SOCIEDAD › CASO GARCIA BELSUNCE II: COMPRUEBAN QUE
FUE FALSIFICADO OTRO CERTIFICADO DE DEFUNCION

Doctor March, para lo que usted guste firmar

Se trata del caso del matrimonio cuyos cadáveres fueron exhumados por las sospechas de una falsificación. El firmante es el médico que certificó la “muerte natural” de María Marta. Las actas truchas también las usa la policía para encubrir algún “exceso”.

Por Horacio Cecchi y Raúl Kollmann

Ayer, el caso García Belsunce II conmovió la paz de los cementerios y ya amenaza con provocar una exhumación masiva de cuerpos en busca de pitutos, fracturas y otro tipo de muertes naturales. Según fuentes judiciales, se comprobó que uno de los certificados de defunción del matrimonio MoyleCastro –fallecidos en julio de 2002 y cuyos cuerpos fueron exhumados la semana pasada– habría sido truchado para favorecer a potenciales herederos. La punta de las sospechas la desató la firma del profesional que extendió los certificados: nada menos que Juan Carlos March, quien certificó la muerte natural de ambos ocurrida curiosamente el mismo día. Fuentes judiciales revelaron a Página/12 que la mujer falleció en un hospital. “Debería constar el certificado expedido por un médico de esa institución y que fue entregado al familiar de la mujer”, reveló el investigador. Pero ese documento no aparece por ningún lado. En cambio, el que consta es el que firmó March. Según el investigador, “los dos certificados son un manual de delitos”. Pero hay más: la firma de March es archiconocida entre fiscales y jueces. Y más aún: una fuente ex uniformada reveló que en el ambiente los conocen como “los certificados en blanco del doctor March”, y son utilizados para explicar como muertes naturales cuando “se va la mano o hay un cohetazo de más”.
Según consta oficialmente (o constaba y ahora se investiga), Daniel Marcelo Castro, porteño, nacido el 5 de febrero de 1917, falleció el 20 de julio del año pasado. La tarea de reconocer el cadáver corrió por cuenta del defuntólogo Juan March, procesado por el certificado trucho de María Marta García Belsunce. March asegura en el documento público que reconoció personalmente el cadáver en el lugar donde murió, Bolívar 1491. Igual que afirmó con María Marta, Castro parece haber fallecido de un sorpresivo paro cardiorrespiratorio no traumático, tras una insuficiencia cardíaca aguda. Consta allí que el deceso se produjo a las 8.10 y a las 12.30 March firmó el certificado. Casa Sierra se encargó del resto.
Ese día, para el médico fue muy ajetreado. Se desprende de la comparación con el certificado de María Adelaida Moyle, la mujer de Castro. Moyle falleció en La Rioja 951. La dirección corresponde al Hospital Francés. “Cuando muere un paciente internado en un hospital, el médico de guardia o quien la atendió debe firmar el certificado de defunción”, explicó un especialista. Pero nadie tiene ese certificado. En cambio, su hijo, Ricardo Abelenda, presentó otro certificado. ¿Quién lo firma? El mismo March. Según el procesado defuntólogo, la muerte se produjo a las 13.45 de ese mismo día. El vapuleado March no terminaba de salir de Bolívar 1491 y ya estaba dirigiéndose al Francés para certificar a las 15.45 la muerte de Moyle, nacida en Tucumán el 6 de diciembre de 1912.
Pero el día fue aún más ajetreado porque en medio de tanto ir y venir entre familiares dolientes y tareas ingratas, March se supone que estuvo realizando su propia mudanza. Al menos eso se desprende de sus dos direcciones diferentes que consignó el médico en cada certificado: Sarmiento 1902, en Capital, y Madero 1157, en Haedo. Es posible que uno sea el consultorio y otro su vivienda. “También es posible que no lo haya llenado él y quienes lo llenaron tenían direcciones distintas”, sospechó un investigador. Según consta en el pie de ambos certificados, el encargado de llenarlo fue Marcelo Ferrín, gerente de Casa Sierra en Federico Lacroze 4158. Se trata de otra curiosidad. Ferrín fue detenido y luego liberado por el juez porteño Julio Lucini por falta de mérito en la misma causa en la que fue procesado March y el colega de Ferrín en la sucursal de Sierra en Riobamba 126, Oscar Sierco.
Lo curioso es que Sierco dijo ayer a Página/12 que “fui yo quien recibió al familiar, de apellido Abelenda. El trámite se realizó en Riobamba y los dos cuerpos estuvieron en depósito hasta el día siguiente”.
–¿Es posible que hayan muerto en días diferentes?
–No recuerdo, pero no creo –respondió Sierco. –¿Por qué?
–Porque si March certificó que murieron el mismo día debe haber sido así.
Tanto trámite terminó por provocar a March algún problema emocional, ya que aunque su firma es a toda vista la misma en ambos certificados, la letra es absolutamente diferente. Una tercera curiosidad: Sierco recordó que el matrimonio vivía a pocos metros de la funeraria, Riobamba 67. Pero la muerte de Castro fue consignada en Bolívar 1491. Es la misma dirección que la de Abelenda, que es hijo de María Adelaida pero no de Castro. Félix Pelliza, director general del Registro Civil porteño, entregó a Lucini ambos certificados porque sospechó la posibilidad de alguna modificación en las fechas de muerte para favorecer potenciales herederos.
Este diario comprobó –después de una amplia recorrida en diferentes jurisdicciones judiciales– que March ya era conocido en el ambiente. “Todos los jueces y fiscales sospechan cuando aparece su firma”, reveló una fuente. Pero también es conocido en el ámbito policial. “Los conocemos como los certificados en blanco del doctor March”, confió un ex uniformado con muchos años de servicio de calle. “A veces se te va la mano, o metés un cohetazo de más, y entonces apelamos a esos certificados y los hacemos aparecer como muerte natural. March no los llena. El no debe estar enterado, y los firma y entrega en blanco confiado en la buena fe”, aseguró esa fuente, sin inmutarse.
Pero hay más. Este diario reveló el 29 de diciembre pasado toda la mecánica utilizada por la mafia de los muertos vivos. ¿En torno de qué se organiza? “Una de las utilidades más habituales es el cambio de identidad –confió un experto–. Gente que por diversos motivos escapa de la Justicia, y se va a vivir a otra provincia. Antes se muere y toma la identidad de un muerto.” En ese caso, se trucha un certificado para el vivo, y el muerto sigue vivito y coleando. “También, se truchan atrasando la muerte en varios días para permitir la liquidación de bienes –agregó la fuente–, la venta de un auto, de una propiedad. Para eso se requiere la combinación con algún escribano. Son firmas que con dinero se consiguen. En algunos casos de suicidio, también se los hace pasar por muerte natural para evitar complicaciones con los seguros.”
De los casos García Belsunce I y II se desprende que todo lo que está apareciendo a los ojos de los investigadores es apenas la punta de un inmenso iceberg, que tiene una particularidad: en lugar de estar sumergido bajo el agua, está sepultado bajo tierra.

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Las dos actas de la discordia: la misma firma, letras diferentes. Y no sólo eso: una serie de datos que tampoco coinciden.
 
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