Sábado, 6 de diciembre de 2008 | Hoy
SOCIEDAD › MARCHA Y PROTESTAS POR EL SECUESTRO Y MUERTE DE RODOLFO GONZáLEZ
Familiares, amigos y vecinos del joven secuestrado y asesinado el lunes pasado reclamaron justicia y exigieron más seguridad. Hubo algunas consignas en favor de la mano dura. Y estuvo Blumberg. Ayer Rolo debía haber recibido su diploma.
Por Emilio Ruchansky
La imagen aparecía en cada esquina de la calle Crisólogo Larralde por la que pasaba la larga procesión de familiares, compañeros y amigos de Rodolfo González, el joven de 18 años asesinado el lunes pasado. Eran señoras y abuelas con los ojos rojos, llorando en silencio, o maldiciendo la saña de los secuestradores con Rolo, torturado en vida e incinerado una vez muerto. También había señores abocados a discutir el lado policial del drama, arriesgando hipótesis o añorando “la paz y el orden” de la última dictadura. La marcha convocada a las 18 en Cabildo y Larralde recorrió casi 30 cuadras hasta el Colegio Comercial 15 Cecilia Grierson, en el barrio de Saavedra. Ayer, Rolo tendría que haber recibido su diploma de egresado.
“Nos mataron un ángel que tuvimos durante 18 años..., ¿por qué me lo llevaron? Era un genio, mi hijo era lo mejor”, gritaba el padre, Carlos en medio de los saludos y palmadas. Iba junto a su esposa María Marta y sus hijos Carlos y María Marta sosteniendo una bandera con la frase: “Seguridad, basta de impunidad”. Casi 300 personas se quedaron en el lugar de la concentración, cortando la avenida Cabildo, mientras más de 1000 personas caminaban en dirección a la escuela. Muchos llevaban una flor blanca (rosas, claveles y jazmines) como pidieron los familiares de Rolo, que invitaron a una “marcha del silencio”, aunque durante el trayecto todos aplaudían, cantaban “justicia, justicia, justicia” o contestaban “presente” cuando un compañero del joven asesinado gritaba “Rooolo”.
Entre los carteles, se distinguían fotos de otras personas asesinadas, cuyos casos aún no han sido resueltos: Juan Ignacio Mancuso, Diego Migueles, Carlos y Vanesa Rossi. También circuló una fotocopia que parodiaba la afirmación del ministro de Justicia de la Nación, que alguna vez dijo que había más “sensación de inseguridad” que inseguridad real. “Aníbal Fernández: me encantaría sentir ‘la sensación’ de tu renuncia”. Había carteles sin eufemismos, por ejemplo uno de cartón escrito con marcador negro que sentenciaba: “Los derechos humanos son para asesinos, violadores, delincuentes, montoneros, jueces y fiscales corruptos”.
En la cabecera, el padre de Rolo insistía con que el fondo del problema era “la droga”. Juraba que “el país está podrido” por los estupefacientes y aconsejó “parar con la droga porque cuando a los jóvenes se les termina la guita para comprarla, salen a robar y matan”. En su mezcla de dolor, angustia y bronca, González se refirió al papel desempeñado por la compañía del teléfono celular de su hijo. “La Policía Federal ha estado conmigo desde el primer momento, pero después tardaron más de doce horas en darles la ubicación de la antena de donde me habían llamado (los captores). Hay darle más medios a la policía.”
Al llegar a la esquina de Crisólogo Larralde y Valdenegro se detuvo toda la procesión para rezar dos Padrenuestros frente a la torre de la Capilla Dulcísimo Nombre de Jesús. La escuela está a solo una cuadra de allí, y desde una camioneta del Canal C5N exigieron despejar la toma de otros periodistas a los compañeros de Rolo. Los chicos hicieron un cerco humano enseguida. La camioneta del canal de noticias había encabezado toda la marcha, ordenándola, parándola para repetir una toma desde su furgón. En la puerta de la parroquia, Juana González, dueña de un hotel de la zona, aseguraba que “está matando demasiado chicos en el barrio”, que estas cosas “también pasan en Recoleta”. En la manifestación, se oían los gritos de una vecina suya: “¡La Presidenta tiene las manos manchadas de sangre!”.
A la vuelta de la capilla, frente al colegio, esperaban más de 200 personas con una bandera que decía: “Justicia por Rolo, 100pre presente”. Cuadra a cuadra se fue sumando gente, con sus mascotas y llaves en mano. La autoridades del colegio habían suspendido la entrega de títulos de perito mercantil. Un compañero de Rolo aseguraba que “el pibe era medio traga pero lo querían todos” (de hecho era abanderado). Su hermano, que pidió la pena de muerte por televisión, confirmó la versión: “Era un ángel, un tipo sano, estudioso, trabajador, un ser muy querido por todo el mundo”.
En medio del tumulto estaba Juan Carlos Blumberg, algunos integrantes de la Asociación Madres del Dolor, Juan Carr, de la Red Solidaria, y algunas otras organizaciones sociales como el MID, el movimiento que encabeza Raúl Castells. Había algunas organizaciones pro-seguridad como la Asociación Vecinos en Alerta, de Lomas del Mirador, o Mejor Seguridad, de La Matanza. La preocupación por el tema creció tanto que ya despertó el espíritu comunitario, que pudo verse en carteles como el de “Vecinos Alerta de Núñez, Seguridad Solidaria”.
Luego del minuto de silencio frente al colegio, Francisco Villa, padre de un compañero de Rolo, lamentaba “la falta de respuesta del gobierno porteño porque de la puerta para afuera nadie se hace cargo”, e intuía que los delincuentes “son jóvenes que vienen de cualquier lado y no saben dónde están parados”. Lo cierto es que la banda que asesinó a Rolo se movió “profesionalmente”, pidió rescate desde la localidad de Moreno, arrojó el cuerpo en Bernal y abandonó el auto del joven en Lanús. No dejaron huellas y hasta se dieron el lujo de rechazar los 9 mil pesos de rescate que ofrecieron los familiares. Querían 50 mil dólares.
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