SOCIEDAD › LA DOCENTE RURAL DE NEUQUEN, DISTINGUIDA
Maestra ilustre de mapuches
Lleva años trabajando con comunidades indígenas del sur, muchas veces en condiciones extremas de pobreza y aislamiento. Recibió un premio especial por su carrera de solidaridad.
Vivió siempre junto a los que más sufren. Perseguida durante la última dictadura por alfabetizar en los barrios humildes de Bahía Blanca, buscó en la docencia “otro camino para cambiar las cosas”. Cuando partió a Neuquén a enseñar en una escuela rural repitió, sin querer, la historia de su mamá, una maestra catamarqueña que escapó del autoritarismo de los Saadi y se fue a trabajar a La Pampa. Desde hace cinco años, Brígida Villarino comparte sus días con los niños mapuches de Trompul.
Hija de padre chacarero, creció entre la tierra y los árboles de Jacinto Aráuz, un pequeño rincón de La Pampa. Cursó la primaria en la única escuela del pueblo y en la que trabajaba su mamá, pero años después debió partir hacia Bahía Blanca. Junto a un grupo de jóvenes católicos de su secundario, fue allí donde Brígida encontró la semilla de su vocación.
La experiencia en el trabajo social y comunitario llegó a su vida mientras el horror de la dictadura se hacía dueño de la vida del país. La persecución a los alfabetizadores que trabajaban en los barrios humildes se hizo tan fuerte que, luego de casarse con el también docente Francisco, deciden partir a Neuquén a enseñar a una escuela rural.
Les asignaron la destruida y aislada escuelita de Chachin. Comunicados por una lancha que se acercaba cada tres días, dar clases no era tarea fácil. “Permanecíamos allí todo el mes. Para hacer las compras y cobrar nuestro sueldo suspendíamos las clases”, recuerda Villarino de aquellos años en el pueblito. El colegio funcionaba a pulmón, con Brígida como única maestra, su marido de director y una portera que hacía a la vez de cocinera.
Años después, junto a la llegada de su primera hija y la democracia, la familia comienza un recorrido por distintas localidades de Neuquén que termina en Trompul, donde trabajan actualmente. Su primer destino fue Lago Hermoso, un colegio con acceso al pueblo al que asistían los hijos de los peones de la estancia cercana. La experiencia allí fue diferente y partieron con el aprendizaje que les dejó haber compartido largos encuentros con maestras de escuelas vecinas.
El siguiente proyecto en el que decidieron embarcarse fue el primero que los acercó a una comunidad indígena. La lucha por la igualdad de derechos y el análisis crítico de la educación “como sistema que profundiza la dominación de los pueblos originarios”, se transformaron en la preocupación principal de Brígida. “Trabajamos –asegura con humildad– para lograr que se reconozca la existencia de todos los pueblos-naciones que existen dentro del Estado argentino. Construimos desde la diferencia.”
Su trabajo por la igualdad y la autoafirmación de los pueblos originarios continúa actualmente en Lof Curruhuinca, una comunidad mapuche del sur de Neuquén. La escuela de Trompul está en medio de un bosque a orillas del lago Lácar. Sus habitantes se organizan en tierras comunitarias y cerca de cada vertiente crece, como la hierba, una casita. “Los niños tienen un gran orgullo por ser como son. Se reconocen diferentes pero no se avergüenzan”, dice la maestra.
Hasta el año pasado, la escuelita de Trompul se llamaba Parques Nacionales. Aunque quizá nadie lo decía, ningún habitante de la comunidad se sentía identificado. El último aniversario del colegio fue la excusa para que padres, chicos y docentes se reunieran a cambiarlo. “Parques Nacionales no tuvo una relación muy armónica con los pueblos originarios. Como otros organismos estatales, cumplió una función de avasallamiento y exterminio, en este caso de la comunidad mapuche”, explica Brígida. El nuevo nombre de la escuela es Kimtuin Kom Peñi Huen y tiene como origen la cosmovisión del pueblo de Lof Curruhuinca: quiere decir “donde aprendemos todos juntos en relación de hermandad”.
El camino que Villarino recorre desde hace 25 años junto a los que más sufren hizo que el Ministerio de Educación la distinguiera este año como”Maestra ilustre”. Todo el pueblo tuvo que convencerla para que aceptara el premio. “No creo en los personajes ilustres. Uno es lo que es porque existen otros. Todo se construye en comunidad”, afirma Brígida.
Informe: Martina Noailles