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Renán hace un balance de su paso por la función pública: “Al frente del Teatro Colón estuve de 1989 a 1996, luego del 2000 a fines del 2001. Mi puesto en la Cancillería fue, comparativamente, un espacio mucho menos estresante que el Colón, pero también menos gratificante. De todas maneras, a partir de un presupuesto mejorado y a partir de una libertad absoluta de decisión por parte del canciller Di Tella, pude colaborar según mi convicción y obligación con varios de los teatristas jóvenes más importantes del país, como Veronese, Bartis, Spregelburd. También pude proponer a Andrés Rivera y a Juan Gelman para el premio Juan Rulfo. Pero son minucias, son nada al lado de lo que hace falta: la decisión política que sólo puede ser consecuencia de considerar la educación y la cultura como el ejes de la tarea de un gobierno. Es un dato complementario, subsidiario, el hecho de llevar más gente a los recitales. Yo no creo en esos proyectos. La cultura popular debe llegar a la mayor parte de receptores posibles, pero con la alta cultura también debe pasar lo mismo. Por eso falta de parte del Gobierno una mirada de la cultura respetuosa y valorativa. El hecho de mejorar la calidad de la cultura se complementa con la difusión de nuestros artistas en el mundo”.