SOCIEDAD › DISEÑAN UN METODO PARA ELIMINAR PILAS USADAS SIN CONTAMINAR EL AMBIENTE
Científicos con las pilas puestas
El procedimiento, desarrollado en la Universidad de San Martín, consiste en la utilización de bacterias que se alimentan de azufre.
Por Pedro Lipcovich
Científicos argentinos pusieron a punto un método para eliminar las pilas usadas sin contaminar el ambiente, mediante la utilización de bacterias que se alimentan de azufre. Pero esto no es todo. En verdad esta nota está compuesta de una pila de noticias. Las mayores causas de contaminación ambiental por pilas en la Argentina hay que buscarlas en las pilas alcalinas “truchas”, que contienen mercurio: los especialistas exigen una legislación que prohíba su venta. También son muy contaminantes las baterías de níquel-cadmio de filmadoras, juguetes y teléfonos celulares. Y las baterías de autos, desde que se venden en supermercados, perdieron el eficiente circuito de reciclaje que protegía el ambiente. En cuanto a las pilas alcalinas de marca, desde que no contienen mercurio son menos tóxicas, pero –según los especialistas consultados– siguen siéndolo por el zinc y el manganeso que contienen. Pero –también enseñan estos especialistas– lo peor que se puede hacer es recolectarlas, mientras no se tenga una idea clara de qué hacer con ellas. Más vale entonces tirarlas a la basura común sin dejar que se acumulen porque, juntas, su toxicidad se potencia. Distinto será cuando se ponga en marcha a nivel comunitario el reciclaje mediante bacterias comedoras de azufre, que, además, se complementa con una técnica –desarrollada por estudiantes de escuelas secundarias– que utiliza plantas capaces de capturar el zinc.
Quien amaestra las bacterias comedoras de azufre es Gustavo Curutchet, biotecnólogo de la Universidad Nacional de San Martín. “El Acidithiobacillus Thiooxidans fue aislado del Río Agrio, en las termas de Copahue, donde se alimenta de azufre. En nuestro reactor, le ofrecemos azufre para que lo transforme en ácido sulfúrico y otros productos llamados politionatos.” Las pilas alcalinas usadas se sumergen simplemente en ese caldo de ácido sulfúrico que las disuelve por completo; después, mediante electrólisis, se aíslan y recuperan los metales que las constituyen, que eventualmente pueden reutilizarse y en todo caso no pasan al medio ambiente.
“El uso de estas bacterias ya es conocido en la metalurgia del cobre y del oro; nuestro aporte es aplicarlo a las pilas”, explicó Curutchet. Su reactor bacteriano experimental ya está funcionando a pleno y, según el investigador, este método podrá aplicarse a gran escala en las comunidades: “Nuestros reactores son de bajo impacto ambiental, seguros y el proceso no resulta caro”.
Los dos metales que incluyen las pilas alcalinas son el zinc y el manganeso. “No son los de mayor toxicidad pero, en la medida en que llegan al ambiente y contaminan las napas, producen efectos nocivos”, advirtió Curutchet y, si no, pregúntenles a los renacuajos. Estos animalitos se usan “como bioindicadores, para evaluar el impacto de posibles tóxicos sobre los organismos vivos: encontramos que el zinc los mata en concentraciones mucho más bajas que lo esperado; bastan 10 o 15 partes por millón para eliminar, en 24 horas, toda una población de renacuajos”, precisó el investigador.
Mucho peores son las pilas “truchas”. Horacio Corti –profesor en la UBA y fundador del proyecto Megapilas– destacó que “la venta de pilas con mercurio agregado, como las ‘truchas’ que se ofrecen en los trenes, debería estar prohibida, como en el resto del mundo, pero en la Argentina no hay regulación que lo impida”. El mercurio, de altísima toxicidad en el ambiente, se usaba para extender la vida útil de las pilas hasta que, en 1993, fue reemplazado por otras tecnologías.
Muy peligrosas son también las baterías de níquel-cadmio: este último “es un metal altamente cancerígeno que se usa en teléfonos celulares, aunque no en los más modernos, y también en filmadoras, juguetes y otros aparatos donde hay partes móviles. El cadmio de una sola batería puede contaminar una tonelada de agua”, advirtió Corti. En la Argentina hay un solo lugar, una empresa en la localidad santafesina de San Lorenzo, que se ocupa de reciclar estas pilas, pero el único circuito es el que mantienen las compañías telefónicas para los celulares. Para las demás, “una posibilidad sería fijarlas en ciertas arcillas naturales con silicatos, que existen en nuestro país, y enterrarlas en rellenos sanitarios de seguridad”, explicó Corti, pero esa solución todavía no se implementó.
¿Qué hacer con las pilas, entonces? Mientras no haya soluciones desde los poderes públicos, no hay más remedio que seguir tirándolas a la basura. “Se recomienda no recolectarlas –destacó Corti–: hubo muchos proyectos frustrados, por ejemplo, desde escuelas, donde se recolectaban cantidades de pilas y después no se sabía qué hacer con ellas. Y es mejor tirarlas a la basura común a medida que se van consumiendo que juntarlas porque, sumadas, su toxicidad es mayor. Especialmente no hay que guardar las de cadmio, porque con el tiempo llegan a emitir vapores tóxicos.”
Sí hay un circuito reciclador, aunque poco conocido, para las pilas “botón” de calculadoras y relojes: “Algunas son de plata, que tiene un valor comercial importante y hay gente que se ocupa de reciclarlas: muchos relojeros las reciben; suelen tener grandes frascos de vidrio que se van llenando con estas pilas, y saben a quién dárselas para que las recicle”, contó Corti.
Y como si todo esto fuera poco, las baterías de auto han empezado a ser un problema: “Venían teniendo un circuito reciclador eficaz, ya que el taller que se ocupaba de cambiarlas se quedaba con la batería vieja y reciclaba la mayor parte del plomo, que es muy contaminante. Pero desde que se venden baterías de auto en los supermercados se creó un grave problema porque el comprador pone la nueva él mismo y la usada va a parar a cualquier parte”, alertó Corti.