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Por Rodrigo Quiroz *

Están la iglesia, las palomas, la ciudad incesante y su rumor...
El viejo parece un veterano de la Revolución Mexicana. Ahora está en silla de ruedas acompañado por un perro chico y cansado (podría ser un perro más grande para guiarlo, pienso). Los ojos del hombre vislumbran la muerte y el tiempo.
Pasa una mujerona, toda culo y tetas. El jean (el vaquero) le marca la vagina con violencia, el viejo acaricia a su perro y los ojos se le humedecen.
Yo miro el culo de la mujer que desaparece por la puerta de un hotel. El viejo volcado en el pasado recuerda los tiempos cuando sus piernas respondían con la altura de su destino. EL viejo, el perro y yo buscando el equilibrio de mi energía mientras la mujer reaparece en escena y nos regala una sonrisa... Comienza a palpitar mi entrepierna cuando me incorporo para darme cuenta de que el perro del veterano me está meando el zapato.
La mujer vuelve a sonreír. Prefiero dejársela al viejo. Camino masticando la vida.
El sol de la mañana es una maravilla.

* Lector (de Chile).

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