Sábado, 23 de abril de 2011 | Hoy
SOCIEDAD › OPINIóN
Por Elsa Drucaroff *
Los hechos: el periodista y escritor Juan Terranova escribe en un medio público (revista El Guardián) una nota periodística (ejerciendo en ese momento su oficio de periodista y no de escritor de cuentos y novelas). Allí critica la campaña que promueve una feminista, Tidball-Binz, contra el acoso callejero y los piropos ofensivos. Su instrumento polémico contra Tidball-Binz es, primero, la burla y la ridiculización y, finalmente, es apenas su pene. A Tidball-Binz, dice Terranova, “me gustaría romperle el argumento a pijazos”.
Según la nota de Mariana Carbajal en Página/12, la frase original hablaba del culo (así aparece en el blog de Terranova), pero fue modificada en El Guardián por sugerencia de Sergio Olguín, secretario de Cultura de la revista, quien leyó la nota y la aceptó.
Un ejercicio: supongamos que el periodista y escritor Fulano de Tal escribe en un medio público una nota periodística para criticar una campaña equis (no importa qué opinamos de ella) que promueve un activista de la comunidad judía.
Supongamos que polemiza burlándose de él porque es judío, y luego Fulano de Tal escribe que a ese activista hebreo “me gustaría usarlo de jabón en mi ducha”. Supongamos que Mengano de Tal, secretario de redacción, acepta la nota. Y supongamos que le sugiere un cambio: en vez de escribir “usarlo de jabón en mi ducha”, le dice Mengano, es mejor que escriba “a Fulano de Tal le encantaría hacer jabón sus argumentos”.
¿Alguien estaría apoyando a Fulano de Tal, diciendo que ha sido víctima de un acto de censura? ¿Y qué se estaría diciendo de Mengano de Tal por haber aceptado esa nota?
Tal vez las Juventudes Hitlerianas de algún pueblo perdido se atreverían a expresar su adhesión. El resto guardaría silencio.
Hoy, sin embargo, Terranova ha recibido cierta solidaridad, incluso de mujeres...
El argumento para ella es que hay que oponerse a toda censura y hay que luchar contra el puritanismo. Parece que si un judío dice algo que nos molesta (concedamos incluso que nos moleste por buenas razones), amenazarlo con hacerle lo que hicieron los nazis con sus abuelos no es algo que la sociedad esté dispuesta a tolerar ni permitir. Nadie hablaría de censura si el periodista que escribió eso sufre consecuencias y nadie consideraría una exageración, una susceptibilidad excesiva, enojarse porque la amenaza refiere al jabón.
En cambio, no faltan hombres ¡y mujeres! dispuestos a tolerar, a permitir, a reírse y hasta defender al que amenaza a una mujer con una violación cuando no está de acuerdo con sus argumentos. No me extraña. La violación es un método milenario con que el patriarcado disciplina a las mujeres, pero no por antiguo ha perdido vigencia y efectividad.
Los judíos hoy no son masacrados por su condición, pero muchísimo más de la mitad de las víctimas de violencia física que hay en este planeta son mujeres. Y mucho más de la mitad de los perpetradores de esa violencia son varones. Cuando hay un acto de antisemitismo todos reaccionan y son capaces de reconocerlo de inmediato: ¡antisemitismo!, gritan. Si un periódico publicara a un periodista que discute al presidente Obama enviándolo a servir las mesas o limpiar los baños de la Casa Blanca, nadie dejaría de gritar ¡racismo! y no se atreverían, quiero creer, a oponerse a que ese periodista sufra consecuencias concretas. ¿Hablarían de censura?
Pero el sexismo no se nombra en esta sociedad. La que nombra el sexismo es una ridícula, una mal cogida, una... Entonces, cuando las víctimas de asesinato en el mundo (mayoritariamente mujeres) tienen como victimarios a maridos y amantes, raramente alguien escribe: ¡sexismo! ¡feminicidio! Lo que se escriben casi siempre es “crimen pasional”. Y cuando una revista sufre sanciones y el periodista que provocó el asunto paga consecuencias en su trabajo, hay que escuchar a quienes gritan contra el puritanismo y la censura.
“Pero”, me dice un varón con el que discuto esto, “si ya todos estamos de acuerdo con que las mujeres tienen que tener los mismos derechos”.
¿Estoy en contra de toda censura?
Estoy en contra de toda censura en el arte. Estoy en contra de que censuren un cuento de Terranova, no un artículo periodístico escrito contra una iniciativa política y donde no hay personajes ficcionales. Estoy en contra de que censuren a una película ficcional, una novela, cualquier género en el que la referencialidad directa de los signos se suspende porque estamos en el laboratorio de la imaginación. En la imaginación podemos tener cualquier ideología y jugar con las fantasías más atroces, para eso está, para que ahí una sociedad se piense a sí misma, observando conmocionada incluso su mierda más profunda.
Estoy en contra de toda censura de ideas, de argumentos. Si un nazi quiere escribir en términos civilizados por qué cree que la raza aria es superior, lo escucharé y le discutiré argumento contra argumento, pero no aceptaré que me insulte ni que me amenace con hacerme jabón.
No me importa si la campaña que propone Tidball-Binz contra los piropos ofensivos es o no apropiada, me importa impedir, censurar sí, censurar el derecho de un hombre a replicar los argumentos de una mujer diciendo que va a violarla. Ese es el modo de Terranova de callar los argumentos de Tidball-Binz, imaginando que la somete.
Me importa que nunca más nadie se atreva a escribir públicamente contra nosotras algo semejante. Que no se atreva porque entendió que no se debe, o simplemente porque fue disciplinado por el castigo social y conoce las consecuencias.
Hagamos un último ejercicio: en una polémica sobre la política de derechos humanos del kirchnerismo, un periodista de derecha (gracias a la democracia y a la libertad de prensa) escribe un artículo contra los argumentos, por ejemplo, de una Madre de Plaza de Mayo. Supongamos que en vez de razonar usa como arma no su pene, sino la picana eléctrica. Nuestro periodista escribe: “Me encantaría secuestrar a esta Madre, encapucharla, atarla a una camilla y picanearla”.
¿Habría un blog recolectando firmas para apoyarlo? Tal vez Cecilia Pando haría uno, pero ninguno de los que ahora apoyan pondría ahí su nombre. La agredida es mujer, pero no lo es por su militancia en tanto mujer, como Tidball-Binz, sino por su militancia contra la represión de la dictadura. Pero claro, en el caso que nos ocupa no se trata de militantes, ni de guerrilleros o guerrilleras, ni de judíos o judías, ni de negr@s. Acá se trata de mujeres que encima son feministas. Y sobre las mujeres (ni qué decir sobre las feministas) hay quienes creen todavía que pueden escribir cualquier cosa.
* Escritora, crítica literaria, docente.
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