PLACER › SOBRE GUSTOS...
Estar en contacto
Por Soledad Vallejos
Agradecer a la crisis puede parecer provocación, pero en este caso es pura justicia. Hace tres años, cuando una amiga entrevió lo que se venía y el poco espacio que eso iba a dejarle en el futuro, se fue dos años a Estados Unidos para hacer un master. Habíamos sido compañeras del colegio, es decir que, mientras otras personas crecían juntas, nosotras nos dedicábamos a evitarlo con todo el fervor y juntas. Todo esto para decir que somos bastante cercanas. Por entonces éramos también muy cercanas, decía, pero el hecho de que estuviera lejos nos acercó todavía más. Correo electrónico mediante, durante esos dos años nos escribimos todos los días, nos contamos más cosas, reflexionamos solas pero hablando con la otra, llevamos un diario íntimo a dos voces y a distancia. Pasábamos los días con una percepción hiperatenta, siempre dispuestas a encontrar el lado ridículo de lo que podía parecernos importante, notando detalles antes imperceptibles y magnificando lo que fuera necesario con tal de conseguir un buen relato para quedar mal paradas. (“Tengo dolor de espalda”, era el título de un mail que enseguida aclaraba “consecuencia, como te podrás imaginar, de haber visto cuatro horas seguidas de televisión”). Hablando (escribiendo), descubrimos que las dos, sin saberlo, teníamos esa misma actitud de atención agazapada. Y las dos esperábamos, cada día, determinada hora para saber qué le había pasado a la otra, y contar otro tanto. Para mí, llegó a convertirse en un ritual el café de la tardecita frente a la computadora. De hecho, me sentía culpable cuando no podía cumplirlo. Por ahora mi amiga está en Argentina, terminando sus meses sabáticos, pronto volverá a viajar para hacer un doctorado. En criollo: se va por lo menos cuatro años. Probablemente sean más. Hace unos días, dos amigos se fueron de viaje con la intuición de que la vida podía estar en otra parte y hasta ser agradable. Quieren ver otras cosas, extrañarse ante todo lo nuevo y extrañar todo lo conocido. Después de eso, se supone, sentarán cabeza (lo que sea que se entienda por eso) en otro país, posiblemente europeo. No saben si vuelven, no sabemos si volveremos a verlos, o cuándo. Pero yo tengo una esperanza. Espero que tengan una computadora a mano con frecuencia, que escriban seguido, que podamos seguir como si la crisis no nos separara y quizás un poco más cerca que antes, entre todos. No tendría esa esperanza si la crisis no se hubiera metido en mi mundo privado. Así que le agradezco. Nos vemos, chicos.