SOCIEDAD › SOMBRILLAS AMARILLAS, REPOSERAS Y ARENA EN PARQUE ROCA

En una playa frente al lago Cildáñez

Heladerita, canasta, pelota y paletas, lonas e incluso un juego de tejo cargaban Walter, Elisabeth y sus tres hijos cuando llegaron a la nueva atracción estival porteña en la zona sur de la ciudad: “Buenos Aires Playa” (BAP), de Parque Roca. El caluroso sol veraniego de ayer acompañó la estadía de numerosas familias porteñas (y algunas bonaerenses), que se acercaron al predio con la intención de disfrutar de la arena y las instalaciones. “Cerca de las 10.30 abrimos las puertas y casi no había nadie. Pero a la tarde, las playitas se colmaron de gente”, aseguró a Página/12 Vanina, una de las coordinadoras del flamante espacio, que abrió ayer por primera vez. A las 17 había más de cien personas. El lugar no cuenta con un área natural de agua donde las personas puedan bañarse: el lago del arroyo Cildáñez tiene sus aguas contaminadas y está cercado por un alambrado. Como alivio, hay instaladas tres duchas (aunque ayer dos no funcionaban) y ayer un bombero refrescaba la arena para que los participantes de la clase de salsa no se quemaran los pies.

El de Parque Roca es uno de los dos areneros inaugurados por el gobierno porteño. El otro está en Parque de los Niños, en Núñez. Amarillo patito es el color del mobiliario, la cartelería y la indumentaria de personas y áreas que componen el cercado predio en Parque Roca. En realidad, el lugar consta de tres sectores con arena –dos con sombrillas y reposeras y uno para uso deportivo– que bordean, alambrado de por medio, el lago del arroyo Cildáñez. “En comparación con el encierro del departamento, para los chicos el espacio está buenísimo: tiene juegos inflables, canchas de vóley, fútbol-tenis, tejo gigante, de todo”, reconoció Natalia, al ver que sus cuatro hijos corrían por el predio mientras ella tomaba mate. Si bien todavía no terminaron de instalar su estructura, el predio cuenta con un área de lectura con libros y personal del Ministerio de Educación porteño para que “además de jugar, los chicos puedan leer”, comentó Vanina.

En la playa proliferan la seguridad privada, controles de alcoholemia, agentes de tránsito, personal del SAME y dos guardavidas. “Por si a alguna persona se le ocurre cruzar la alambrada y tirarse a la laguna, contratamos a los guardavidas. Tenemos que estar precavidos”, confió la coordinadora a Página/12. De todas formas, como la laguna está contaminada, “nos pudimos remojar un poco en las (tres) duchas que hay al costado de la arena. La presión del agua no es muy potente, pero con el calor, cualquier refrescada viene bien”, comentó Walter luego de la refrescada.

“Este verano no podemos ir a ningún lado. Como no hay que pagar, la playita es una buena opción para tomar sol y quemarse un poco”, admitió Julia, sentada en una de las reposeras. Para la turista, “el problema son los colectivos. Nos dijeron que el 91 y el 115 pasaban justo por la entrada del predio, pero tuvimos que caminar con todas las cosas y los chicos más de siete cuadras”. Para otros visitantes fue más fácil el viaje: “A mí me trajo Beto Larrosa (ex concejal y conocido puntero de Villa Lugano)”, reconoció Susana, bajo el sol ardiente.

Informe: Mariana Seghezzo.

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