campesina alemana.
Pero, más allá de su posible talento actoral –que es puesto en duda por buena parte de los críticos–, fue el mundo de preferencias sexuales diversas lo que cimentó la leyenda que la alemana fue en vida. Entre los inagotables amores que se le adjudicaron se encuentran los nombres de Maurice Chevalier, Jean Gabin, John Wayne, Orson Welles, Ernest Hemingway, Fritz Lang, Claudette Colbert y Lili Damita, por entonces esposa de Errol Flynn. La personalidad de esa mujer inquietante era, a su vez, compleja. “Ella puede derretir a un hombre con un simple levantar de pestañas, y destruir a un rival con una mirada”, dijo el Premio Nobel Hemingway sobre Dietrich. “Es la mujer más linda que conocí. Además de todo, cocina bien”, afirmó a su vez el borrascoso actor Richard Burton. En tanto, Jean Cocteau afirmó que “Marlene comienza con una caricia y termina con un latigazo”. Pero quizá sea su propia hija María Riva, quien con mayor certeza pueda opinar sobre Marlene. Un año después de la muerte en París, en 1992, María publicó una biografía de su madre en la que describe con crudeza: “Mi madre se acostaba con todos, pero prefería a los impotentes (...). Sólo era una vedette, ni siquiera era buena actriz. Pero tenía un carisma comparable al de Jesucristo o al de Hitler”.