ESPECTáCULOS › EL JAPONES KITANO PRESENTO EN VENECIA SU NUEVA PELICULA, “DOLLS”
Las marionetas crueles de Takeshi
El público de la Mostra pasó de la ovación al desconcierto con un film atípico que juega a poner en escena tres historias de amor eterno.
Por Luciano Monteagudo
“¡Sei grande, Kitano!”, se escuchó no bien se apagaron las luces y en la pantalla apareció el logo con la ya famosa “K” mayúscula, que marca a fuego los títulos de cada una de las películas del gran director japonés. El grito trémulo, emocionado de un crítico italiano –del diario Il Messagero– no hizo sino expresar la enorme expectativa que había entre los 1300 periodistas que colmaban la sala Palagalileo para presenciar la primera función de Dolls, el nuevo film de Takeshi Kitano, inscripto en la competencia oficial de esta 59ª edición de la Mostra. Desde que en 1997 se llevó aquí mismo el León de Oro con su obra maestra Flores de fuego, Kitano parece ser uno de los realizadores favoritos de la prensa italiana, que le dispensa el trato de una verdadera estrella, a la altura de cualquiera de las que llegan al Lido desde Hollywood. El aplauso que coronó la proyección no fue precisamente frío (nada lo es aquí en Venecia, donde adhesiones y rechazos se manifiestan a viva voz), pero pareció expresar no tanto una decepción sino más bien un desconcierto. Dolls (en inglés en el original) es un film diferente de Kitano, pero no sólo porque es el primero en el que no actúa desde Kids Return, en 1996. Lo es porque está concebido como delicado collar hecho de tres historias de amor eterno, como una película romántica como el director no había hecho nunca hasta ahora.
“Cuando era joven, una vez vi a un hombre y a una mujer unidos el uno al otro con un pedazo de cuerda”, contó Kitano luego en la conferencia de prensa. “Vagabundeaban por el barrio, siempre atados, y aunque había muchos rumores acerca de ellos no se sabía realmente qué les había pasado. Esta imagen quedó fijada en mi memoria y decidí cruzarla con otras historias que también escuché en el pasado, historias que son muy comunes para los japoneses.” Entre otros motivos que inspiraron a su nueva película, Kitano también señaló la influencia de Chikamatusu (1653-1724), considerado el Shakespeare japonés y autor de más de cien piezas de teatro Bunraku o de marionetas (de ahí el título del film), una de las tres formas clásicas del teatro japonés, junto con el Kabuki y el Noh.
De hecho, Dolls comienza con doce intensos minutos dedicados a registrar el ritual de una representación de Bunraku a cargo de elenco del Teatro Nacional de Tokyo. La pieza elegida por Kitano habla también de un amor inmortal, a prueba del tiempo, mientras las marionetas cobran vida accionadas por titiriteros a la vista del público y con una voz que les presta un cantante y narrador, que es indistintamente el mismo para el hombre y la mujer. Para Kitano, este momento es más que un prólogo: funciona como si el director quisiera invertir los planos y convertir a su película en una historia de marionetas humanas imaginada por esos delicadísimos muñecos, que parecen dictarles su destino.
La leyenda de esos dos amantes que recorren todo el Japón a pie, unidos por una cuerda, atravesando las cuatro estaciones, tiene sin duda un vuelo poético que nunca alcanzan las otras dos historias, la de un veterano yakuza (un mafioso japonés) que descubre hacia el final de sus días que abandonó al único amor de su vida, y la de un fan que se sacrifica en honor de la cantante pop que admira. Se diría que el desequilibrio es básicamente una cuestión de tono, como si el carácter mítico del relato que dispara la obra de teatro Bunraku funcionara únicamente para la pareja de vagabundos enlazados. Aun así, lo que impresiona sobre todo del nuevo film de Kitano es su preciosismo formal, su dedicación al color y a la belleza plástica de las imágenes, como si por momentos quisiera hacer de Dolls una serie de láminas y grabados en movimiento. No por nada Kitano confió el diseño de vestuario a Yohji Yamamoto, un célebre diseñador de modas, a quien ya Wim Wenders le había dedicado un film, Notebook on cities and clothes (1989). “Normalmente, el vestuario se hace de acuerdoal estilo de la película, pero aquí, como no trabajé a partir del realismo, muchas veces tuve que hacer ajustes en la elección de los escenarios y en el uso de la fotografía para poder combinarlos con los diseños de Yamamoto”, confesó Kitano.
Para el director de Sonatine, “las muertes de Dolls pueden ser más crueles que las de Brother”, su película inmediatamente anterior, también estrenada aquí en Venecia. “Porque no son armas las que matan a los protagonistas. Es algo como el destino, o las emociones, que se convierten en una sola bala que atraviesa a los distintos personajes. Si uno lo ve de esta manera, se puede decir que Dolls es incluso más cruel y más violenta que Brother.”