SOCIEDAD › EL TESTIMONIO DE LA TESTIGO PRINCIPAL DE LA MASACRE DE FLORESTA

“¿Por qué me mataste a los chicos?”

En el primer día del juicio a Juan de Dios Velaztiqui, la empleada del maxikiosco brindó un estremecedor y detallado relato sobre cómo el policía mató a los tres jóvenes. Otros cuatro testigos coincidieron en que fue él quien disparó. El acusado se negó a declarar.

 Por Carlos Rodríguez

“Yo lo insulté, le grité: ‘Hijo de puta, por qué me mataste a los chicos si no te habían hecho nada’.” En su relato del triple crimen de Floresta, la empleada del maxikiosco de Gaona y Bahía Blanca, Sandra Bravo, de 37 años, habló en primera persona, asumiendo como hijos a las víctimas que dejó a su paso el policía Juan de Dios Velaztiqui (62). El relato, que conmovió a las madres de los tres chicos asesinados, trasladó a la sala de audiencias una imagen tremenda, la del primer balazo que impactó en la cabeza de Maximiliano Tasca: “Se le movieron los pelitos así (utilizó las manos para graficar una escena inenarrable) y los ojos parecía que se le estaban saliendo”. La película de horror contada por la testigo contrastó con la actitud pasiva que adoptó ayer el autor del drama: Velaztiqui entró apoyado en el guardia que lo custodiaba, con pasos cortos e inseguros, como un ciego que desconfía del lazarillo. La única vez que levantó la mirada fue en un intervalo, cuando un rumor de insultos le rondó los oídos. Espió a los familiares de las víctimas por encima de sus anteojos negros, y la bronca de ellos, aunque contenida, igual lo salpicó.
“Ese hijo de puta se hace el ciego, pero nos mira”, comentó una joven integrante de las familias que lloran la muerte de Maximiliano Tasca (25), Cristian Gómez (25) y Adrián Matassa (23), asesinados el 29 de diciembre de 2001. En 2000 Velaztiqui fue operado de cataratas y desde su detención, según sus dichos, ha sufrido “un déficit visual” como resultado de su diabetes. Cuando ocurrieron los hechos usaba anteojos oscuros porque, “como tiene fotofobia, le molesta la luz”, confió una fuente allegada a la causa. Ayer, cinco testigos, incluyendo a Sandra Bravo, dijeron que el policía fue veloz y preciso a la hora de apretar el gatillo para matar a los tres chicos. Nadie puso en duda que Velaztiqui fue el autor del triple crimen; sólo está en debate si hay atenuantes o agravantes.
Enrique Díaz, quien pudo haber sido la cuarta víctima, relató lo que pudo ver antes de escapar del pandemónium. “Ese señor”, dijo el joven señalando al acusado, cuando el presidente del tribunal, Oscar Rawson Paz, le preguntó si el autor estaba en la sala. El testigo admitió que Maxi Tasca se había burlado en voz alta, al ver imágenes en la TV, de un policía golpeado en la Plaza de Mayo, pero aclaró: “Ninguno de nosotros le dirigimos la palabra (a Velaztiqui); no lo teníamos presente”.
El aviador e instructor de vuelo Roberto Rochaix fue lapidario a la hora de señalar al imputado como autor del triple crimen. En cambio, elogió el buen comportamiento social que tenían dos de las víctimas, a las que conocía por ser habitués del maxikiosco: “Maxi jamás tuvo ninguna actitud que comprometiera la seguridad del lugar y Gómez tenía una excelente conducta, era muy, muy correcto”. Negó que las víctimas hayan tenido en su poder el cuchillo Tramontina de hoja ancha que apareció tirado en el piso y que Velaztiqui intentó relacionar con un supuesto intento de robo. “No vi a estos muchachos ni con cuchillos, ni con revólveres, ni con pistolas, ni con ningún elemento contundente.” Rochaix dijo que sí vio cuando Velaztiqui le disparó “a quemarropa” a Gómez.
El relato de Rochaix, sin embargo, contrastó con el de los otros cuatro testigos en algunos aspectos importantes. Como si diera respuesta a la nota publicada ayer por Página/12, el aviador reconoció que “es un lego” en psicología y que se equivocó al definir la actitud “nerviosa” de Velaztiqui con un cuadro de “emoción violenta; no soy quien para decirlo”, reconoció. Sin embargo, insistió en remarcar que el policía estaba “muy nervioso, desencajado, al punto que su rostro me causó tanta impresión que bajé la vista porque temía que me pegara un tiro a mí”.
Lo extraño es que los otros testigos presenciales, Bravo, Díaz, Pablo Todorosky y Gastón Domínguez aseguraron que el policía estaba “normal, muy tranquilo”, antes, durante y después de la matanza. La teoría de la “emoción violenta” como atenuante es lo que busca el defensor oficial Mariano Maciel. Al margen de los motivos por los que fue convocado, Rochaix se mostró muy interesado en despegarse de cualquier tipo de ayudahacia el imputado, ya que existía la versión de que colaboró con el policía a la hora de mover los cuerpos de Tasca y de Gómez.
“Les pido perdón a los familiares de las víctimas si alguna actitud mía los confundió, pero no ayudé a Velaztiqui a sacar los cuerpos a la playa de la estación de servicio”, afirmó Rochaix. Sólo admitió que abrió la mano de Gómez, que al morir, por una reacción que se conoce como “espasmo cadavérico”, quedó aferrada a la pata de la mesa donde tomaron la última cerveza. “Lo hice para evitar que Velaztiqui (que arrastraba el cuerpo tomándolo por los pies) le produjera más daños.”
El testigo admitió que por “portación de cara” (tiene el porte de un militar) puede confundir sobre su forma de pensar, pero juró que adhirió a los cacerolazos, aunque no pudo ir a la Plaza de Mayo “porque no había colectivos”; que tiene amigos que fueron “torturados y desaparecidos” y que participó en misiones comunitarias en Calcuta, junto a los seguidores de la madre Teresa. También aseguró que temió por su vida porque “alguien que tenía pinta de policía” lo anduvo buscando poco después del triple crimen. Sólo le faltó decir que tiene un amigo judío.
Los testigos Rochaix y Todorosky confirmaron que en el piso del maxikiosco, después del triple crimen, observaron la presencia de vainas que tenían “las puntas cortadas”. Son las balas de “punta hueca” que estaban en la pistola Browning que utilizó Velaztiqui. Ese tipo de munición provoca, al ingresar a un cuerpo blando, un daño mucho mayor que el de las balas “encamisadas” porque, a diferencia de éstas, “se abren como una flor”. Otra contradicción entre Bravo y Rochaix tuvo que ver con la respuesta que dijeron que les dio el acusado cuando le preguntaron, previo al crimen, qué haría si alguien le intentaba quitar el arma. La mujer sostuvo que calificó a Velaztiqui de “loco” cuando le dijo que “la orden que tenía era tirar”. El aviador, en cambio, reportó una respuesta más sensata: “Tenemos que utilizar la fuerza en igual medida a lo que fue la agresión”. Velaztiqui ayer se negó a declarar. Dijo “no tener una relación coherente de lo ocurrido” el 29 de diciembre de 2001. “Jugó el papel de pobre cieguito, pero lo hecho hecho está”, comentó uno de los familiares de las víctimas.

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El policía Juan de Dios Velaztiqui, ahora de 62 años, fue insultado por los familiares.
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