Jueves, 4 de octubre de 2007 | Hoy
PSICOLOGíA › EL “CUIDADO DE SI” Y EL METODO PSICOANALITICO
Por J. A.
Iniciar un análisis es tener cuidado de sí mismo, del propio ser. Solicitar un análisis, comprometerse en él, llevarlo a su término, es haber percibido, por la insoportable gracia del síntoma, que la manera en que uno cuidaba de sí mismo hasta entonces era calamitosa. Sigmund Freud, amoldándose a la histérica, habría inventado una manera inédita de cuidar de sí. Y no es porque al hacerlo ignorase que retomaba cierta veta que sus seguidores, por su parte, se vieron forzados a ignorar. En efecto, otros lo habían precedido; otros se plantearon muy seriamente la misma cuestión del cuidado de sí (epimeleia heautou, en griego; cura sui, en latín) que, según observa Foucault, “tuvo una vida de muy larga duración en toda la cultura griega. [...] No es simplemente como condición de acceso a la vida filosófica, en el sentido estricto y pleno del término, que hay que cuidarse a sí mismo. [...] La incitación a ocuparse de uno mismo, en el curso del largo apogeo del pensamiento helenístico y romano, adquirió una extensión tan grande que se convirtió, según creo, en un verdadero fenómeno cultural de conjunto” Hermenéutica del sujeto.
El período histórico al que se dedica Foucault para darle toda su amplitud a la cuestión del cuidado de sí resulta particular en muchos aspectos. Se trata del Imperio Romano antes de que el cristianismo se impusiera, poniendo fin así al politeísmo abierto donde, sin mayores problemas, era posible acoger nuevos dioses (un politeísmo sin un panteón estructurado). Sobre ese período, Marguerite Yourcenar decía que era el único breve momento verdaderamente ateo en Occidente.
Era posible entonces cuidar de sí mismo, algo que en determinadas escuelas quería decir “de su alma”, fuera de toda psicología. Y es precisamente lo que resalta La hermenéutica del sujeto. Un psicoanalista no podría menos que sentirse afectado por la extrema cercanía del ejercicio psicoanalítico con esas prácticas antiguas del cuidado de sí presentadas por Foucault.
Una de sus reglas excluye que uno pueda adquirir por sí solo la capacidad de cuidarse a sí mismo. Ya vigente en Sócrates, vuelve a aparecer, modulada de manera distinta, entre los estoicos. En Séneca, la salida de la stultitia, de la locura, digamos, exige remitirse a otro. El filósofo como mediador de uno consigo mismo, según Foucault, “se halla en todas las corrientes filosóficas”. Esto reaparece en Lacan cuando describe al psicótico como demasiado abierto al otro por falta de imagen narcisista. El tener que pasar por otro planteaba por supuesto la cuestión, igualmente insistente en el psicoanálisis, de saber cómo salir en un momento dado de esa dependencia necesaria. La solución estoica tiene el nombre de parrhesía, el hablar franco, el decir verdadero, la veridicción (y pensamos en el “bien decir” de Lacan). Foucault, en Hermenéutica del sujeto, escribe: “El objetivo de la parrhesía es obrar de manera que aquel a quien uno se dirige esté, en un momento dado, dentro de una situación tal que ya no necesite del discurso del otro. Precisamente porque el discurso del otro ha sido verdadero”.
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