PSICOLOGíA › PATOLOGIAS DE LA “HIPERREALIDAD” DE LA VIDA CONTEMPORANEA
El “círculo infernal” de nuestro tiempo
“Por un lado, la época fuera del deber liquida la cultura autoritaria y puritana tradicional; por el otro, engendra nuevos imperativos (juventud, salud, esbeltez, forma, ocios, sexo) de autoconstrucción de uno mismo, sin duda personalizados, pero creadores de un estado de hipermovilización, estrés y reciclaje permanente.”
Gilles Lipovetsky, El crepúsculo del deber, 1992.
Por Sonia Abadi*
Omnipresencia de la información, imperativos mediáticos, violencia cotidiana. En un nuevo estilo de subjetividad, característico de la sociedad de la comunicación y el consumo, el sujeto, enfermo de hiperrealidad, urgido a vigilar sus fronteras, evoca la imagen de un sí mismo centrifugado hacia sus bordes y vacío en el centro, arrinconado a una modalidad de rasgos fronterizos aun si ésta es transitoria, defensiva y funcional. Este sujeto siente como principal objetivo la necesidad de frenar cantidades de excitación.
El efecto del uso abusivo de la escisión como defensa de la frontera del sí mismo es la dificultad para construir la galería de representaciones y objetos que sirven para poblar el mundo interno. El espacio intrapsíquico, así desolado, es incapaz de absorber y ligar los impulsos, que son expulsados hacia la acción, representada con frecuencia por el consumo compulsivo, versión apenas metaforizada del robo y el saqueo. O bien el robo y el saqueo a secas, sin ninguna metáfora, en los márgenes del sistema, cuando faltan los recursos materiales y las redes socioculturales.
Bajo el apremio de la hiperrealidad, las patologías parecen constituirse a contramano de las neurosis; en todo caso, en una contracorriente que enfrenta o refuerza a la de la formación de síntomas. La imagen, como nueva versión de la subjetividad, origina trastornos en la mentalización del cuerpo y diferentes modalidades de patología somática. En la frontera psique/soma, el cuerpo se adueña de lo psíquico y lo distorsiona. La imagen corporal, en una suerte de hipocondría crónica, invade y parasita la psique. El sentido de la conversión se ha invertido. El cuerpo vacío y mudo, incapaz de hacer oír su necesidad o su sufrimiento y de hacerse eco de los deseos reprimidos, sólo logra su reinvestidura a través de la imagen. Ante las vivencias de desintegración, el hecho de ocuparse compulsivamente de lo estético opera a la manera de una restitución, en el mismo sentido en que lo es el delirio.
En el área del pensamiento, en vez del síntoma obsesivo cargado de significación, aparece un pensamiento despojado de su función metafórica, un pensamiento que se libera del afecto, apenas operatorio.
Pierre Marty y Michel de M’Uzan, en un texto ya clásico (“El pensamiento operatorio”, Revista de Psicoanálisis, APA, 1983), se detienen en el diagnóstico diferencial entre el trastorno grave caracterizado por el pensamiento operatorio y la neurosis agravada por las condiciones del medio. Afirman que existen formas de pensamiento operatorio –carente de simbolización– en personas neuróticas expuestas a elevadas exigencias de adaptación por una presión externa y actual, ya que el sujeto, condenado a recurrir casi exclusivamente a esta modalidad de funcionamiento automático, pierde la capacidad para elaborar y fantasear y para toda expresión creativa y liberadora.
Las fobias clásicas por proyección han dejado lugar a los llamados ataques de pánico, por intrusión de la exterioridad, que lleva a vivencias de despersonalización. En un círculo infernal, la disociación opera como una defensa de alto costo que impide al sujeto la construcción de la trama psíquica necesaria para absorber y neutralizar las nuevas experiencias.
Motivos de consulta tan distintos convocan a una clínica diferente: actuaciones compulsivas, depresión, trastornos psicosomáticos, ataques de pánico, estrés, derrumbes en personalidades narcisistas, soledad y desamparo. También las alteraciones de las funciones vitales: anorexia,bulimia, insomnio, perturbaciones de la sexualidad. Y la adicción a variadas formas de “estimulantes”: alcohol y psicofármacos, trabajo, situaciones de riesgo, actividades competitivas, juegos de azar.
* Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Fragmento del trabajo “Entre la frontera y la red. Apuntes para una metapsicología de la libertad”, presentado en el XLIII Congreso de la Asociación Internacional de Psicoanálisis (IPA).