Lunes, 23 de junio de 2008 | Hoy
MITOLOGíAS › LA PáGINA DE ANáLISIS DE DISCURSOS
Algunos apuntes sobre género, política y escritura. El abrazo entre la Presidenta y su marido, y las mil y una maneras de reproducir el discurso hegemónico rural.
Por Manuela Fingueret *
En casi todo congreso, foro, encuentro o feria de literatura es infaltable algún debate relacionado con la cuestión de género, referido siempre a las mujeres. Somos esos bichos raros que escribimos desde alguna cueva o maleficio ignorado que no queremos revelar para seguir portando el estandarte de la marginación.
Por supuesto que ya no participo más de ese tipo de banalidades a los que sigue tan afecto cierto público femenino. En general, son las mismas a quienes les encanta que les den recetas para el amor, la historia, la psicología de salón, etc. y que sólo leen a las escritoras best sellers porque ¡son tan folklóricas y entretenidas...!
Forman parte de un mundo literal que ayudan a publicitar ciertos suplementos culturales que tienen compromisos con las editoriales y reciben órdenes del diario, que debe acatar el crítico a pesar de su propia opinión.
Recurro a mi memoria para compartir esta frase de la poeta mexicana Rosario Castellanos: “Cuando la mujer latinoamericana toma entre sus manos la literatura, lo hace con el mismo gesto y con la misma intención con la que toma un espejo: para contemplar su imagen”. Se refería, es obvio, a la literatura y no a las hacedoras de libros.
Mirarse en su propio espejo. Descubrirse en sus propias palabras. Reconocerse en los vínculos de una intimidad que entrecruza ansiedad y erotismo para derivar en un texto literario que comparten autor y lector.
Hago esta introducción para hablar sobre un tema que ya tenía semiarchivado en el desván de mi cabeza, pero que a raíz de algunos sucesos volvieron a excitar mis neuronas. Apareció esta inquietud cuando los intelectuales, profesionales, académicos y demás empezamos a reflexionar y poner por escrito conceptos que derivan de encuentros y discusiones con los que intentamos aportar nuestros puntos de vista. Como producto de ello, hemos dado a conocer cartas abiertas conceptuales sobre temas de actualidad. Y aquí la cuestión a la que me quiero referir. Los intelectuales solemos dejar el espacio de los enunciados en manos de los hombres, que asumen ese rol como una cuestión natural porque tampoco son conscientes de esta situación, por más esclarecidos que estén sobre el tema, del que podrían dar clases y conferencias magistrales oponiéndose a la misoginia.
También las mujeres debemos reflexionar si no nos es cómodo y tranquilizante que así suceda. Pareciera que nuestra manzana no está madura “para abrir la puerta e ir a jugar”. Es como si esos miedos arcaicos a exponerse con nombre y apellido y en actos públicos fuesen una cuestión que nos cuesta asumir porque aún estamos presas de ese entramado ancestral que otorga al hombre la posesión del conocimiento. Y esto se nota en la redacción de los textos. Insisto. No porque haya una manera masculina o femenina de escribir sobre ciertos temas, pero sí miradas diferentes, otros códigos y algunos conceptos que se verían enriquecidos con estos aportes. Y no me cabe duda de que quienes dirigen a este grupo de personas estarían muy satisfechos y en total acuerdo de incorporar sus puntos de vista.
Son tiempos en donde podemos incluir nuevos relatos acerca de la realidad y delinear un mapa en el que las capacidades se reconozcan y las mediocridades se destierren. Encontrar nuevas maneras de nombrar para desbaratar la apropiación de símbolos con que los “dueños del poder” los usaron en propio beneficio.
Ya no somos aquellos jóvenes que se ilusionaban con la idea de “la imaginación al poder”, pero sí nos sentimos capaces de aportar y comprometernos para esclarecer esta confusión generalizada que padecemos.
Por eso, el tema de género cobra actualidad y es parte de estas nuevas narrativas sociales que han desembocado en una pasarela mediática que no tiene pudor en hacer un lifting al cuerpo y al alma en tanto logren muchos puntos de rating y escondan entrelíneas nuevas formas de sometimiento hacia la mujer.
* Escritora.
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