La maestra de Tigre, Silvia Prigent, fue asesinada de dos balazos calibre 38 en la cabeza. El arma, un revólver, aún no fue hallada y sospechan que el descampado de Maschwitz donde el domingo a las 8 de la mañana encontraron su cuerpo, puede no haber sido el lugar donde la asesinaron. La familia de Prigent apunta sus sospechas contra Daniel Sfeir, marido de la víctima, pero lo cierto es que por el momento no hay ninguna evidencia que lo señale. Aun más, el hombre se puso a total disposición de la policía. Los investigadores, de todos modos, analizan seriamente la hipótesis de un crimen por encargo en el que creen que participaron tres personas. En esa línea, la falta de los 20 mil pesos de la caja fuerte del matrimonio, en la casa, es un débil eslabón que une el retiro del dinero con la idea de que fue utilizado para el pago a los supuestos sicarios. El abogado de Sfeir, Marcelo Adámoli, dijo a los medios que se debían investigar posibles enemigos de su cliente por su actividad empresarial, e informó que se había presentado como querellante y aguarda que la Justicia lo admita como tal.

Prigent fue hallada por un arrendatario de un campo adonde llevaba a pastar sus vacas. Cerca de la tranquera de la entrada descubrió el cuerpo de la docente, el domingo a las 8 de la mañana, e inmediatamente hizo la denuncia. Ayer, luego de la autopsia, se reveló que la mujer había recibido dos disparos de un revólver calibre 38: uno a la altura del lóbulo de la oreja izquierda y otro a la altura de la patilla, del mismo lado. Los dos proyectiles fueron hallados dentro de su cráneo. El avanzado estado de descomposición impidió que los forenses pudieran determinar si había recibido golpes. Tampoco lograron determinar si los tiros fueron realizados a corta distancia.

Ahora se intenta determinar si la docente fue asesinada en el mismo lugar o su cuerpo fue arrojado allí después de matarla. Por ahora no pudieron hallar el arma ni vestigios de que el crimen hubiera ocurrido allí. Tres focos de luz que deberían iluminar la zona estaban quemados. Y a unos metros del cuerpo fue hallado un montón de cenizas. Desde la fiscalía se pidió a los bomberos que peritaran esos restos para determinar si se trata de pertenencias de la mujer que pudieran incriminar a los asesinos. Por otro lado, la principal idea es que en el crimen participó más de una persona, quizás hayan sido hasta tres.

La falta de unos 20 mil pesos de la caja fuerte de la casa alimentaba una de las hipótesis, la que indicaba que el crimen había sido encargado a sicarios y que el faltante había sido empleado para el pago. De todos modos, con esa sola idea la hipótesis carece del menor sustento. Según el abogado del marido, Adámoli, el faltante del dinero es un dato menor: “Sfeir siempre tenía una reserva de dinero de un período a otro período en el mes calendario por si tenía alguna contingencia con sus camiones. Pero ése para mí es un tema absolutamente irrelevante.”

En la familia Prigent las relaciones con Daniel Sfeir no son buenas, hecho que fue admitido por él mismo. De allí que no sorprenda que un hermano de la víctima, Daniel Prigent, sostuviera ayer a los medios que “con el esposo hay contradicciones, algo más debe saber que no dice. Hay un montón de cosas, contradicciones y cosas que apuntan hacia él”, aunque no detalló a qué se refería. “Lo raro, lo que dijimos siempre, es que ella no se iría nunca y la esperanza por mantenerla o esperarla con vida nos hizo pensar en un problema de pérdida de memoria o en algo que nos alentara para seguir buscando o tener esperanza de encontrarla con vida”, y luego aseguró que “Silvia no tenía enemigos, era absolutamente sana y le pasó esto, que es terrible. Queremos que se investigue, que se profundice, estamos hablando de algo concreto, a mi hermana la mataron, estamos cerquita, no hay mucho que hacer para que esto se cierre”.

Más tarde, utilizando argumentos semejantes, el propio abogado de Sfeir, Adámoli, sostuvo que “desestimo, por el perfil de Silvia Prigent, que se trate de una cuestión de índole pasional. Ella era una excelente esposa, mejor madre, una acreditada docente. Tenía cero enemigos, cero problemas. Donde hay que poner mucho énfasis es en la cuestión de la actividad puntual de mi cliente”. Se refería a su empresa de recolección de residuos y la posible existencia de competidores desleales que lo hubieran intentado amedrentar. “Tal vez, enemigos invisibles que tienen que ver con una posible práctica desleal para presentarse a licitaciones o eventuales propuestas en barrios cerrados de tarifación para dar el servicio de recolección de basura.”

El posible encargo del crimen de la maestra es tanto una hipótesis que barajan en la familia Prigent –con las sospechas centradas sobre el marido de la víctima– como el propio Sfeir (a través de su abogado), ya que el encargo vendría de un tercero competidor.

Respecto de las sospechas de infidelidad, Sfeir volvió a insistir en que el vínculo que mantenía con la mujer (empleada en una verdulería ubicada frente a la empresa de camiones) era laboral, “trabajo con esa persona en una actividad de reciclado”, aseguró. Según una versión periodística, en una filmación de una cámara de seguridad de una estación de servicio de la zona, aparecen el marido y la mujer señalada el mismo día en que desapareció Prigent.

En el caso, el único detenido es Juan Carlos González, empleado de una casa de venta de celulares, en donde se encontró la carcaza del celular de la docente. La empresa detectó la activación de la carcaza pero con otra tarjeta. En el allanamiento, los policías encontraron una zapatilla con manchas hemáticas e intentan determinar si se trata de sangre de la docente.