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Por Angel Berlanga

Por tercer año consecutivo Contrafarsa, la murga que obtuvo el Primer Premio del Carnaval de Montevideo 2002, cruza el charco y actúa en la Argentina. Los 22 integrantes del equipo montan, esta vez, Un barrio de película, el espectáculo que se impuso en ese certamen y propició, además, la grabación de un CD en vivo que lleva el mismo nombre. “En esta época de globalización y de tanto macromundo –explica Carlos Melgarejo, uno de los históricos de Contrafarsa–, nosotros nos jugamos por el micromundo del barrio; desde allí, a partir de contar la historia de una murga barrial, vamos trazando una comparación con lo que fue sucediendo en el mundo”. Contrafarsa se presenta esta noche en El Galpón de Catalinas y mañana en el Teatro Argentino de La Plata, en el festival Crisis y Memoria: pasado y presente del proyecto latinoamericano, organizado por la Comisión por la Memoria, del que participarán también Isabel Parra, Chango Spasiuk y Fito Páez. “Somos oyentes de las realidades de nuestros países, y sabemos que no son las mejores”, dice Melgarejo, cantante, productor y autor de parte de los textos de Un barrio de película, y destaca una fluida comunicación con seguidores argentinos de Contrafarsa que les piden “una inyección de carnaval”.
Nacida en 1980 en el barrio Sayago de Montevideo como la murga infantil El Firulete –varios de esos pibes, que en 1982 visitaron Buenos Aires, todavía integran el grupo–, Contrafarsa es, junto a Diablos Verdes, protagonista de la renovación murguera. Ambas funcionan como cooperativas, se repartieron primeros y segundos puestos en los últimos cinco carnavales (La Contra ganó en el ‘98, ‘00 y ‘02, Diablos en el ‘99 y ‘01) y suelen dar, dentro de un contexto que siempre prioriza lo grupal, las mejores individualidades. Este año, por ejemplo, el director y arreglador coral de Contrafarsa, Edú Pitufo Lombardo, fue elegido como “Figura del Carnaval”.
–¿Que características tiene la última renovación murguera?
–Primero, apostamos a un armado bajo un hilo conductor que empieza y termina contando una historia específica. no son cinco o seis bloques diferentes, ahora todos los bloques son relativos al tema central. Segundo, se tiene en cuenta la totalidad del espectáculo: no sólo hay que cantar bien, sino que hay que moverse bien, estar bien vestido y maquillado, tener una puesta en escena digna. Tercero, creo que si bien hubo una etapa, en la salida de la dictadura , en que la gente necesitaba que se dijeran cosas, que podían ser hasta panfletarias, llegó un momento en el que, aunque estemos todos de acuerdo en que “el pueblo unido jamás será vencido”, nos cansamos de ver siempre esa consigna arriba del escenario. Y creo que, sin renunciar a temáticas sociales, el lenguaje conceptual que hemos logrado nosotros, y tal vez también Diablos Verdes, es lo que esperaba la gente en Uruguay.
–¿Qué cambia al actuar fuera del contexto uruguayo?
–Es un espectáculo digno de verse en cualquier teatro del mundo, y sin pasar vergüenza. Lo único que cambia es ese sabor de subir al Teatro de Verano y concursar. Por otro lado, cantar fuera del Uruguay significa mucho, y sobre todo en Argentina. Nosotros estamos bastante informados de lo que les pasa a ustedes, y tal vez ustedes no están tan al tanto de lo que nos pasa, porque les llega sobre todo la versión oficialista. Creo que la murga, por sus características, a través de la crítica y del humor, refleja la realidad de manera mucho más clara y honesta que la TV. Es bueno que conozcan nuestra situación a través de una murga, y no sólo lo que dicen los medios. Más allá de esto, parece estar bastante claro: atravesamos realidades parecidas.