Lunes, 23 de junio de 2008 | Hoy
EL PAíS › A CUATRO AñOS DEL TRáGICO INCENDIO EN LA MINA DE RíO TURBIO
Ingrid Hernández Flores, hija de una de las víctimas de la tragedia que dejó catorce muertos, responsabiliza a las autoridades de Yacimientos Carboníferos Fiscales por el accidente. “No miraban la seguridad de la gente”, dice.
Por Adriana Meyer
Hace cuatro años Ingrid Hernández Flores miraba con su familia una película sobre una rebelión minera en un pueblo del norte de Chile. El lunes 14 de junio se despidió de su papá, José Orlando Hernández Zambrano, que partía a su trabajo en los Yacimientos Carboníferos Fiscales (YCF) de Río Turbio. Este minero, que había sobrevivido al incendio en la misma mina ocurrido en 1975 y estaba a punto de jubilarse, murió esa noche junto a otras trece personas en un nuevo incendio. Desde hace seis meses, Ingrid trabaja en el área administrativa de YCF y, como hizo su padre durante varios años, se radicó en Argentina y viaja los fines de semana a su casa en Puerto Natales, a 24 kilómetros de Río Turbio. De esa misma localidad turística son las otras dos víctimas chilenas, Sixto Alvarado y Víctor Hernández. “Fue un accidente, pero por pura irresponsabilidad de las autoridades, que no miraban la seguridad de la gente, sino sólo la producción”, dijo la mujer.
La familia que formaron José y María Ana Flores Mancilla se mantuvo siempre muy unida. No tenían parientes cercanos porque provenían de otras regiones de Chile. “Mirá las vueltas de la vida, dónde terminé trabajando, tú podrás comprender que no fue fácil, nos costó decidirnos y las primeras semanas fueron horribles, pero ya me acostumbré”, dice Ingrid, 27 años, al iniciar la conversación con PáginaI12. Se refiere también a su hermano Alexis, de 21, que es operador minero y “tiene el coraje de meterse en las minas”. Antes de la tragedia ella estudiaba comercio exterior en Punta Arenas y él estaba en el “liceo”. “Esperábamos que llegara mi papá los viernes, y se iba los lunes, así era nuestra vida”, dice.
En 1975 hubo una explosión en la mina de Río Turbio, José Zambrano se salvó y estuvo seis meses rehabilitándose en Córdoba por las quemaduras que sufrió. En ese momento del relato, Ingrid apela a su mamá. “Exceso de gas grisú que se acumuló por falta de ventilación fue la causa”, recuerdan.
–¿Cómo se enteraron de lo que pasó en la mina en 2004?
–Por la radio, estaba en el trabajo, y luego mi mamá me llamó por teléfono que también lo había escuchado en la radio. Eso fue el 15. El 13 mi papá estaba acá, hasta le había arrendado una película chilena que se llama SubTerra, sobre las minas de Lota al norte de Chile. La miramos y mi papá dijo “si llegara a pasar esto en la mina nuestra...”. El 14 a las cuatro de la tarde se fue y de ahí ya no lo vi más.
–¿Qué fue lo primero que hicieron?
–Me fui a averiguar para que alguien me llevara al Turbio, estaba horrible el camino, todo escarchado. Cuando llegamos el hospital estaba repleto, se sentía en la atmósfera la tristeza, estaba todo nublado con humo, las ambulancias que iban y venían. Mi papá fue la última persona que rescataron ese día, me acuerdo que se suspendió la búsqueda porque hacía demasiado calor en la mina, nadie podía entrar. Con mi mamá fuimos a ver el listado de los sobrevivientes y no estaba. En la radio de repente dijeron que se habían encontrado dos cuerpos más, y la última persona que nombraron fue mi papá. Era la radio portátil de una señora. A partir de eso tuve que venir a Natales a buscar sus cosas, y por el accidente abrieron la frontera todo el día. Ese mismo fin de semana iba a ser el Día del Padre. Le había comprado unos regalos, mi mamá entró en shock, casi le da un infarto.
–En medio de tanta conmoción, ¿cómo hicieron el traslado y el sepelio?
–Yo me quería traer a mi papá para Natales, pero no podía porque iba a llegar Kirchner. Qué nos importaba eso a nosotros en ese momento, que somos apolíticos les decíamos. Y cuando vino le hizo promesas a mi mamá, como todo político. El 16 recién pudimos salir de Turbio, había tremendas caravanas esperando afuera de la iglesia, todos para recibirlo.
–¿Había otros fallecidos de Natales?
–Sí, Sixto Alvarado, marido de Ema Pérez, y Víctor Hernández, que su viuda es Adriana Paredes. A los tres (el abogado Bernardino, “Dino”) Zaffrani nos lleva el caso.
–¿Cómo siguieron sus días?
–Nos cambió la vida, completamente. La primera semana llegaron abogados de todas partes a ofrecer sus servicios. Empezamos a hacer todos los trámites para averiguar qué pasó. Todo el día sin comer, y todos te prometían cosas pero no pasaba nada.
–Hace pocos días salieron los procesamientos...
–(Interrumpe.) Podrías publicar que el presidente Kirchner le había prometido a mi mamá que su pensión iba a ser al mismo nivel que el sueldo de mi papá, pero al final le dieron la mitad. Hemos mandado cartas, pero nada.
–¿Sienten que les dieron un trato diferente?
–Y sí, es que no teníamos la radicación, no sabíamos cómo era el funcionamiento de las cosas.
–¿Cuáles fueron las primeras explicaciones sobre el accidente?
–En el turno anterior había habido quejas por el humo y nadie les hizo caso, igual mandaron ese segundo turno de la noche. (N.d.R.: los mineros murieron asfixiados por el humo y el derrumbe de la montaña.)
–A cuatro años, ¿cuál es la respuesta sobre lo ocurrido?
–Hubo una irresponsabilidad, ahora ya no es la mina de antes. Hay más seguridad, los cascos tienen reflectores, los buzos tienen reflectarias que antes no tenían, trajeron maquinarias nuevas. Los sueldos subieron un montón. Fue un accidente, pero por pura irresponsabilidad de las autoridades. Hay mucha gente implicada, y con don Dino queremos llegar a la gente más alta. Antes nunca se preocuparon por la seguridad de la gente, sólo miraban la producción.
–¿Está conforme con los procesamientos del ex interventor y los otros funcionarios de seguridad?
–Es una resolución mucho más clara. Pero a mi papá no me lo devuelve nadie. Cuatro años no son nada, porque todos los días lo recuerdo.
–¿Cómo era?
–Una persona muy querida por todos en la empresa, cuando llegué todos me trataron bien, me hablaban maravillas de él. Yo ya lo sabía pero lo comprobé. Mi papá trabajó 32 años ahí y cuando pasó el accidente tendría que haber estado jubilado.
–¿Les pagaron una indemnización?
–El seguro sí, pero para la indemnización se tiene que ganar el juicio.
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