PSICOLOGíA › HAY UNA PSICOPATOLOGIA ESPECIFICA DEL PERSONAL DE LAS PRISIONES
Sobre el goce mortal del guardiacárcel
Por Rémy Siret *
Las relaciones de prisión son real o potencialmente relaciones de coerción, de poder, de goce: se regulan en relación al goce. Entre los guardiacárceles, los principales problemas de salud encontrados son, en orden descendente: los problemas respiratorios, las perturbaciones del sueño, el colesterol, las hemorroides, la hipertensión, el eczema, la artrosis, los problemas oculares, la depresión. Una comparación con otras profesiones muestra que los guardianes declaran más frecuentemente tener perturbaciones de la digestión (náuseas, dolores intestinales) y sufrir del estómago, mientras que las guardianas declaran tener problemas de tensión y de colesterol. Se advierte una proporción significativa de cuestiones relativas al equilibrio psicosomático y la importancia de los tratamientos para combatir el dolor, como analgésicos o antiinflamatorios.
El dolor, los síntomas somáticos, los problemas funcionales, pueden aparecer como una manera de inscribir y circunscribir el goce, una manera de ponerlo a distancia por su localización en una parte del cuerpo o un disfuncionamiento orgánico: un foco de goce “encapsulado”. Este goce se manifiesta en una región que se aísla del resto del cuerpo y llega a inscribirse en lo real del organismo. Algunos guardianes manejan su compromiso profesional a partir de estos síntomas como una manera de poner a distancia el goce, pero también como señal de que se ha superado cierto umbral de tolerancia: al aparecer ciertos síntomas, se retira, sea haciendo un receso por enfermedad, sea tomando distancia con relación a su compromiso profesional. El dolor inscrito en una enfermedad permite inscribir el goce en un cierto saber del Otro.
Si el dolor circunscribe el goce sobre el cuerpo, el sufrimiento aparece como otra modalidad de respuesta que lo circunscribe por el sentido, por la falta: identificación a eso que haría falla. Falta-en-ser, que se expresa bajo la forma de una queja que el sujeto dirige a Otro. Este Otro puede ser un médico, un psicólogo o incluso los superiores jerárquicos. La queja puede apoyarse sobre un síntoma pero aparece, ante todo, como una tentativa de dar sentido a aquello que escapa por la entrada en un discurso (médico, psicológico, sindical) y una interpelación al Otro, en una tentativa de restaurar los lazos en la experiencia de ruptura, de aislamiento, de separación. Como escribió Benjamin Jacobi (“La plainte”, en revista Autrement, Nº 42, 1994), “un sujeto sumergido en el dolor no parece estar en condiciones de quejarse. La realización de una queja implica una toma de distancia entre el ser y la experiencia”.
Podemos también señalar, en relación con el sufrimiento, la respuesta particular que aportan las conductas adictivas (especialmente el alcoholismo) que acondicionan la falta en relación a un producto y aparecen como una última respuesta para dejar un lugar a la falta y evitar así hundirse en el vacío, en el malestar donde la falta vendría a faltar.
En el síntoma, el goce se encuentra circunscrito en el cuerpo; en el sufrimiento, puede acomodarse sobre un objeto susceptible de responder a la falta-en-ser. En los dos casos el goce encuentra su objeto, incluso si las modalidades son diferentes. Por el contrario, aquello que distingue al malestar, es su carácter difuso, su ausencia de causa identificable y, finalmente, de objeto. La extinción de la queja puede precisamente firmar la entrada en el malestar. El malestar sitúa un goce en el cual el sujeto está sumergido, un goce que no se desprende de ningún objeto, ninguna falta susceptible de movilizar el deseo: ya no se trata aquí de falta-enser, sino más radicalmente de “mal-estar” (malêtre), del “dolor de existir”.
El malestar puede expresarse como sentimiento de vacío e insignificancia. Estamos en la vertiente de la depresión, incluso de la melancolía. Uno de los estudios indica que “el nivel de agotamiento profesional del personal de vigilancia está próximo al de personas entratamiento psicoterapéutico”. Esto se traduce en el consumo de medicamentos psicotrópicos: 20,5 por ciento de guardianas y 35 por ciento de guardianes siguen un tratamiento medicamentoso.
El agotamiento se correlaciona con un “desecamiento afectivo” y una “despersonalización”: la despersonalización, es decir, el desinterés hacia los detenidos, es precedida por el agotamiento profesional, al cual contribuye fuertemente. Esto se traduce en un desinvestimento, una apatía en el plano profesional, o más ampliamente, un desinterés por los otros, una pérdida de facultades de amor, una inhibición y una disminución de la estima de sí.
* Investigador en el Centro Interdisciplinario de Investigación Aplicada al Campo Penitenciario, Francia. Texto extractado del artículo “Dolor, sufrimiento, malestar. La violencia de los guardianes de prisión”, incluido en el Nº 23 de la revista Psicoanálisis y el Hospital, de próxima aparición.