Lunes, 10 de marzo de 2014 | Hoy
SOCIEDAD › UNA DE CADA TRES PAREJAS PORTEñAS ES UNA UNIóN DE HECHO
Un estudio revela que la familia tipo es cada vez menos típica. La unión de hecho es más habitual entre los más jóvenes. En los últimos cinco años, las familias ensambladas crecieron un 62 por ciento. En proporción, hay más varones en pareja que mujeres.
Por Soledad Vallejos
En la ciudad de Buenos Aires, casi dos de cada tres hogares (el 63 por ciento) están compuestos por familias, pero ¿qué tipo de familias? O mejor dicho: ¿quiénes componen esas familias, qué tendencias podrían leerse en los datos de su crecimiento (o no) con hijos, rearmado de parejas, ensamblaje de hijos nacidos de parejas anteriores, ingresos? Un estudio de la Dirección General de Estadística y Censos del Gobierno de la Ciudad, “¿Quiénes conviven en pareja y cómo son sus hogares?”, da algunas pistas sobre qué dice la fotografía más reciente de esos hogares acerca de las dinámicas y los caminos que van tomando parejas cuyas decisiones están cada vez más lejos del imaginario de la familia tipo. Tan lejos va quedando la familia de esa idea que, por ejemplo, lo que era una rareza va más que camino a volverse norma: en 2012, el 31 por ciento de las parejas porteñas estaba unida de hecho, sin ningún tipo de trámite del Registro Civil mediante; mientras que en 1980 sólo el 8 por ciento de las parejas optaba por esa opción. Convivir sin casamiento es más habitual entre los más jóvenes: está en esa situación más del 85 por ciento de los convivientes de entre de 14 a 24 años, y alrededor del 60 por ciento de los que tienen entre 25 y 34 años. El estudio revela, además, que el número de familias ensambladas –aquellas generadas después de un divorcio o separación en la conviven hijos de uno de los nuevos cónyuges o de los dos– creció un 62 por ciento en los últimos cinco años.
De todos los hogares familiares porteños, el 80 por ciento (más de 600 mil) pertenece a la categoría que el informe define como “hogares familiares completos”, es decir, “con jefe o jefa y cónyuge presentes”. Ellos incluyen a los casados y a los unidos de hecho. En todo ese universo, algunas tendencias son claras: aumentaron las separaciones y los divorcios, también la edad de la primera unión, y en la clase media y media alta la maternidad es algo que sucede cada vez más tardíamente. El estudio, quizá porque al momento de recoger los datos todavía no había podido darse un instrumento, no marca diferencias entre parejas conformadas por personas del mismo o distinto sexo.
La estadística destaca que, entre los más jóvenes, es más habitual convivir sin casamiento mediante, lo cual indica que la convivencia consensuada y sin papeles “es alta en la primonupcialidad” o primera unión. Así, más del 85 por ciento de los convivientes de entre de 14 a 24 años se encuentran en unión consensual; alrededor del 60 por ciento de los que están ente los 25 y 34 años, aproximadamente el 40 por ciento de los que se ubican en la franja de los 35 a 44 años, y el 20 por ciento de los que tienen entre 45 y 54 años. De ello se puede inferir, según el estudio, que la convivencia “como forma definitiva de unión es significativa” y que “quienes reinciden (en formalizar su unión) también se muestran más proclives hacia la unión de hecho”.
De esos datos, el estudio deduce que “si bien la opción de convivir en pareja mantiene su vigencia, cambia la forma de establecerla: se prefiere la unión libre, en algunos casos como período de prueba antes de optar por el matrimonio, en otros como consensualidad permanente”.
En proporción, son más los varones que están en pareja que las mujeres (55 por ciento ellos; 46 por ciento ellas). Esto se explica por la mayor longevidad de las mujeres, lo que hace que haya más mujeres solas.
En los menores de 25 años, la cantidad de uniones (legales o de hecho) es reducida: la mayoría son solteros y sólo el 8,4 por ciento de las mujeres y el 6,3 de los varones está en pareja. La cifra crece en la franja de 25 a 34 años: allí convive el 51,8 por ciento de las mujeres de esa edad y el 45,9 por ciento de los hombres.
La tendencia crece entre los que tienen 35 y 44 años: el 72,6 por ciento de los hombres está en pareja contra el 67,1 por ciento de las mujeres: en la franja de 45 a 54 años, el 75 por ciento de los varones contra el 62,6 de las mujeres. A partir de allí las diferencias se agrandan: entre quienes tienen de 55 a 64 años, está en pareja el 75,5 por ciento de los hombre y el 56,1 de las mujeres, y para los mayores de 65, el 76,4 por ciento de varones y el 39,4 por ciento de mujeres.
De acuerdo con el informe, entonces, los varones mayores de 35 años son los más inclinados a unirse en pareja (tres de cada cuatro están en esa situación). En cambio, entre las mujeres las más proclives a estar en pareja son las de la franja de entre 35 y 44 años (el 67,1 lo está), seguidas por las de entre 45 y 54 (el 62,6) y las de entre 55 y 64 (el 56,1 por ciento). Según el estudio, en comparación, a partir de los 35 años, entre las mujeres “hay más solteras nunca unidas o divorciadas, separadas y viudas no reincidentes”.
Los datos, sostiene Ana Wortman, docente de Teoría Sociológica Contemporánea en la carrera de Sociología de la UBA, iluminan indicios de cambios culturales. Por caso, “si bien hace años es sabido que la mujer de las clases media y media alta pospone la maternidad, ahora parecería que cada vez la pospone más, inclusive hasta los 40 años o más”. “Otra cosa que llama mucho la atención es que a una misma edad son más las mujeres solas que los hombres solos. Eso tiene consecuencias en la vida cotidiana, en el mercado, porque las empresas se dieron cuenta de que hay un nicho disponible, como que capta que existe un núcleo de mujeres –digamos– en disponibilidad”, como ofertas exclusivas para mujeres.
Wortman cree que otro indicador novedoso es el registro de las parejas sin hijos. “Están vistas como familias, aunque en muchos casos se arman como parejas y no necesariamente en función de un proyecto de familia con hijos. ¿Y estos proyectos a qué podrían deberse? Posiblemente a que las parejas más jóvenes de las clases medias, media altas, se demoran en tener hijos, y a que en el caso de las parejas más grandes, el vínculo pasa por otro lado.” En cambio, la investigadora subraya una diferencia notable en esas decisiones en función de los ingresos que registra el informe. La estadística, recoge Wortman, marca “una relación entre familia y condición socioeconómica” de manera muy clara: “Indica que en clases populares las parejas tienen hijos siendo muy jóvenes. Eso es algo que resulta visible en la vida cotidiana”.
La estadística registra que, en 2012, en la Ciudad había 40 mil hogares de familias ensambladas, lo que representa el 3,3 por ciento del total de hogares de la Ciudad, pero si se consideran sólo los hogares conyugales completos, constituyen el 6,7 por ciento. La cifra es importante si se la compara con la registrada en 2007: un aumento del 62 por ciento.
Dos de cada tres familias ensambladas (el 66,6 por ciento) están formadas por parejas cuyo jefe o jefa de hogar tiene entre 30 y 49 años, seguida por parejas de 50 y más años (24,5 por ciento) y los menores de 29 años (8,8 por ciento). “Los cónyuges de familias ensambladas son jóvenes: el 88 por ciento tiene menos de 50 años”, señala el estudio, que atribuye esas cifras a que las uniones anteriores se rompen cada vez a edad más temprana, “lo que aumenta las posibilidades de reincidir y disminuye la edad al momento de formar una nueva pareja”.
Poco más de la mitad de estas familias (el 52 por ciento) está integrada sólo con hijos de parejas anteriores de los cónyuges, mientras que “en el 48 por ciento restante se suman además los hijos de la unión actual”.
Wortman señala que ése también es un cambio cultural: “Implica que, en relación con los últimos veinte años, hay cambios en la autoridad, los roles, la dinámica cotidiana de la casa”.
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