SOCIEDAD › EN UN MES, 34 PAREJAS YA SE UNIERON CIVILMENTE EN LA CIUDAD
La hora de buscar el reconocimiento
Del total de parejas que firmaron su unión civil, 30 fueron del mismo sexo. Y la mayoría fue entre hombres. Hubo contrayentes de hasta 80 años. Ayer se unieron dos militantes del movimiento lésbico: las dos mujeres celebraron el momento con cámaras de TV y besos.
Por Andrea Ferrari
No podría definirse como avalancha, pero no hay duda de que la unión civil era muy esperada en la comunidad homosexual: en apenas un mes de vigencia, ya se unieron 34 parejas. Las cifras a las que accedió Página/12 muestran que los hombres llevan claramente la delantera. Hubo 23 uniones entre varones –el 67 por ciento del total–, mientras que sólo 7 fueron entre mujeres y 4 heterosexuales. El otro dato sorprendente es la edad: entre los varones hubo contrayentes de hasta 80 años, lo cual parece hablar de parejas de larga data que esperaban darle a su relación un reconocimiento legal. Ayer, sin embargo, fue el momento de ellas: la unión entre María Rachid y Claudia Castro –una pareja bien conocida por su militancia en la comunidad lésbica– congregó a una multitud en el Registro Civil central. Fue un acto con mucho de emotivo y bastante de campaña, ya que Rachid es candidata a vicejefa del gobierno porteño por el Partido Obrero, con lo cual había casi tantas flores y papel picado como boletas electorales al viento.
La primera unión civil, entre César Cigliutti –presidente de la CHA– y Marcelo Suntheim, tuvo lugar el 18 de julio. Unos días después se abrió el registro para quien quisiera anotarse. Y fueron muchos. Como cabía esperar, los más interesados son los integrantes de la comunidad homosexual: aunque la ley rige para cualquier pareja mayor de edad que viva en la ciudad y tenga más de dos años de convivencia, en sólo cuatro casos se trató de uniones heterosexuales.
Según las cifras proporcionadas por el Registro Civil, salta a la vista que, con 23 uniones sobre 34, los hombres parecen mucho más decididos a formalizar que ellas. La edad, claramente, no es un límite: entre las 23 parejas masculinas, sólo había cuatro varones menores de treinta, mientras que once tenían más de 50, e incluso había dos de 73 y uno de 80. Entre las siete parejas femeninas, en cambio, la mayor de las contrayentes apenas tenía 43 años.
Y de las chicas fue justamente ayer el centro de la escena. Con sendos ramos de flores blancas en las manos, ojos húmedos y un sinfín de cámaras apuntándolas, María Rachid y Claudia Castro dieron el sí. Ambas militan en la organización La Fulana, que edita el periódico Queer. Allí se conocieron y llevan ya cuatro años de convivencia, un período en el que sus caras se hicieron conocidas en los medios. Tal vez por eso eran ayer tantos los que pujaban por obtener la mejor imagen de la firma del registro o del momento del beso. “En la vida hay dos cosas importantes por las que vale la pena correr riesgos –les dijo la oficial de justicia que intervino en el acto–: los afectos y las ideas: en el caso de ustedes ambas están mancomunadas”.
La presencia de las cámaras generó un efecto curioso entre los presentes: mientras que parte de los invitados –los dirigentes del PO– se mostraban más que dispuestos a la requisitoria periodística, otros –algunos miembros de la comunidad homosexual o sus familiares– huían despavoridos de la exposición mediática y hubo algunas chicas que hasta prefirieron dejarse los anteojos negros dentro de la sala.
Pero para María y Claudia la visibilidad fue una elección hecha años atrás, que renovaron en esta oportunidad como una forma de apoyar la unión civil. “La aprobación de esta ley fue un hecho social importantísimo –le dijo a este diario Rachid horas antes de la ceremonia–. Al hacer uso de este derecho le estamos dando un apoyo. Como es un registro público, otra gente no puede hacerlo.”
Ambas sostienen que, más allá de los beneficios específicos de la ley, la importancia para ellas está más bien relacionada con los efectos sociales en su alrededor. “Nosotras ya nos sentíamos unidas y hasta hicimos nuestra propia ceremonia con amigos, pero este reconocimiento delEstado de nuestro vínculo genera un impacto en nuestras familias y en nuestro entorno que hacen que la relación sea más reconocida”, dice María. “Para mi familia –agrega Claudia– esto le da otra importancia, otra formalidad a la relación.”
Dicen ellas que la sanción de la unión civil es un final y también un comienzo. Porque ahora el próximo objetivo es una ley nacional que incluya todos los derechos: a la pensión, a la posibilidad de adoptar y a la patria potestad compartida. Es un punto que les resulta particularmente importante, ya que en los últimos meses vienen intentando tener un hijo por fertilización asistida. “Queremos compartir la patria potestad no sólo por el derecho que nos otorga a cada una de nosotras, sino por el derecho que le otorga a nuestro futuro hijo o hija. Que si algo le pasa a una, por ejemplo, la otra pueda quedar a cargo.” Ya hicieron un intento de inseminación en noviembre, con Gabriel Fiszbajn, médico del Cegyr –uno de los pocos que aceptan inseminar a mujeres lesbianas–, pero no funcionó. “Probablemente pronto volvamos a intentarlo –dice Claudia–, pero es caro. Vamos juntando el dinero de a poco.”
En los últimos meses, la exposición pública les permitió palpar la reacción de la gente, una reacción que no dudan en considerar “espectacular”. “La discriminación tiene que ver en la mayoría de los casos con la ignorancia y el desconocimiento –sostiene María–. Cuando la gente se pone en contacto con las personas y no con la idea del lesbianismo, se caen los prejuicios.”
Después de salir en televisión las reconocen por la calle y hasta las saludan en el supermercado. “Vienen las señoras con el carrito de las compras y nos dicen ¡fuerza chicas!, o ¡adelante! Y a veces hasta ‘¿para cuándo el bebé?’”.