Miércoles, 9 de marzo de 2011 | Hoy
Por Julián Maradeo *
Las últimas revueltas pusieron en el eje del debate la utilización de Internet para diferentes fines interrelacionados. De inmediato, los especialistas realizaron sus análisis del fenómeno. Sin embargo, permanece la sensación de que no se consigue aprehender en su amplitud el suceso, que se inscribe en un contexto marcado tanto por nuevas formas de militar como por causas de diverso orden. Por esto, tal vez, en lugar de hilvanar una serie de afirmaciones, conviene interrogar a esas mismas preguntas que nacen de las afirmaciones, sin la pretensión de agotarlas.
Una de las características entre quienes usan Internet para seguir una problemática –lo cual muchas veces significa expresarse y realizar una convocatoria– es la reticularidad en oposición a la información que circula sólo de manera cerrada entre los involucrados. ¿Esto es bueno en sí mismo? ¿Que la información se dirija hacia receptores inciertos garantiza algo? ¿Qué cambios sufrió el mensaje de una situación a la otra? ¿Cuáles son los perjuicios y los beneficios de esta transformación? ¿En qué se favorece la circulación y la recepción por el hecho de que se difumine el emisor original? ¿El emisor pierde su identidad? ¿Surge una nueva? ¿La circulación en red opaca la imagen del emisor? ¿O directamente la condena a un segundo plano?
Otro elemento que se acostumbra a enfocar es la inmediatez para difundir hechos que los medios “tradicionales” no cubren, ya sea por estar desinformados, porque no los consideran noticiables o porque afectan sus intereses. ¿La inmediatez pasó a convertirse en una virtud? ¿Las propiedades de la circulación inciden en la potencia simbólica del mensaje? ¿La inmediatez sólo pone la nota en la transformación del tiempo y del espacio en el nuevo ethos militante? ¿Tan distinto sería el desarrollo de los hechos sin ella? ¿Es apenas un grado mayor a la espontaneidad tan debatida otrora? ¿Significa un revés para la burocracia de muchas organizaciones sectoriales?
Existe consenso sobre la idea de que está emergiendo una contraparte de los medios de comunicación, entendidos éstos como eminentes factores de poder. Esta vía “ciudadana” parecería erigirse con un aura menos contaminada por intereses político económicos. ¿Comienza a gestarse un nuevo estándar de la información? ¿La red se convirtió en una sólida forma de circulación alternativa de información? En este proceso, ¿el riesgo es la proliferación de mensajes alarmistas y de sospechosa verosimilitud? ¿Nuestros periodistas se adaptarán con facilidad? ¿Representa una forma de presión sobre las empresas periodísticas que muchas veces están digitadas, ante todo, por la rentabilidad económica? ¿Se les impone buscar la forma de amoldarse a los tiempos que corren, desechando dudosos intentos al estilo de TN y la gente?
Por último, algunas preguntas sobre el mensaje, el acceso y la democracia directa: ¿la eficacia del mensaje varía de acuerdo con la etapa de la protesta? ¿Lo hace según la magnitud de la opresión, que no tiene por qué ser nada más que gubernamental sino que también puede ser cultural, por ejemplo a través de la concentración de la propiedad de los medios o de la producción de contenidos? ¿Es un tímido paso hacia la democracia directa, que, por otra parte, tiene expresiones claras en las asambleas de autoconvocados que se están manifestando a raíz de los efectos de las fumigaciones o la minería a cielo abierto? ¿Se modifica en algo la compleja matriz de los conflictos sociales del presente? ¿Es una forma de intervención política que surge –al igual que el escrache y el piquete– en un contexto en el que no hay una reacción institucional satisfactoria? A la vista de los últimos sucesos, ¿el acceso se ha convertido en un derecho fundamental para ejercer en plenitud la ciudadanía? A la hora de organizarse y difundir su demanda, ¿existe una división abismal entre quienes acceden y quienes no pueden hacerlo? ¿La imposibilidad de acceder es una nueva forma de dominación?
* Periodista.
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