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La mujer que busca su pasado

Sarah Miller vino a Buenos Aires para investigar si, como ella cree, nació aquí y fue llevada al exterior a los dos o tres años. Contrató abogadas y publicará avisos. Una historia extraña donde la hipnosis es protagonista.

 Por Andrea Ferrari

Por Andrea Ferrari

Sarah Miller vino de Estados Unidos a Buenos Aires en busca de unas imágenes que un día asaltaron sus recuerdos. Esas imágenes cuentan una historia, en la que ella es una nena argentina llamada Tamara. En los recuerdos hay calles, una fuente con cisnes y una estatua a caballo cercana al zoológico. Sarah quiere encontrarlos, pero sobre todo quiere encontrar a la familia de la que cree que la separaron cuando era muy chica, entre los años 1955 y 1956. Ya está acostumbrada a que le digan que lo suyo es una película y a que la miren con suspicacia. Pero eso no la detiene: contrató a dos abogadas argentinas para iniciar una investigación y en los pocos días que pasará en Buenos Aires publicará avisos pidiendo información. ¿Realidad o fantasía? Sarah está dispuesta a todo para descubrir si está aquí el pasado que persigue.
En diciembre, el estudio de las abogadas Eliana Groisman y Mónica Graiewski recibió un extraño llamado desde Estados Unidos. El contacto llegaba a través de la comunidad judía. Se trataba de una mujer de 48 años recomendada por el rabinato en Santa Fe, Nueva México. Sarah Miller quería que la ayudaran en su búsqueda, convencida de que la familia con la que vivió en su niñez se apoderó de ella ilegalmente. Ya hacía varios años que la perturbaban los recuerdos de otra familia, de situaciones y lugares que nada tenían que ver con su infancia en Pennsylvania. Pero faltaba saber aún la parte más cinematográfica de su historia: para ahondar en esos recuerdos Sarah inició una terapia hipnótica a través de la cual vio calles y casas, sitios precisos que cree posible ubicar en Buenos Aires. Aquí llegó con su terapeuta y quiere comprobar si eso es cierto.
Cuando Sarah era Rita
Hubo una época en que Sarah Miller era Rita Ann Jones. Era cuando vivía con la pareja que nunca menciona como sus padres sino apenas como “los que decían ser mis padres”. Nunca se llevó bien con ellos. Uno de sus peores recuerdos es el día en que Jones se enfureció porque ella cantaba una extraña canción de cuna y la metió en una caja como castigo. “Después de eso dije que no iba a cantar más esa canción, no iba a recordar más. Debía sobrevivir.” Tenía entonces cinco años.
Sarah dice que teme a los Jones. Cuenta que uno de sus supuestos hermanos está en prisión y que el padre también estuvo detenido.
El me decía: “Te voy a matar, te voy a romper el cuello”. Yo le creía.
–¿Cuándo fue su último contacto con ellos?
–Hace aproximadamente una década. Hablé con ella por teléfono y le dije: “vos no sos mi madre”. Ella cortó.
A los 18 años, Sarah dejó la casa para ir a la Universidad y ya nunca volvió. Pero los recuerdos vinieron después.
–Hace 14 años empecé a tener recuerdos de una hermana gemela y luego de una familia entera que no era mi familia. Me pregunté de dónde venían esos recuerdos.
Tiempo después las imágenes incluyeron ceremonias judías.
–Yo había recibido una educación católica. No tenía sentido para mí. Había una habitación iluminada con velas, mesas con manteles blancos, un chico con kipa y una persona que leía un libro de atrás para adelante. Cuando viajé a Israel hablé con un religioso ortodoxo. Le describí una escena con gran detalle: unos diez hombres parados en un lugar elevado, con trajes blancos... Yo lo recordaba minuciosamente. Me dijo que era una ceremonia habitual en ciertas celebraciones. ¿De dónde podía haber yo sacado esa imagen? Entonces empecé a pensar que yo podía haber sido judía. Y ahora soy muy judía.
Pero el acercamiento fue de a poco, en la medida que tomó contacto con la comunidad Lubavitch en Nueva México, hasta volcarse completamente aljudaísmo: ahora observa todos los ritos con rigor, e incluso come comida kosher. Cuenta que cuando empezó a contarle todo, el rabino la detuvo:
–¿Esto es una película, es fantasía, qué es?
–Me gustaría que nunca hubiese sucedido –contestó ella–, pero es real.
Siete años atrás, antes de iniciar ese proceso, Sarah tuvo a sus dos hijas gemelas con el hombre que le dio el apellido que lleva ahora, Miller. El cambio de nombre vino después: “Nunca me gustó Rita”, dice.
La hipnosis
El año pasado, la búsqueda del origen de sus recuerdos llevó a Sarah a iniciar una terapia hipnótica.
–Allí empezaron a aparecer palabras en distintos idiomas. Cuando yo contaba algo que había dicho mi madre surgían palabras rusas, si era mi padre eran en italiano. Y si se trataba de la niñera era español. Y nombres: mi madre Dimitra, mi padre Vicente, la niñera Chabela.
También hubo calles –”Pasteur”, dice con su pronunciación inglesa–, la imagen del zoológico y cerca, la estatua de un hombre a caballo. Una casa blanca, con muchos cuadros. Una tía. La hermana gemela y un hermano varón. Otros recuerdos llegaron a su mente: el día en que una mujer, empleada de la casa, la llevó junto con un hombre a encontrarse con alguien a un cementerio. Y un viaje en barco.
De a poco, sumando datos, Sarah fue llegando a la conclusión de que el lugar que recordaba era Buenos Aires.
En ese punto, decidió contactarse con un estudio de abogados que la ayudaran a buscar información y publicar un aviso para dar con algún dato de esa familia que viene soñando. El aviso saldrá en los próximos días y las abogadas Groisman y Graiewski serán las encargadas de concretar las entrevistas con miembros de la comunidad judía y con personas que pudieran tener información de la época. También harán una presentación ante la Justicia para solicitar que se le tomen las huellas digitales a su clienta y se realice una búsqueda de identidad.
La idea del viaje iba tomando forma en el peor de los momentos:
–Un presidente salía, otro entraba –dice Sarah–; me daba un poco de temor venir.
No era el único miedo. También estaba la preocupación sobre cómo se sentiría aquí. Fue por eso que finalmente decidió viajar acompañada por su terapeuta, Mark Perry.
Sarah sabe que a veces sus palabras encuentran miradas incrédulas. Las desafía:
–Suena a locura, ¿no?
Y lo deja en el aire.
Ni verdadero ni falso
Perry nunca dirá si cree en la veracidad de los recuerdos de Sarah.
–En mi rol en la terapia de Sarah no importa si yo pienso que lo que cuenta es exacto o no –sostiene–. Me abstengo de pronunciarme en ese sentido.
Perry explica que el trabajo con hipnosis “es una capacidad de todos de alterar el estado normal de la conciencia, en el que el velo entre lo consciente y lo subconsciente se relaja”.
–¿Cuál es el objetivo de la terapia?
–Mi propósito es ayudar a mis pacientes a completar cualquier cosa del pasado que les impide sentirse satisfechos con el presente. Eso lo fundamental: para ese propósito no es realmente importante si losrecuerdos son totalmente exactos o no. Cómo recordamos las cosas es lo que nos influye. El recuerdo es una mezcla de hechos y percepciones.
–¿Cómo es el lenguaje de Sarah en sus recuerdos?
–Varía. En general, con recuerdos tempranos se acerca a una niña, con un estilo juvenil, en que le gusta jugar con sonidos, rimas. Menciona palabras en ruso, en español y en italiano. Aunque no soy un experto en idiomas, me doy cuenta de que suena como una hablante nativa en esos casos.
Perry insiste en que su trabajo “no es decir si creo o no en la exactitud del recuerdo”, pero al mismo tiempo reconoce que “en este caso para Sarah parece importante comprobar esta información”.
–Sí –interviene Sarah–, yo necesito saber si es el lugar correcto o no. –Y por primera vez abre un lugar a la duda–: Tal vez no sea el lugar correcto.
Pero la duda queda el aire apenas un segundo, porque enseguida vuelve a hablar sobre la casa de su recuerdo, y se vuelca hacia la cronista para dar el detalle preciso, “por si alguien que lee esto se acuerda”.
–Era una casa blanca, grande. Y justo enfrente había una fuente con cisnes. Yo sé que decía: “Quiero bajar a ver los cisnes”. Eran dos, y uno de ellos estaba como empezando a volar.

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