SOCIEDAD › AMENAZAS CONTRA UNA TESTIGO CLAVE DEL CRIMEN
Un zorro en el gallinero del Carmel
En el caso García Belsunce, la teoría del zorro durmiendo en el gallinero se transformó en agorera. Cuando Carlos Carrascosa quedó en libertad, dispuesta por el juez Diego Barroetaveña, fijó domicilio nada menos que en el country Carmel. El 30 de mayo pasado, el fiscal Diego Molina Pico apeló la polémica decisión del juez y sostuvo que la presencia de Carrascosa pondría en peligro a los testigos. Once días más tarde, la concesionaria Alba Benítez, principal testigo de la acusación, denunció que una amiga del viudo célebre y copropietaria en el country la había amenazado con no renovarle la concesión. Ayer, varias vecinas ratificaron ante el fiscal esa denuncia.
Junto al mozo Gerardo Obendorfer, Alba Benítez había testimoniado que el día del crimen Carrascosa estuvo en el bar del country, echando por tierra la coartada del viudo, quien sostenía que a esa hora estaba mirando un partido en la casa de su cuñado, Guillermo Bártoli. Ese testimonio fue clave para disponer la prisión de Carrascosa. Cuando el viudo fue liberado, Molina Pico sostuvo que “(Benítez y Obendorfer) son testigos que deberán soportar el cotidiano escrutinio de Carrascosa, quizá su presión y quizá con el tiempo veremos cómo el mozo del bar perderá su trabajo y la concesionaria del mismo perderá probablemente su concesión”.
Once días después, Alba Benítez denunció que la vecina Dolores Sanjurjo entró al bar y a los gritos le echó en cara a la nuera de Benítez que “de ninguna manera iba a seguir permitiendo que ella o su suegra (la concesionaria) se sentaran en la mesa de los socios” y que “por un mozo y una mucama”, su “amigo Carlos Carrascosa” no iba a seguir preso. Al fin, le aseguró a la nuera de Benítez que presentaría una carta ante la comisión directiva del Carmel para pedir que no le renovaran la concesión que venció a fines de mayo. De hecho, la carta fue presentada.
La denuncia fue ratificada ayer ante Molina Pico por varias vecinas que fueron testigos de la amenaza. Los testimonios fueron enviados a la Cámara de Apelaciones, que deberá decidir si es o no correcta la teoría del zorro y el gallinero.