Miércoles, 7 de septiembre de 2016 | Hoy
LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Carlos Valle explica que la orientación actual de la globalización está concentrada en desarrollar un sistema de integración de mercado y de centralización de decisiones políticas y económicas.
Por Carlos A. Valle *
La globalización para Anthony Giddens “no tiene que ver, ni primariamente, con la interdependencia económica, sino con la transformación del tiempo y el espacio en nuestras vidas”. Como nunca hasta ahora, hechos que suceden en ciertos lugares pueden afectar, directa e inmediatamente a escala global, fenómeno que no se restringe a la esfera económica. Sin embargo, es innegable que las fuerzas económicas que comandan los países centrales están proveyendo un rostro muy peculiar a los enormes cambios que sacuden a nuestro mundo. Están produciendo cambios tempero-espaciales que afectan la vida social y la estructura de la vida comunitaria.
Esta no es, por cierto, una postura inocente, sino una manera de ejercer la dominación política y cultural. Cuando se tienen los recursos tecnológicos y el poder de informar, de proveer e interpretar la información, la tentación de dominación es muy grande. Herbert Schiller ha insistido en que la idea de un “libre flujo de la información” merece nuestro respeto. Pero, cuando considera el desarrollo de las industrias culturales en su propio país, Estados Unidos, difícilmente puede mencionar alguna presencia extranjera con posibilidades de competir en igualdad de condiciones con las empresas americanas. Schiller señala que “el libre flujo de la información”, en su implementación, ha significado la supremacía de los productos culturales de los Estados Unidos en todo el mundo. La televisión satelital y las grandes cadenas que dominan la mayoría de las comunicaciones internacionales, comunican desde sus propios intereses y perspectivas, y cuentan la historia en forma selectiva y tendenciosa. Sus servicios mundiales describen un universo reducido, concentrado en lo que sucede en los países centrales, los movimientos de sus bolsas de comercio, junto a noticias de otros países siempre y cuando estén relacionados con sus propios intereses. En contadas ocasiones se mencionan otras realidades, a menos que se trate de una desgracia, un terremoto o un golpe de estado.
Pero ¿hasta dónde lo global es global? En buena medida, la orientación actual de la globalización está concentrada en desarrollar un sistema de integración de mercado, de concentración de recursos, de centralización de decisiones políticas y económicas. Lo que está lejos de constituirse es una interdependencia en el ámbito cultural y social, donde se establezca una relación entre la gente a lo largo del mundo. Para Néstor García Canclini hay que trascender dos posturas: “la que hace de la globalización un paradigma único e irreversible, y la que dice que no importa que no sea coherente ni integre a todos”. Por eso hay que saber “qué representa lo que la globalización excluye para constituirse”. Algunos efectos más evidentes de la expansión de este sistema económico sobre el desarrollo de la democracia y la comunicación son:
1. El cada vez mayor número de decisiones que unos pocos toman en nombre de todos, con solo una aparente participación de la gente. La toma de decisiones pasa progresivamente al ámbito reservado de quienes ostentan el poder. Ellos consideran que siempre están frente a situaciones que requieren “decisiones ejecutivas” que solo habrá que justificar más tarde, si fuera necesario.
2. La tendencia de los medios comerciales a reforzar la despolitización de la gente. Como alguna vez señaló G. Gerbner, los grandes medios “no tienen nada para decir, pero mucho para vender.” La despolitización se acrecienta por la exaltación del individualismo. Esto lleva a rechazar y combatir todo lo que afecte los intereses básicos: el país, si afecta mi grupo; mi grupo, si afecta mis bienes, y así sucesivamente. La despolitización logra que la gente mida las acciones de los gobiernos según y cómo los afectan individualmente.
3. La tendencia de este sistema tiende a desmoralizar a la gente, promoviendo el abandono de toda esperanza de cambio y la aceptación de la realidad. En la jungla moderna, la ley principal es: ¡Sálvese quien pueda! Eduardo Galeano comentaba: “El sistema niega lo que ofrece, objetos mágicos que hacen realidad los sueños, lujos que la tele promete, las luces de neón anunciando el paraíso en las noches de la ciudad, esplendores de la riqueza virtual.”
4. El aumento del papel que juegan las corporaciones globales en todas las esferas de la vida, mientras el papel de los estados nacionales se reduce cada vez más.
5. La exaltación de la libertad de información en la vida de la sociedad al tiempo que se acentúa el control y la censura.
6. La disminución y desaparición de los centros físicos de poder. Hoy es difícil determinar dónde residen esos centros. Han adquirido una movilidad muy particular, al mismo tiempo que desarrollan su concentración.
7. La acentuación de la distancia entre ricos y pobres a límites insospechados y desmesurados.
Lamentablemente vivimos un proceso de globalización caracterizado por la fragmentación y la fugacidad, donde la política se ha echado en brazos de la economía y la sociedad en los del mercado.
* Comunicador social. Ex presidente de la Asociación Mundial para las Comunicaciones Cristianas (WACC).
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