Martes, 3 de junio de 2008 | Hoy
SOCIEDAD › OPINIóN
Por Alberto Müller *
Que a Buenos Aires le faltan subtes es un lugar común. Técnicos que comparan cifras de población y kilómetros de vías; turistas que vuelven maravillados por metrópolis-tuneleras; políticos que invocan atrasos decenales en obra pública; constructores no menos entusiastas. Todos están de acuerdo, algo que en Argentina no deja de ser notable. Cada vez que inauguramos un tramo de subte, nos sentimos aliviados: un paso hacia adelante, por fin.
Así, en la última campaña para la Jefatura de Gobierno, los discursos sobre el tema de los tres candidatos más importantes eran iguales: todos prometieron kilómetros de subte. Como en Santiago de Chile, como en Madrid, como en tantos otros lados.
Una obra más que cuantiosa en recursos, el subte. El kilómetro de túnel, con todo puesto, estará orillando los 40-50 millones de dólares en estas tierras (más barato que en otros lados, hay que señalarlo). Los 50 km de subte que según algunos nos están faltando costarían así 2000-2500 millones de dólares. Y además, sobra el recelo: un intento del actual gobierno porteño de modificar la red proyectada de subtes despertó resistencias inmediatas por parte de vecinos que se asumieron afectados, por lo que hubo que volver a la red original. Una red que, vale señalarlo, no es resultado de un estudio de demanda como el que se supone que requiere tamaña inversión.
Por su parte, el tema de los carriles exclusivos también reaparece en estos días. De paso, nos da una demostración más eficaz que mil análisis políticos acerca de cómo se toman las decisiones sobre transporte en esta ciudad: la discusión no transita por los carriles técnicos (valga la redundancia), en base a estudios de circulación y demás. No, la batalla se juega –paradójicamente– en las calles: taxistas en contra, colectiveros a favor. ¿El Estado? Mirando desde la platea.
Una persona ingenua (como este columnista) esperaría lo contrario. Los carriles exclusivos son una medida de bajo costo y fácilmente reversible. No vale la pena tanta discusión: si algo está mal, se corrige (como pasó en la calle Jean Jaurès hace poco). Pero el subte es todo lo contrario: es una montaña de dinero hundida (en sentido literal y metafórico); los errores se pagan caro.
En este contexto, es fácil imaginarse el escenario que nos espera: turbulencias por los carriles, con idas y vueltas, por qué no piquetes (esta vez urbanos) y demás. Pero también líneas de subte que se construyen donde sea, porque el subte siempre está bien. Lo caro e irreversible, se hace. Lo barato y revisable se discute hasta el infinito.
Para colmo, mal que le pese a la opinión tan mayoritaria a favor a toda costa, no todo subte es necesario o deseable per se. Para quien haga turismo, le sugiero viajar por las líneas 4 y 4A del metro de Santiago, para constatar que puede haber metros inútiles. Y si no tiene tiempo para ir a Santiago, puede darse un paseo por la Línea E o por la flamante Línea H. Baja oferta, poca gente; porque de hecho hay poca gente para transportar.
Hay que hacer el subte correcto; en esto hay que ser pragmáticos. Demos un ejemplo. En su momento, se decidió construir la Línea H entre Retiro y Once. Hubo audiencia pública (era jefe de Gobierno el después presidente del helicóptero en fuga) y una poco clara movida de vecinos fue el argumento para cambiar y construir el tramo Once-Parque Patricios. Y así fue. Lo habilitado hasta ahora suma 3 km y transporta escasísimos pasajeros. Seguramente, alguien argumentará que lo construido es muy corto; pero la meta de la línea no son zonas mucho más densas que las actualmente cubiertas. Simplemente, no hay demanda suficiente.
¿Había algo mejor que hacer? ¿Algo que dejara satisfecha a la opinión tan unánime pro subte y que al mismo tiempo sirviera realmente? Pero claro: la línea F, desde Plaza Constitución hasta digamos Santa Fe y Callao. De acuerdo con un estudio de demanda parcialmente publicado por la Secretaría de Transporte, uno de los tramos con mayor demanda en el actual sistema es Facultad de Medicina-Plaza Constitución. El túnel a construir sería aproximadamente el mismo en extensión (ya hay un tramo hecho, 700 metros). Y, más allá del dato que ofrece la Secretaría de Transporte, basta trepar al actual subte (Línea C) en Plaza Constitución a las 8 de la mañana para entender de qué se trata.
En definitiva, la Línea H fue y es un derroche, frente a alternativas mucho más necesarias.
Hagamos subtes, pero que sirvan. Y hagamos carriles exclusivos, que se pueden hacer pronto, y sirven. Si el proceso de crecimiento en el que está embarcada la Argentina continúa a estos ritmos, el colapso vehicular dejará de ser una expresión que busca levantar audiencias radiales o televisivas, para convertirse en una realidad. Y esta realidad sólo podrá enfrentarse con mejor transporte público: subte, tren y colectivo, en carril exclusivo. Pero por favor, alguna vez estudiemos qué es lo que hace falta realmente.
* Profesor e investigador. Facultad de Ciencias Económicas (UBA).
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